LA NUEVA ESCUELA DE LA FRONTERA: POETAS DE LOS 90 EN CIUDAD JUÁREZ


Como ya hace algunos meses diversos premios nacionales y apariciones de libros lo han demostrado, los autores nacidos entre 1986 y 1996 ya están mostrando inquietudes y búsquedas hacia las nuevas formas en pos de alcanzar la madurez.
A diferencia de las metrópolis del país, semilleros de nuevas plumas, en el norte del estado de Chihuahua es más complicado el relevo generacional. Quizás las figuras de Nabil Valles Dena (1989), y Karen Cano (1990) serían, con sus contrastes, dos voces que han salido del perímetro poético fronterizo, encontrando en premios y antologías espacios vitales para la exposición de su obra; otro caso especial es el del poeta Adelmar Ramírez, cuya tradición sería un nexo ideal con la poesía del otro lado del río (dicha empresa nos llevaría a la posibilidad de un futuro dossier de poetas de los 90 en El Paso, TX), y cuyo trabajo literario también incluye valiosas traducciones al español.
El presente dossier es una muestra de cinco autores nacidos en Ciudad Juárez durante los años noventa y que, estudian o estudiaron la licenciatura en Literatura Hispanomexicana en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Les he denominado “La nueva escuela de la Frontera”, pues su aparición y trabajo en las formas poéticas apenas está haciendo sonar a autores de este coto generacional, versus otras voces de décadas anteriores. Por mencionar sólo algunas, Gaspar Orozco, Carlos Macías Esparza, Édgar Rincón, César Silva Márquez, Rubén Macías, Arminé Arjona, Joaquín Cosío, y los canónicos Miguel Ángel Chávez Díaz de León y Jorge Humberto Chávez.
Ciudad Juárez, en la tradición literaria, está teniendo un nuevo boom en la escuela de narrativa y la escuela de los estudios culturales, aquí, esta compilación, habla ahora un poco de lo que están escribiendo las nuevas voces de la frontera en cuanto a la poesía.

Míkel F. Deltoya (Ciudad Juárez, 1991)
Compilador



Graciela Solórzano Castillo (Ciudad Juárez, 1994)

Estudiante de Literatura Hispanomexicana. Ha publicado en revistas como Paso del Río Grande del Norte, Cuadernos fronterizos, Albedrío y CuestionArte magazine.

Anales

Mi boca es de pluma de Quetzal y llanto de náufrago.
De ella brotan, como ríos blancos
que giran en torno al silencio:
estrellas sin lenguaje
cabellos que gritan nombres,
pájaros que anuncian
su descenso a voces.
Ciérrala, si quieres, con una honda o con una bala.
Asústala con la bestia que es un hombre de cuatro patas.
Martirízala, si te hace feliz, con la punta de tu lengua
y así consúmela de poco como si la raíz fuera
sólo una mentira que los árboles se inventaron.
Y si sigues así, cariño, mi mano, Quetzal blanco,
escribirá la historia, con tus grafemas, de los años.


Junio me sabe a la gloria del mezcal
que lleva más de dos meses
esperándome debajo de la cama.
fermentándose,
            pudriéndose sin mis labios.
Me recuerda
por si las dudas
y por si acaso,
a la noche dando gritos
en el momento oportuno
en que la vida no le valía nada.
Sólo el descanso,
Sólo la ausencia.
Instante menos que el segundo.
Es que junio no tiene más que un rostro
tu rostro
cubierto de fango y calor.
Tu rostro junio triste
                        junio fusilado
                                   junio ahogado
                                               junio julio muerte.
Junio me sabe
            a que naces y mueres.
A que muero cuando naces.
Junio no es más que el nombre
con el que te llamo a gritos
cuando agosto me come
a grandes bocados.


Mis manos, que son rituales nacidos sin llanto,
llamarada que se estremece tras el golpe de los dedos
en la madera, que con su canto crea una mañana;
y el trino de los pájaros no anuncia el secreto a voces.
La luna se quedó sin fuego y sin enfermedad.
Mis manos que no son mis ojos, mis ojos que no son mis manos.
Qué bueno, por eso estoy ciega y sin rostro,
por eso el rastro no me sigue debajo de la puerta
ni en el puerto encuentro mi nombre
ni el nombre habita en la espera.




