Yo no he elegido la literatura, sino la poesía. No son la
misma cosa. La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una
manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental
entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos
permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad, la literatura es la
construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias
están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía
es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos
acerca de nuestras necesidades fundamentales. No es un lugar para
divertimentos, ni de la experimentación existencial: es el lugar de la exigencia
de la responsabilidad.
La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía
es una manera de despertar la palabra.
Recuerdo que fui
golpeado profundamente por la relación que aparecía entre la palabra y la cosa.
Tenía la sensación de que la palabra era la embajadora de la cosa, su
representante entre nosotros. Es mi primer recuerdo sobre la experiencia del
lenguaje. En ese momento comprendí que la poesía ejercía esta relación con la
palabra. Después encontré, en los poemas que nos hacían leer, que existía un
ritmo, una música dentro de los poemas, que no era inherente a las
conversaciones, sino que existía solo en la poesía. Así consideré que mi
destino era practicar ese ritmo que hacía que las palabras entraran en contacto
con el mundo.
La poesía está para recordarnos que todas las palabras,
incluidas las que usamos automáticamente, o tanto que parecen gastadas y poco
relevantes, son las responsables de la realidad. Para nosotros es importante la
existencia de una tierra, suficiente, benéfica, que nos permita dar un sentido
a nuestra existencia, que nos permita estar unidos en un lugar donde exista la
vida, aunque por momentos resulte surreal. Diría que la poesía habla solo
acerca de eso, en esencia. Fundamentalmente la poesía debe decir: ‘Existe una
Realidad’, debemos ser parte del mundo, no debemos dejarnos llevar por esa
distracción que nos hace aceptar nuestras existencias como algo abstracto, o
resignado a la irrealidad. ¡La poesía es aquello que exige la existencia del
mundo!
El medio ambiente de la Tierra vive amenazado. La lectura
de poesía nos regresa a la capacidad fundamental, una apertura si se puede
llamar así, de recentrar nuestra atención sobre el lugar terrestre como tal.
Ahora en que muchas de las especies desaparecen, en que el aire está
contaminado, en que la población es tan numerosa que no hay suficientes
recursos, es necesario tomar conciencia de nuestro papel, y el papel de la
poesía es facilitar esta toma de conciencias. Necesitamos una voz profética que
anuncie los desastres y despierte la conciencia.
En las dudas de Hamlet, en sus angustias, es donde la
modernidad encontró su suelo más fértil.
Lo que ha ocurrido es que el sistema educativo ha tenido
una preocupación sociológica, científica y psicológica que ha desviado la
atención de esta relación que la palabra poética establece con el mundo. Se ha
cambiado la experiencia poética directa por la explicación del poema y esa
reflexión académica ha dado paso a una situación en la cual la poesía no puede
respirar. He ahí el problema con la recepción de la poesía.
La poesía hace acercamientos más profundos a la condición
humana, a lo que sabemos y está detrás. Las grandes obras de la poesía se han
arriesgado mucho antes por los laberintos de la conciencia nuestra. En las
dudas de Hamlet es donde la modernidad encontró su suelo más fértil.
Existir, pero de otra forma, y no en la superficie de las
cosas, en el meandro de los caminos, en el azar: como un nadador que se
sumergiese en el porvenir para emerger luego cubierto de algas, y más ancho de
frente, y de espaldas.
Es la relación con el otro la esencia del pensamiento
moral
La sociedad sucumbirá si la poesía se extingue.
2
de diciembre de 2013.
Auditorio
Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara