KARINA CARTAGINESE





La manera de acercarse buey deviene solo sin más
que un ojo deletreando sin memoria
instantáneo demorar.


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Relincha en mi cabeza, el humo del cigarrillo que alguien fuma en otro lugar. Por la grietas del insomnio, un tigre bonsái se afila las uñas en las puertas de la madrugada, queriendo cazar los pájaros que revolotean en mi mente. Se volverán ovejas a la hora de la siesta cabalgando hacia el atardecer. Para la noche guardo un ojo felino y un sahumerio. 

Fuga de buey

Ramificaciones fluorescentes de flores parpadean la pradera de un sol girando en sentido contrario brota un rayo hacia la tierra y germina latidos en una distorsión del camino sonidos de sexo electromagnético descampan lo carcomido en el caracú de un  hueso xilofón un pájaro hace nido en las ramas luminosas clarividentes de la veracidad voraz del silencio que se verifica nómade de sentido y alterna el altar para despuntar la puntería rizomática se bifurca en la fruta y en la flor libada por el ojo manso.

Mu

La neblina destiñe el sueño de las vacas huesos de la dalia de Dalí ganados en las apuestas clandestinas de los ojos el truco fuera de foco y el mago desaparece dentro de las fauces oscuras de un león de luz o del flash de una cámara que quiso fotografiar los fantasmas de la sopa madrugada en el desayuno de las letras la leche es una mezcla de anilinas arcoíris y colibríes por el pasto ruedan cascabeles hechos con cráneos diminutos entreteniendo el insomnio de los gatos que escriben por las noches solo quedan algunas manchas en blanco y negro y la papa de una dalia para plantar en un jardín.

Licor brillantino

Se durmió entre las flores, entregó al suelo retazos de su cuerpo, que cada tanto cambiaba de lugar. La humedad de las lluvias le emborrachaba los pulmones y las raíces. Se lamía el tiempo en el cuerpo. Loma felina se desperezaba y ronroneaba hasta la hipnosis. Recibía abrazos que la exprimían como naranja dulce. Cuando escuchaba el murmullo de los brotes, pujando desde el útero de la tierra, o el deslizar de los hilos enhebrando nuevas anatomías, ese era el día. El día del baile. Del baile y la cosecha. Y ella era, su semilla. 

Sobre la autora:

Karina Cartaginese (Argentina, 1971). Es bailarina y poeta. Publicó los libros Ellas (Ediciones La Parte Maldita, 2013) y Nos comenzamos (Huesos de Jibia, 2016);  las plaquetas de poesía Dedicados (Ed. independiente, 2017) y Brevas (Taller Perronautas, 2017). Participó en las antologías Ama-Zonia 3.0 (Pájarosló Editora, 2008), Pájaros en la frente (Pájarosló, 2011), Exit 75 (proyecto Tori Amos, 2015). Textos suyos se encuentran en diversos sitios y revistas literarias como Transtierros, Lak-Berna, Vía Combusta, El Infinito Viajar, Zorzalita, La Avispa, Siete Borreguitos y Tendé, entre otros. Varios poemas suyos fueron hechos canción por Valeria Pagola y Maxi Silva.

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