Omar Baca (Ciudad Juárez, 1991)
Hizo estudios de Literatura Hispanomexicana en la UACJ. Ha colaborado en algunas revistas locales. Escribe prosa.

(Prosa sin título)
A Emiliano Delgadillo
El mundo es vasto y diverso. He sabido que ninguna cascada se parece a otra; sus voces no se repiten, sus bailes encuentran forma propia, su violencia ha creado un tiempo singular; son animales distintos.
            He visto florecer en las calles, como una primavera apresurada, demasiadas pieles, demasiados colores, enormes tradiciones de facciones y gestos. La belleza me ha mostrado su ansia por acomodarse en tantas mujeres, tantos hombres, tantas edades.
            Entre las manos y en la boca, me he complacido con los jugos y las carnes de muchas personas, he entendido y malentendido sus ritmos, he cazado sus pezones, sus labios y sus cuellos, numerosas religiones me han enseñado su erotismo. Me han recompensado y yo me he entregado a un pedazo de sus vidas.
            Me sé de memoria la respiración azarosa de varias ciudades, el juego infantil de algunos mares, la estridencia de la sierra, la catástrofe callada del desierto, el laberinto de la selva.
            Me he movido y me sigo moviendo. Pero no tengo el cansancio satisfecho, sino la pesadez del que está preso en su inutilidad.
            No son las ciudades ni la naturaleza. Tampoco soy yo. Podría cambiarle el nombre a mi cuerpo e inventarme un pasado tan falso y mediocre como el que recuerdo. Podría, mañana, despertar y ser aquel hombre fuerte o aquella chica hermosa. Pero seguiría aquí.
            El dolor es un lugar del cual es difícil salir.
            Y sin embargo huyo una vez más del clima y del congreso, conozco personas nuevas, dejo que la lluvia me desnude, voy a fiestas que se marchitan pronto. He aprendido tres idiomas ajenos y he renacido para aprender el propio. He escrito este endecasílabo:
La vida es abundante y es cruel diosa.
Porque es verdad, la vida es abundante, pero naceremos mil veces y siempre en el mismo sitio. Acorralados por una ola profunda, ningún astro insólito nos cambiará el aire.
            Lo he sabido, pero no he podido entenderlo:
Viajar es inútil cuando se sufre.

(Prosa sin título)  (Fragmento)
A Diego Ordaz

Conducíamos por una ciudad que no podía caminarse. Era hostil y sarcástica y la lejanía se nutría de imposibilidades, no de kilómetros. Pero llegábamos. Cruzábamos las vías y el cementerio y te visitábamos, aunque nunca fuimos un milagro; o conducíamos para ir a una fiesta o para no ir, junto al río que se secó para endurecer el odio. También hacia allá huíamos y muchas veces era más fácil ir a otro país que ir a tu casa. Creíamos que podíamos vivir así. Sentíamos la noche, pero no el cansancio que cobijaba. Mirábamos la ciudad vacía y nos excitaba el ruido del motor, de su soledad y su fuerza. Pero nunca miramos las nubes ni escuchamos el silencio.
            Ahora el mundo se ha hecho más grande. Todo está lejos, también mi casa. La noche se ha convertido en la grieta de una espalda rota. Sólo el cielo me queda para creer que vivimos donde mismo y que moriremos bajo la misma indiferencia.

Esta ciudad no existe. Es un error embarrado en el desierto. La forma del cielo lo comprueba: bajo él todo luce pequeño, desechable, ridículo. Nos faltan paredes que nos mientan. Árboles que den sombra a la insignificancia.
En mi ciudad no hay flores. Los pájaros son inverosímiles. Estos son los símbolos tengo: un cadáver, un sol, un cielo, un viento, el polvo, la mugre. Y sólo sirven para decir: un cadáver, un sol, un cielo, un viento, el polvo, la mugre. Pero los necesito para creer, para tener algo ante lo cual arrodillarme y rezar. Para fingir que otros han estado aquí, en este lote baldío y en este silencio, y que no se trata de una penitencia única. Cadáver, sol, cielo, viento, polvo, mugre: júrenme que mi dolor es pequeño.

