DE CUERPO AUSENTE
Sabés estar entre las cosas sin habitarlas
invadir mis horas sin compartir
habituado a la espera
herido de tiempo
añoro esa forma de amar de tu cuerpo ausente
esa pregnancia de lo que eras
sin estar tan estando siempre
nada en mí dice la desdicha de tu presencia inmutable
esa amargura de saberte horadando otros cuerpos
pero aun el mío
de cuerpo ausente
infeliz de los días
voraz en tus sombras
UMBRALES
Sé de tu infructuoso intento
por ocultar los umbrales
de tu paraíso.
Sé también que no te rendís:
caminás en tinieblas,
buscás a tientas charcos
que el sol no evapora.
Dudé en llamarte, en decirte:
Soy-yo-nunca-me-fui.
Pero la voz no engaña.
Me encontraste en la taza chorreante
de silencios y espera.
Bordabas el cielo con telarañas.
EL DESTERRADO
Camina por barriales con gesto que desdice
corazón roto, fragilidad de seda.
No sabe aún que la luna
augura el infinito a quien la adore
de día, cuando todos la olvidan.
Sus ojos de perro herido
piden perdón a la nada.
Centellas sus pies que huyen
hacia un mundo sin velas
sin sueños postergados
sin árboles caídos.
Y es así,
apocado y ruinoso,
suspiro de pocos,
desvelo de nadie,
el único que sonríe cuando llueve.
EL OLVIDO
Primero olvidé su voz
que es lo primero que parte.
Luego, sus manos, sudadas de espera.
La última luz de sus penas trajo
un recuerdo vano.
Se esfumó, como la espuma en la orilla,
como un aullido en la noche,
como una ilusión en la verja.
La sombra de su embrujo refulge en mi ventana.
Me invita a franquear los puentes quebrados
que ya conozco.