JOHN ASHBERY





POEMA


El sol viaja todo el día,
luego se oculta.

Vamos a usar tus zapatos,
pues ya casi son viejos.

Desde su regazo inescrutable,
un pollo con una pata de madera da su cara al mundo.

Toda esta gente corre en círculos.
Me pregunto qué hacen en tiempo real.

Traducción: R. Círigo


EL QUE AMA Y HUYE


La mala noticia es que el barco aún no llega;
la buena noticia es que aún no zarpa.
Lo siguen cargando nativos con sombreros cónicos
sobre sus cabezas. Aquí vienen los transistores,
plátanos, durián (fruta que, se dice, tiene olor nocivo),
mamilas, fotocopiadoras y recuerditos,
¡unos tan gloriosos! Nada útil, excepto llaveros,
relicarios que necesitan adornarse, una pelota para meterle vida.

Sin embargo, es difícil no imaginarse la pérdida.
Pienso, aunque no puedo estar seguro,
que todo esto se está sumando a mi cuenta.
¡Ay de nosotros! Nunca vamos a pagar,
aun así, ni en un millón de años.
Todo es promesa.

Demasiado tarde, actuamos fuera de las rimas necesarias,
tipos honestos, temerosos de Dios, que exhiben el trasero,
ansiosos por aceptar la mano que el destino les deparó
y jugar con ella. Ahora, la tristeza café es la librea
correcta para cuando salimos. Es importante
encontrar una copia de la reproducción y enviársela
o revendérsela, “y con leche”.2
Eso era lo más agradable que tenían, feliz cumpleaños.

¿Por eso recibiste un mandato?
Porque me gusta más aquí, cerca del centro.
Te sientas en el sofá.
Toma un vaso de algo.
Vas a oír una ciudad.

Traducción: R. Círigo


VERANO

 Ahí está ese sonido como viento
Olvidado en las ramas que significan algo
Nadie puede traducir. Y ahí está el aleccionador “más tarde”
Cuando tú consideras lo que una cosa significaba, y lo anotas

Por lo pronto la sombra es abundante
Y difícilmente vista, dividida entre las ramas de un árbol,
Los árboles del bosque, justo como la vida es dividida
Entre tú y yo, y entre todos los demás

Y lo hallándose en etapas siguientes
El periodo de reflexión. Y de repente, estar muriendo
No es ligero o conocido o poca cosa
Solo usado, el calor inaguantable


Y también las pequeñas construcciones tontas sobrecargan
A las fantasías que hicimos: verano, el ovillo de agujas de pino
Los destinos inciertos dados a nuestros actos con sonrisas  simbólicas
Llevando a cabo sus instrucciones muy exactamente

-Muy tarde para cancelarlas ahora- , y el invierno, el trinar
De las estrellas frías en el cristal, que describe con amplios gestos
Este estado que no es tan grande después de todo
El verano implica descender como una escalera empinada

Hacia una estrecha cornisa encima del agua. ¿Esto es todo, entonces
Este consuelo metálico, estos tabúes razonables,
O lo que quieres decir cuando lo dejaste? Y el rostro
Se asemeja al tuyo reflejado en el agua

Traducción: S. Camacho


EL FUTURO DEL BAILE

¿A quién nos dirigimos?
Según quienes sean, los niños
trabajan en los campos. Las vacaciones
están a la vuelta de la esquina
y ellos esperan que la vida siga igual
muchas mañanas seguidas. Date prisa, máquina de coser,
y logra sin tardanza lo que se espera de ti.
Los peces saltan parcialmente fuera del agua. Y el aire es nuevo.

Antes, ilustres forasteros nos abordaron
(según quienes sean) y nos invitaron a sentarnos
para escucharles como se escucha un cuento. Y en el cielo,
fuentes caídas nos regaban los pies
mientras su historia farragosa lubricaba los aires
y las parras que en ellos se removían.
Nadie espera que la vida sea una sola aventura,
y sin embargo, a la inversa, nos sorprendemos cuando se vuelve decepcionante,
como suele pasar con las historias cuando el contar va más rápido
que la situación. Date prisa y duerme,
es lo que sugiero. Y si resulta solitario,
la canción no se habrá marchado para nada.

Bosquecillos pintados hacen más por la destreza
que minaretes y azoteas. Las bicicletas reviven los paisajes
a los que ponen banda sonora. Mejor un acordeón
silencioso que un coro de arpas, ya sea en un sentido
u otro, gotas de cristal sollozante
que se quedan colgadas tan pronto la noche urde su clima.
Las escenas más anodinas eran siempre las más lejanas,
pero estas hojas que se fruncían en nuestras manos,
higo y ortiga, sobreviven en un surco del tiempo
que los relojes no pueden deshacer, ni la fortuna saquear.

Traducción: Jordi Doce



John Ashbery fue un poeta, escritor, profesor universitario y periodista estadounidense (1927 – 2017)

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