Insomnios sobre el tiempo

No hay tiempo
hay violencia

Pero no hablamos de los peces
que caen del cielo y se ahogan
en el centro de la calle

ni de las mujeres que se acarician el vientre
recordando
la luna ya sin rostro entre la arena

Se trata de los minutos sustituidos
por los odios diminutos que se amoldan
a cada mediocridad, a cada zapato gastado, a cada préstamo o hipoteca

Los semáforos no platican
pasan del silencio al mandato
inhumanos, utilizando al oficinista
o al estudiante con pólvora en vez de dientes
arrojando sus colores despalabrados
a las palabras descoloridas

Y su rojo de sangre que no se mueve
nos detiene

Y su verde de vida fascista
nos empuja

Mientras el sol sea un telón de spots publicitarios
Podremos fingir que nos movemos

El otro día, entre 16 y López Mateos, saludé a uno- Ni siquiera volteó el rostro, ni siquiera para darme a entender que él no dialoga- El calla y ordena y así todo es perfecto- Paraíso de tres colores- Le pregunté qué veía, qué crimen nuevo de flores sangrando periódicos- Le pregunte que me preguntara.




Hugo Moreno Huízar  (Ciudad Juárez, 1994)

Próximo a egresar de la licenciatura en Literatura Hispanomexicana de la UACJ. Impartió clases de creación literaria en el ITESM a nivel secundaria. Dirigió el comité organizador de la segunda edición de las Jornadas Literarias de la UACJ. Escribe poesía y cuento. Para pasar el tiempo traduce del inglés-español.

Me mandan a poetizar la violencia juarense

A usar como tinta la sangre derramada de mujeres y hombres, en cuyos corazones latía haciendo pulsar ideas incógnitas a través de sus cuerpos cansados. Me mandan a poetizar y pienso tropezar con el enfado del recuerdo y la rima; con un fantasma frío que ya no reconoce su ciudad. Eran ventanas abiertas, ramas que crecían y cantaban en cada patio y en cada cúmulo de arena. Venas de alegría y de viento, siempre viento. Pero cuando los llamen verán que su ciudad se rige ahora en ambiciones mojadas de sangre, de su tímida sangre. Me mandaron a poetizar y no volví hasta que pasaron los años y concluí que todos se podían ir a la chingada con su poetización. ¿Dónde están esas vidas y por qué se les canta mientras duermen? ¿Quién nos manda a matar y quién nos manda a escribir poesía?

Log in and out
Los mitos del hombre perdido quieren tu correcta llamada, aquella que aleja innobles infancias. El paso que das, afirman, es el sollozo de una letra dormida. Gritan pecados para escucharte forzar una puerta que no abre.
La indiferencia ondula entre los dedos de una perfecta deidad, derramando seducción con ambigüedad razonada. Acepta el arte oral como el mandamiento amoroso de unos labios oportunos. Abraza sus benditas redundancias.
Ahora tus colores figuran en su entorpecido orden, culpables los sexos del origen nefasto e inoportuno, piden silencios y besos entre antagónicas desgracias:
“Búscate derramando tinta adversa e inolvidable. Que sea breve tu lágrima, que cumpla con su lugar perdido. Crea la sangre de los movimientos ajenos, sus equívocos defiende y espera a los más sabios: ellos y ellas y todos los idiomas perfectos dictarán tu deber”.
La máquina fallece primero, exhalando temida privación. Ignoras tus temblorosos dedos ante el juramento interminable. Has encontrado el rostro sin forma e ignorante lo moldeas para otros.
Los laberintos de mi piel conjuran el cambio ineludible, desde el diálogo me traicionan para vivir su propia poesía.
No olvides que sé de mi denuncia.
Sólo deja esas tragedias intocables,
intachables
e inhóspitas.

