¡El Dharma es como un aguacate!
Algunas partes tan maduras que no puedes creerlo.
Pero está bien,
Y otras partes duras y verdes
Sin mucho sabor”
Avocado , Gary Snyde
La narrativa de lo días siempre será un cúmulo de elementos inconexos, abruptos, discontinuos que aparecen en nuestra cotidianidad. La era posmoderna nos ha obligado a coexistir entre diferentes relatos que hace algunos años no se podría encontrar alguna conexión, no obstante, hoy parece que las películas de Pedro Infante, las hermanas Kardashians y las prácticas religiosas orientales son un catálogo inmenso, una lista de reproducción aleatoria en el que discurren un montón de relatos ideológicos y sagrados que edifican lo que somos.
Con respecto a la anterior aseveración, parece ser que lo místico o el concepto de lo sacro ha evolucionado a una manera más doméstica y cotidiana, de manera que el buscar un absoluto o alguna deidad ya no implica el acudir a un santuario o realizar una peregrinación, sino que ahora lo místico se confunde con las hojuelas de maíz que se quedan remojadas en el tazón del lunes.
El poemario de Timmy Carrillo es una muestra de dicho efecto, donde el poeta configura una sinfonía con los elementos que se le presentan a diario para crear a manera de jazz el ritmo de lo días. A su vez Carrillo presenta ritos y meditaciones que nos deja la ausencia o cualquier derrota cotidiana como puede ser el emigrar a otro lugar o las disputas familiares.
El Dharma es como un aguacate nos hace pensar que el orden cosmológico no está construido por hacedores y demiurgos de barba blanca, sino que es forjado por las rentas que se deben pagar, los recibos que se acumula atrás de las puertas y por las promociones que ofertan en las tiendas de autoservicio. Un samsara que muchas veces se determina por los días de quincena o las auditorías a fin de mes.
El poemario de Carrillo es ejercicio metafísico, una búsqueda por habitar lo sagrado contra todas las vicisitudes que nos presenta un sistema más hóstil e indiferente, un sistema que nos ha dejado desamparados y escupidos en un entorno de carnicería donde las cervezas en miércoles o las tocadas de jazz son una buena experiencia que nos acercan a la iluminación en una época posmoderna.
Agustín Vizcaíno