CARLOS MANUEL VILLALOBOS

 

Picasa


La costurera

Ella enhebra la saliva. 

Ella mide y traza con la tiza un pájaro en la tela.


Su ojo cruza el ojo de la aguja.

y ata el viento a la bobina.


Luego corta. Luego une. Luego pega.

Luego corta. Luego une. Luego pega.


La tijera es un baile de muchacha sobre el hielo.

La tijera es un reptil hambriento que corre por el llano.


Luego corta. Luego une. Luego pega.


Su Singer de pedal anda por la tela 

con los labios apretados.


Su Singer gime a todo grito su trabajo.


Su Singer gime a toda máquina 

las ganas de un abrigo.


Luego corta. Luego une. Luego pega.


Ella sabe la puntada que lleva la costura de los sueños.


Ella sabe remendar el alma 

cuando se hiere con las púas de la tarde.


Luego corta. Luego une. Luego pega.


Ella cose guiños y recatos.

Cose el silencio y las palabras.


Ella cose el ruedo de un suspiro.

Ella cose los ojales de un secreto.


Ella cose las sisas que ajustan unas manos a la piel.


Luego corta. Luego une. Luego pega.



La conjura de Belén


No caben más heridas 

en la punta del cuchillo.

No caben más garrotes

en el cráneo de los rebeldes.

Estos muertos

no cabrán nunca en su ceniza.


La conjura de Belén fue terrible.

José de Bustamante y Guerra

le sacó las vísceras al día

antes de que alumbrara el fuego. 


 La conjura de Belén fue terrible.

Condenaron a la horca un río 

antes de que el mar se lo tragara. 

Le arrancaron las pupilas 

a San Carlos de Borromeo.

No hubo suficiente tinta 

para imprimir en el aire

las palabras de esta noche. 


Ni siquiera las piedras pudieron 

esconder su nombre. 

Ni siquiera los barcos viejos 

pudieron encontrar la costa. 

 

Veamos. 

Era 28 de octubre de 1813.

Un círculo de escribas se tatuaba lanzas rojas

en la punta de la lengua.

En la celda de un convento 

los curas hacían relojes

con pólvora de Dios


La conjura de Belén fue terrible.

Del otro lado también estaba el ojo del Espíritu Santo

y el palio del obispo que ladraba 

con la Biblia abierta.


La conjura de Belén fue terrible.

Los insurgentes se vistieron con su propia sombra.

A unos los mataron con las sogas del infierno

a otros les dieron a beber las letras del desierto.


Esa noche los rebeldes

se tuvieron que comer sus propios huesos. 



Exhumación


Exhumo pedazos de mí mismo en la tumba

de los nombres. 

Soy el epitafio que escribieron los abuelos,

el color que no pudieron

borrar los homicidas.


Por este árbol 

sube el tiempo a preguntar 

si ha vuelto a nacer un río.


Soy ahora el que sigue,

el que lleva a cuestas la palabra,

el heredero que carga la ceniza

de esta casa



                                                                     El río se inclina hacia su sed.

Gloria Gervits


El alambique


El río escondía un alambique 

donde mi padre fermentaba rencores 

a escondidas de la ley

Entonces a esta sed la llamaban saca 

y al agua que ardía

simplemente

contrabando.  


Ambos 

-agua y hombre-

destilaban sus secretos bosque adentro.


Cuando estaba a punto de nacer 

el duende que emborracha al río 

se lanzaba sobre sí mismo 

y se tragaba entero.


Mi padre le decía hermano 

y el río le juraba por Dios que si moría antes vendría por él 

para sentarlo a su derecha.


Mi padre enyugaba guerras para pelear con lo que fuera 

y el río 

sentado en su ceniza

se deshilaba las manos para jurar que sería el ángel de la guarda.  


Un día llegaron de repente los cascos de la justicia. 

Traían en un papel las aldabas de la culpa.


El río 

del susto

fingió que era un muerto de nadie tirado en el camino. 


Mi padre no tuvo tiempo de espantar el miedo.

De camino a la prisión confesó que era suyo el alambique.


De todos modos

quién le habría creído

que ese cadáver de agua

oculto bajo el río

también hablaba solo.



El evangelio de las brujas



No. No fue la primera oscuridad de Dios.

No fue la herida que llamó a la muerte. 


Diana fue la primera luz de los profetas,

la primera sed que da la sal cuando amanece.


No fue fácil esconder la sangre de mujer en los silencios.

No fue fácil negarle el deseo al labio de la piedra.


Lucifer, su hermano, lo supo demasiado tarde.

Quiso matarla con las misas de la culpa,

pero Diana fue siempre más astuta.


Ahora ella es el ojo de un felino,

el caldo de las ollas,

y la yema de las llamas. 

 

Es ella la que corta yerbas para amar.

Es ella la que sube por los montes en busca de la llaga.


Los hombres que cortejan a la muerte la buscan para hacerla suya,

pero Diana es siempre más astuta.


Los barcos de los mares puritanos

prefieren la deriva que los puertos donde duerme Diana.


Los curas de los templos ebrios

la buscan con los perros más borrachos. 


Pero Diana es siempre más astuta. 


De su lengua de partera es hija Aradia.


La niña también sabe cocinar 

las uñas de la noche,


también sabe vestirse de sueño

cuando llegan los que duermen. 


Madre e hija son la misma abeja 

y el mismo hilo de las ruecas.


Son las hojas de un árbol que lo sabe todo: 


El evangelio de las brujas. 




Misterio


Este río es un largo trago que baja

callado

por la garganta del pueblo.


Va en un caballo casi muerto que le heredó la lluvia.


Lleva en ancas el espantapájaros del sueño

y en el hilo de su cauce 

la aguja 

espeluznante 

que enhebra el infinito.




Carlos Manuel Villalobos, Costa Rica, 1968.  

En poesía ha ganado el Premio Internacional Dolors Alberola, España (2022), el Certamen Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica (2014), el premio Editorial de la Universidad de Costa Rica (1999) y el Arturo Agüero Chaves (1993). En el género de cuento obtuvo el premio UNA-Palabra (2019).

Entre sus publicaciones literarias están Fosario (poesía, en prensa); Un río sonámbulo (poesía, en prensa), Curación de la locura (2020, cuento) Altares de ceniza (España 2019, poesía); El cantar de los oficios (2015, poesía); Trances de la herida (México 2015, poesía); El ritual de los Atriles (2014, disertaciones); Insectidumbres (2009, poesía); Tribulaciones (Guatemala 2003, cuento), El primer tren que pase (2001, poesía); El libro de los gozos (novela, 1era. ed. 2001, 2da. ed. 2019); Ceremonias desde la lluvia (1995, poesía) y Los trayectos y la sangre (1992, poesía). 

Es doctor en Literatura Centroamericana, máster en Literatura Latinoamericana, licenciado en Periodismo y profesor en la Enseñanza del Castellano y la Literatura. Se desempeña como docente en la Universidad de Costa Rica, donde imparte Semiótica y Teoría Literaria. En esta institución ha fungido como vicerrector de Vida Estudiantil y director de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura. Ha dictado cursos en universidades de Estados Unidos, México y España, y ha participado como escritor invitado en festivales literarios en España, Alemania, Egipto, Marruecos y en diferentes países de América Latina


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