CHRISTIAN ENCARNACIÓN

 
Alex Stoddard


Actos humanos


I

Beber vino
hacer el amor
preparar el desayuno
leer el periódico
quejarnos del gobierno
de la delincuencia
del sueldo
de la educación
de Dios.
Pasar seis horas
frente al televisor
y otras seis
mirando el celular.

II

Tomarse un café todas las mañanas
y ver la silla de al lado
vacía y blanca como el silencio
de la sala de espera de un hospital.
Caminar por la casa, en la oscuridad
con el peso de nuestra compañía
sintiendo el estruendo
de nuestros pasos sobre la madera.
Acumular recuerdos de manera obsesiva
como quien sale al basurero
a cazar moscas con una red gigante.

Desplomarse
al contemplar una foto de hace diez años
sin comprender cómo
−a pesar de haberse ido−
la persona permanece
capturada entre papel y tinta.
Vivir condenados a la melancolía
extrañando lo desaparecido
sin aceptar que ya nada queda.


Inerte

Frío
hace frío
no afuera, sino dentro, aquí en el alma.
Congela y se esparce en las entrañas
se acomoda para quedarse.

Se apaga
aquel fuego voraz
ya sólo es una chispa.

Quema, pero no alumbra.
Oscuridad en el fuego.

No hay fuego
no hay luz
no hay salvación.

Borra y reescribe.




Huimos de la muerte
sin pensar que todos los caminos llevan a ella
y la vida no es más que una guerra
perdida desde el principio.
Y quizá la muerte no sea tan terrible
quizá es un jardín con árboles
–paz, donde no estremece el viento–
quizá la muerte es un pequeño paraíso
quizá es un rincón de esta ciudad desconocida
quizá es una bahía
quizá la vida
o el faro que nos guía hacia ella
–piedras, aves
y una pequeña isla para sentarse a descansar–.

Quizá la muerte es una iglesia que ya nadie visita
donde sus santos lloran por el abandono
y un Cristo nos mira con cara reprobatoria
quizá la muerte es una granja en la que ya nadie vive
de la que ya poco queda
sin más luz
que el rayo que se cuela por el techo roto del establo
con la atmósfera solitaria de un viejo cementerio
quizá la muerte es un campo de trigo
donde el silencio puebla y podemos ser nosotros
sin voces que nos condenen por lo que somos.



En algún muelle canadiense

Para Andrea Silos
Canadá y su soledad acostumbrada
árboles congelados y calles vacías
ya no cantan los pájaros
solo el llanto de una mujer
que extraña a su familia.

Un ciego ve amor en la tragedia
ella lo ve junto al muelle
ya es de noche
y dos amantes se extrañan
y están sin estar
en una cabaña poblada
por el furor
                      de
                          dos
                             cuerpos
                                     paralelos.






Enero

No se le escribe a enero por el frío
no es motivo para que el invierno
                                     tenga tantos poemas.
Se le escribe a enero
                              por la ausencia
poco le importa al cazador el frío
cuando lleva

la piel del oso puesta. 






Christian Encarnación, Santo Domingo, República Dominicana, 1997. Estudia Licenciatura en Informática en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Escribe desde adolescente, por la necesidad de liberar las palabras que chocan por dentro de su cabeza, considera el acto de escribir como terapéutico y ve en él una manera de traducir el mundo y los sentimientos. Escribe su primer poemario. 

Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño


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