ÁLVARO LUQUÍN

1
Él dijo: tus muertos me la pelan.
Aún son en distancias horrorosas,
como el fantasma que a lo lejos se esfuma
y luego sueña estrategias de sangre.

¿Sabes lo que es colgarse?

2

La fuerza de este suero es el roer más suave
y triste en su último destello.

Con el álbum de fotos carcomidas
sola, desaliñada vaga por el cuarto
y el horror del siglo come de su entraña.

Hay manos deslizándose hasta el pubis
sus ojos trepan y descienden pabellones.

La vemos fuera de la sala deambular
como algo muerto dentro de nosotros;
él dijo que saldría intacto y sin usar los mecanismos
de emergencia.

Cuando el doctor termine de ver el noticiero dile:
observe los fantasmas que orbitan en la cuna
y que su error le sea placentero.

3

                           Estoy cansado de estar muerto y ser
                                                                 Juan Eduardo Cirlot

¿Se fue en el fragor que soltaste al parirlo?
Tiene miedo, está en la misma de siempre.
Por esa cuestión es la distancia
y tiembla cuando apareces.


4                      


a Javier Sicilia  

Hay un intruso en las campanadas
que deja entrever la tiranía de sus cifras.

Es el que duerme musitando al cero.

5

Tiene el rostro de un tiempo sin bultos linfáticos
y su chica te ruega seas el último intento.
Muerde sus pechos; antier fueron tuyos.
Sucio y fuera de ritmo compón su extrañeza
elije entre ver, actuar y ofrece tu miembro de regalo.
Sé el juguete que siempre buscó para deformarse.

6

En el centro del frío
el error de los vientos te lleva a la sombra
donde enarbolas hijas de humo.

¿Recuerdas a la que es deseada por las bestias?

Abandonada en la alcoba
en la pavana de niñas borrosas
¿podrás concebir la respuesta?

La espalda rasgada no aclara el misterio.
7

Se desplaza por circuitos medidores
y surge del interruptor.

Primero un punto que fibrila
y luego se expande, inmensa pantalla,
genera escalas luminosas
y retorna de improviso
al modo de silencio.

8

Ah, cómo diablos pudo pasar,
te insustanciaste en el plomo de Junio.

No lo tomes personal,
en tu magnitud ya no hay segunda vuelta,
no después de la aventura
y peor si ahondas en su laberinto.

Márchate, no puedo hablar más,
para mí es suficiente
ser el excéntrico de la familia.
9

Pues sí, Kristeva, fui abyecto
pero aquella mosca andaba echando cabras
por eso la machaqué.

Fue en público y, lo acepto, repugnante.

¿Qué más hacía? Agonizaba, temblaba odiosa
y todavía quiso dejarme en custodia
sus últimas larvas.

10

Llegó muy tarde
pero aun así fue a recibirlo
sin mostrar el mínimo enfado.

Y qué sorpresa la suya
al verlo cruzar con un hombre
idéntico a él.

Para evitar el amancebamiento
lanzaron una moneda al aire
y al caer se les perdió.



Álvaro Luquín 

(Guadalajara, Jal.; 1984)



(Los poemas pertenecen a “Panóptico” próximo a publicarse en Bonobos)
Los poemas son enumerados con el objetivo de marcar su inicio.

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