*
tenía
el querer apachuchado
estanques
en la sangre
mordazas
en el corazón…
y
llegaste como un idioma nuevo
vocales-cascadas:
multicolores
danzas
de miró
con
signos blandos, con signos duros
cargada
de consonantes sibilantes de viento
explosivas
y africadas… shshshshshsh
te
me prendiste a los húmeros
te
me subiste a la palma: erizo
sediento
de caricias
con
un verso en cada púa
llegaste
subrepticia
llegaste
herida
y
te me quedaste acurrucada
entre
la piel y los huesos
*
quiero
quererte siempre
mi
chico de pelo corto
con
tus porritos eternos
y
tus pantalones flojos
quiero
quererte siempre
mi
chico de grandes tetas
chiquitito,
masculino
mi
niño de ojos rasgados
lloradores,
azulinos,
de
manos estrechas que le huyen
escurriéndose
a las esposas, pero
no
a mis sogas de bombachas rotas
mi
chico doliente-desgarrado
mi
chico que ama las damas
mi
chiquito enamorado
borracho
pródigo adicto
mi
chico por el que vivo
quiero
quererte siempre
con
tus tacones altos
desflorado,
pidiendo, mío.
Estatuas
Ocho
mil guerreros de terracota
enterró
Qin Shi Huang consigo.
Ocho
mil guerreros, cada uno
único:
generales, soldados, jóvenes y viejos.
Ocho
mil guerreros que custodian
su
sueño eterno.
Cuando
yo me muera, no quiero guerreros:
quiero
ocho mil estatuas
de
vos: joven y vieja y amante y amiga,
ocho
mil estatuas con todos tus besos.
Te
quiero de ocho mil maneras,
todas
distintas,
por
siempre, por siempre en mis sueños.
El
molino a Dulcinea
tengo
las piernas mo/lidas
las
muelas gastadas
la
garganta que chírria /ando
ventrudo
de cangilones
y
de la espalda me salen
aspas
a contraviento…
tengo
un hidalgo loco
clavado
a fondo en las costillas
Los urutaúes
Venían
de noche los pájaros
fantasmas
al lecho
y
hacían sus nidos ralos
dentro
de mi pecho.
Eran
las bandadas grises,
que
aullaban, lloraban,
no
había en las plumas matices,
ni
en picos ni patas;
eran
pardos, abultados
y
se hincaban sepultados
en
mi sangre oscura;
se
movían como diablos
que
ulularan en vocablos
negros,
sin fisura.
Vienen
los urutaúes
hambrientos,
sedientos,
siempre
los urutaúes
como
un negro viento.
Son
las aves de la nada
reviviendo
espectros,
desovando
en la garganta
fétidos
y muertos.
Llora,
llora, urutaú,
mis
ojos no tienen luz.
Es
la noche el manto
mortaja
de un pozo frío;
con
ojos ciegos te miro,
pájaro
de espanto.
Vení
ahuyentalos, mi amada
de
los grandes ojos,
vení
como en la balada,
ya,
del Jabberwocko.
Vení
con tu espantapájaros
de
luz y caricias,
con
mis sueños en tus manos,
tu
piel y tu risa.
¡Ahí
viene, triunfal, mi amada,
con
su fulbrigante espada!
¡Pin-pun!
¡Un, dos, trúes!
Revoltijados,
maltrechos,
pálidos
huyen del pecho,
¡los
urutaúes!
Epidemia
El
mundo se contrajo
en
un espasmo.
Querida
Clara
las
estadísticas no mienten:
millones
mueren
en
España / en Estambul
en
Rusia China Londres Belice y Argentina.
El
virus se filtra por
la
piel
las
membranas oculares
los
tímpanos / viaja
por
las corrientes marinas
las
ráfagas ciclónicas
y
los deshielos polares.
La
semana pasada mató 1.000.000
de
ovejas patagónicas
también
encontraron peces muertos
río
arriba en un afluente
del
Amazonas
y
entre las peñas del Himalaya ya no queda
ni
un monje tibetano.
Leí
que parece que
su
ARN se reproduce a expensas
del
cadmio de los robots.
¿Los
mataremos? (El mío
me
da pena).
Y
el contagio es inmediato.
Le
detectaron una enzima
que
al contacto con el plasma
sanguíneo
produce
arsénico.
De
ahí la sensación de asfixia.
Aquí
el que puede se ha encerrado
como
allá
los
súper están vacíos
el
chino de al lado
no
deja de llorar.
¿Por
qué no estás conectada?
Tengo
miedo.
El
mundo es un edificio de apartamentos:
los
japoneses del quinto no hablan con nadie
los
nigerianos del segundo ni siquiera usan el ascensor
los
yanquis se compraron todas las unidades del séptimo
hicieron
un bunker
y
tiran sus cadáveres por el balcón
al
patio de los rusos.
Solo
los uruguayos pasean
por
los pasillos como si nada.
No
le temen a la muerte.
Querida
Clara:
tengo
el virus.
La
gente quema autos en las calles.
Prefiero
morir afuera
luchar
como Lin y Po.
Me
voy con mi robot. Le puse Michi, ¿te dije?
aunque
casi no tiene
partes
orgánicas.
Te
quiero. Siempre te quise.
Ojalá
no estés… Si no vuelvo / si podés
escribí
algo por favor
en
mi biografía: algo
que
quede para siempre en
el
ciberespacio.
Facebook
ya se ha vuelto un campo
de
epitafios.
La Boca
Invierno.
Por
la boca
del
Riachuelo entran
marrones
de río
las
aguas polares.
En
los canales se reflejan las ramas
desnudas
de los árboles que no fueron
anegados
por las aguas.
Un
bote fileteado en azul y oro
grita:
“La
única Venecia
en
Sudamérica;
aquí
abajo, bajo el bote,
yace
Caminito”.
Un
turista me saluda.
De
brazos cruzados
apoyado
en
la ventana desvaída,
lo
veo flotar y después perderse
tragado
por la bruma.
El
policía antimotines
del
puente de enfrente
clava
en
el cañón los dedos
y
en el gatillo
como
una estatua.
Nada
se parece al rosa brillante
del
lago Retba
donde
íbamos por sal
de
chico con mis primos
en
Senegal.
Eugenio
López Arriazu. Ha publicado los poemarios La revuelta (2017), La reja (2017),
Los urutaúes y otros poemas de amor (2018) y el ensayo Pushkin sátiro y
realista, la influencia de la sátira en el realismo de Alexandr Pushkin (2014).
Colaboración:
Luisa Isabel Villa Meriño