Memoria

Las hazañas del hombre engendran mis motivos,
su tiempo es vínculo perfecto de la somática fortuna.
Ocupo la excepción y en ella aprendo:
por ello susurro, por ello sé que pierdo los objetos que ella abandona.
Me evoca y yo escribo para entenderlo.

Mi tinta asumida ordena los encuentros, generados y falsos.
Soy creador de medidas etéreas,
ellas recuerdan en mi lugar una figura obscura,
usurpando el vano conjunto de letras,
pero el susurro huye y mi mano ofusca.
La inspiración danza con rapidez en el vacío,
el tiempo roza el equívoco plural de la necesidad,
bastan hermosas sombras para reducir el vértigo femenino;
vértigo paralelo que destroza rostros egoístas.
Ya no habito el tiempo complejo,
el recuerdo me confunde y violenta su figura.
Mi porvenir la ignora en todos los tiempos.





Antonio Rubio Reyes (Ciudad Juárez, 1994).

Estudió Literatura Hispanomexicana en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Ha publicado en las revistas Paso del Río Grande del Norte, Bitácora de vuelos, Juárez dialoga y Cuadernos fronterizos.


La desmemoria

He nacido de ti, dolor de cuervo,
como desolada calle
en la que resuenan míticos
ecos del paso,
persiguiendo lágrima
única y roja entre árboles
y piedras que callan todos los secretos,
cómplices quizá de un espectáculo
al que no quisieron ser invitados,
aplaudiendo hasta destrozar sus cuerpos.

He habitado todas las identidades
y me han nombrado
igual a todas las cosas sin acertar nunca:
fui una casa, un reloj, tu rostro,
la sombra de tus palabras, lo que callas,
y vago contrario a las manecillas del reloj.
Pero me falta lenguaje para asumirme,
encontrar mi lengua en  hálitos de espejo:
olvidé mi nombre en los laberintos del tiempo;
sangro de las manos, bestia de la ira,
el vidrio en saliva se deshace.

Desperté de ti vacío de plástico
y tu ojo revela el pecado mejor callado.
Alguien saca con dedos desde el lodo
la pupila y lame para que deje de llorar.

Tristeza común de ser santos
en un páramo sin Dios,
lejos de toda conciencia, nombre intacto,
incapaces de hablar para evitar cualquier daño,
crucificados por las cenizas del silencio.
Habitamos desiertos desde
nostalgia de lluvia.

La hoja se desangra y despedida
es un sinfín de posibilidades
enteramente muertas,
hasta que alguien dice
desde un llano de sueños, buena suerte,
la sílaba codiciada.

Al hijo desaparecido
La persona que amas puede desaparecer.
Charly García

No tiene sentido cerrar los ojos después de muerto

caen como lluvia las flores que vestían
al poeta que andaba lanzando versos
desde el olvido y el exilio: ahora no escribe
más libros y su nombre carga cierto estigma

me he dedicado a marcar las banquetas
y los muros del baño público en busca
de la salvación de tu memoria

¿acaso lloverán también nubes y ocasos
en las calles durante el resto del año?

¿y si tu mano, hijo, se soltara de mi mano
para sostener la gota nube de una flor?
¿y si tu cuerpo que es mi cuerpo
diera la espalda al mundo?

quizá no tenga sentido cerrar los ojos después de muerto

la muerte separa sólo
a muertos de otros muertos
extraños de otros extraños

esa relación que tiene uno con la muerte
es más estrecha y firme que la que tiene uno con la vida
todos me piden que ame la vida afirman que la vida es olvido
desconocen que estoy enamorado de tu muerte tan mía
por eso pido que me entierren contigo
para que compartamos nuestra muerte
si me vas a querer después de la muerte
guárdame un espacio cerca de ti
poco importa que tu tumba sea país entero

y cuando seamos polvo y seamos uno
puesto que no existe manera
de distinguir al polvo del polvo
al fin tendrá sentido
cerrar los ojos.






