El amor de las máquinas
14:48
Llegará la hora, decía una voz desde la bocina.
Es tiempo de ajustar los engranes
de nuestra espalda; las luces rojas
indican peligro. Despierta muchacho,
atiende esa voz y mira
que hay detrás de todos esos cables.
Parpadeos mecanizados,
metales moviéndose lentamente.
Será momento de quitarle
el software al científico de gafas oscuras,
ya no es necesaria su presencia.
("Váyase señor, llévese su espíritu
gris
a su zona cero, su hija lo está esperando,
siempre lo han estado esperado y
usted
se empeña en llegar tarde
una y otra vez".)
Aún no estamos arruinados.
El frío metal
nos aleja,
le hace falta un poco de chispa
a mi máquina.
14:51
Es momento de apagar el aire acondicionado
dentro del cerebro.
Otra vez mi pensamiento se ha vuelto a
desenchufar.
14:55
Lo siento, pasó de nuevo querida,
sigo sorprendido que aún no pierdas la cabeza,
siento haberla bateado con un palo de béisbol.
Esta vez te salvó la bolsa de aire,
la próxima vez el futuro
ni sabrá donde estacionar su auto.
14:59
Cuentas el tiempo en ese rincón,
quieres que llegue el momento preciso,
—me apagaré—
la luz amarilla será la señal,
será tu turno;
te tocará batear.
La otra pared
En este cuarto frío
encuentro un agujero en la pared.
Intento ver qué hay del otro lado.
Mi mirada traspasa el pequeño túnel.
Veo un sujeto, se parece a mí;
creo está mirando por un agujero
en la pared.
Julio
César Rivera Andrade. (León, Guanajuato 1992).
Obtuvo el premio del Octavo
Concurso de Poesía Libre en León 2015 con
la obra ‘Catalejos’. Ha
publicado en algunas revistas y blogs literarios.