Adan Hale |
DESIERTO DE LA LUZ
A María Aimeé
El silencio no existe, lo inventaron los hombres
como la palabra dios para nombrar al universo.
Hay eternidad en las raíces y en los huesos;
el verbo se hizo carne, la carne en sauce o ceniza yace.
El verso nació, estrelló desiertos.
Antes de ser verso fue sangre.
Sangre de la muerte en el cuerpo de la vida.
La vida se basa en hacer tu propio pozo
y colmarlo con el vacío que te sobre.
Como sobra la sombra del agua en el vaso,
como sobro al fantasma que ocupa mi peso.
Y por mirar al cielo caigo en pozos profundos
y por cavar en la noche luciérnagas ofrezco.
La memoria se agrieta en los desiertos de la luz,
es la sed del olvido, su arena ciega a las esfinges.
La arena dentro del ataúd de la noche
se oscurece como la sangre de la luna.
La noche, sangre del tiempo,
el tiempo, cuerpo de la eternidad.
Del libro inédito “Mínimo vital”.
YA NO
Tanta hostilidad para
Un corazón todavía niño,
Tantas alas de terciopelo
Para quien no quiere volar.
Tantas ropas, joyas, collares,
Cirugías, maquillajes, tatuajes…
Para ocultar el miedo
Del cuerpo con su soledad
De ser el envoltorio del alma,
Y el alma en su agonía,
En su metamorfosis,
En su transparencia
Fantasmagórica.
Y tú ahí dentro.
Justo ahí.
Ya no.
Del libro “El Boulevard”.
PRETÉRITO DESCOMPUESTO
Ya sabes cómo me siento
Hemos hablado muchas veces,
Y no, no nos conocemos.
¿Quién conoce a quién?
Te sientes como me siento
Igual de desconcertado.
Vinimos, estamos y ya.
Vinimos, estamos, estaremos.
Podrán decir que estuvimos
Aunque la huella que dejemos
Estará pisoteada por las huellas
De los que vendrán y dirán de nosotros:
Estuvieron aquí pero ya no están.
Yo estoy, pero no sé por cuánto tiempo
Es nuestro ciclo de vida, exacto:
Nacer y acomodarse y dejarse devorar
por la blancura del pretérito.
Del libro “El Boulevard”.