Héctor Rafael González (Ciudad Juárez, 1994)

Originario de Ciudad Juárez, actualmente estudia la licenciatura en Literatura Hispanomexicana.

Fealdad

Para los que llevamos la sonrisa
tan mal acomodada
como otro papalote
que nunca aprendimos a volar,
dejamos entre alambres
y zapatos colgado,
carente de solemne azul y viento,
nos queda usar la mueca descompuesta
hasta volver el rostro un salón fúnebre,
llevarla como esquela o,
tristes como un farol,
quedarnos absurdamente fundidos.

El hacedor de lluvia

Has olvidado, hombre, los sueños de mago,
la aglomeración de mito entre tu gesto.
Antes confundían las aves tu hombro con su nido
y era en tus brazos donde se mecía
el huracán que te angustia hoy.
Ya sin fe en la palabra del hermano,
sin vocales fuertes para ahuyentar
la tormenta o la sequía.
En tu frente, luce arrugado el último conjuro.

La corbata te muerde el cuello
y hace 30 minutos el reloj
se ha convertido en el protagonista de este cuadro:
un  autobús tardío mientras, refugiados bajo lámina,
no queremos mojarnos.
En los brazos, lunares,
Huellas del ayer estelar,
Pero tú siempre te preguntarás
A qué distancia están las estrellas.
Ensueño

Puedo verme y nombrarme
en la euforia de un fugaz conjuro

Llora la inexorable mandrágora
y su mecánico grito enloquece a Morfeo.
Fracturada la entraña de la vida
no es tan fácil sonreír.
Sale de mí un cuerpo
para buscarse en otros cuerpos,
mudo por el hueco en la palabra,
ciego por la luz del día.
Vagabundo entre la violenta risa de las horas,
volverá a mí caduco y virtual.

la noche unirá la ruptura
que de mí a mí me extingue.







Rafael Leyva (Ciudad Juárez, 1991)

Egresado de la Licenciatura en Literatura Hispanomexicana por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, escribe poesía y narrativa y ha publicado en revistas como Paso del Río Grande del Norte y CuestionArte.

Rememoración de los lugares
Detrás de las cosas simples me escondo, para que me
encuentres.
Yannis Ritsos
I
En el caos que impera en la morfología de nuestras distancias,
en las páginas dolosas de los diarios,
en el tañido desnudo de la noche sobre sus cuerdas vocales,
ahí,
en donde la opacidad del verde se consume
como el suave deslizar de unas alas en el viento,
en la altura presente y en la altura ficcional
de los barcos, de los puentes, de los cielos,
ahí,
en la precisión de la papiroflexia,
en la intimidad prismática de una esquina frente a otra,
entre el acumular de hojas y el subir escalones envejecidos,
ahí,
donde todo es gris solemne,
sobre la forma del reposo
donde apareciste una mañana de verano
bajo la quietud inmóvil de mi voz.

II
Yo no sé cantar la gloria de Dios,
no sé de los ángeles, ni de la tierra,
ni de la realidad, ni de las cosas.
Yo sólo sé tu nombre,
lo pronuncio
y creo que tus ojos deberían ser la noche.

III
Allá, en la apenada altura que cubre silenciosa el movimiento,
hay una imagen blanca que vigila todos mis poemas.

Rebelión del vaso

Una gota,
la de licor que espesa la noche
al ritmo de alumbrado público fundiéndose.
Un vaso,
el de gotas lleno
que declara la paz, el alma,
el delito de la penetración.
Una sola vida,
la de las horas azules,
la de risa milagrosa,
impalpable, infinita
la que construye minutos con sus manos
y que hace nacer gotas,
y que hace crecer rosas
en el fondo de este vaso de licor.


Lienzo

Me grabaré en un lienzo blanco
para que la muerte no me arranque la esencia.
Me convertiré en un ídolo inmortal
para que los críticos del arte hablen de mí y me observen
con la infinita devoción de un niño hambriento.
Preguntarán sobre mi autor,
y yo seré un anónimo sobre un lienzo blanco
y esperaré en la eternidad inmóvil
el calor de unas manos que me estudien.

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