HÉCTOR VELOSO ESPINOZA










PUÑALES

Los recuerdos mentales transgreden la lógica.
La necesidad humana se enfrenta con el sabio destino.
Te indican los designios, 
Te muestran los caminos.
Los recuerdos vencen, 
Arrasan, ocupan tu presente.
Y vuelves, siempre vuelves, 
Y acaso, ¿tiene algo de malo?
Y te llaman y te odian, 
Y tú regresas porque así eres:
¿Un valiente o un cobarde?
Retornas por utopías. 
Te resistes a seguir avanzando sin rescatar el polvo de las imágenes.
El olor a humedad podrida.
El talento no trabajado.
Los amores malditos.
No te importe, no reniegues, no avergüences, no des tregua.
Retorna, atrás están los momentos perdidos,
Los segundos sin reloj,
Los terremotos sin onda expansiva.
Regresa, ¡vamos!, allí estarás bien;
En la muerte, en la soledad, en la lujuria, en los horrores.
¡Vamos!, ¡camina!, apura el tranco, 
Ya te están acariciando…
Con puñales.


FE EN LA PALABRA

Es solo un hilito, 
Transparente, 
Enjuto, 
Desgarrado.
Solo un hilito 
Que sangra por los costados.
Es un violín adictivo produciendo miel emocionante.
Es un hilito de acero sombrío
Que hiere a quienes no acostumbran 
A derramar recuerdos.
Es solo un hilito de fuego, 
Suficiente para incendiar tu vida.
Es solo un hilito de alma
Bañado con pinturas de látex lumínico.
Es sólo un deseo sin precedentes.
Un ser orgánico desenmascarado por su vergüenza.
Un sentido y lúgubre homenaje a la candidez,
A la necesidad de conseguir la llave 
Para acceder al antídoto, 
A ese preciado momento de alivio absoluto.
Ese pequeño hilito de sustanciosa Fe en La Palabra,
Nada más que en La Palabra.



SEDADA

Faltaban solo doce horas y tú seguías sedada como sombra de luna llena.

Creo que toqué el útero de la muerte mientras violines agónicos explotaban disonantes por tus pulmones cansados.

Sé que me escuchaste,
Sé que me sentiste,

que
estabas
sonriendo.




EL DÍA EN QUE LA MUERTE NO FUE CAPAZ DE MATARME

En el suelo de las sílabas
Encontré un golpe feroz en mi rostro.
Estaba en el bosque, 
Era de noche.
Las sílabas no se sostenían.
Por momentos, 
Los corvos asesinos
Se clavaban en mi piel 
Más allá de lo soportable, 
Rebanándome la cabeza de Mamut lanudo
Las venas bailaban como hilos de títeres.
A lo lejos, observé al lobo hambriento, 
Aullando, muriendo de hambre.
Se acercó cual meteorito a la atmósfera, 
Arrancando de cuajo.
Tendones y uñas que encontró a su paso.
A mí sólo me maldijo.
Escapó y nunca más lo vi.
Cuando sangraba tenía la esperanza.
Algo había en mí, 
Algo que no podía imaginar,
Pero que me hacía ver el paraíso:
Quería decir basta, 
Gritar, dejar de mentirle al mundo, 
Ya era suficiente.
Fui yo mismo quien se dejó agredir. 
El olor de mi sangre
No es la que prefieren los lobos.
Soy carne de insectos coloridos, 
De arañas nuevas y vírgenes. 
Algún día, algún día
Podré gritarle al viento tibio 
Que la muerte no fue capaz de matarme.




EL CÍRCULO DE PÁNICO

Oí la frecuencia
Mientras viajaba por el mar 
En un barco de tiza.
Era clara, 
Era un susurro feroz
Destruyendo mis tímpanos.

Vi el final en un dispositivo de cera, 
Vi tu cuerpo retirándose del jardín,
Vi el indicador electrónico con la palabra vacío.
Con el fin del alma.
Toqué tus ojos en una marea sorda, 
En un espacio perdido:
Estábamos muertos, 
Todos muertos.
Y tú reías.
Y fue entonces cuando resucité cuatro veces 
Mirándote a los ojos.
Tuve en mis manos el desfibrilador sagrado.
Pero hui.
Nadé por el fuego, 
Por una parte de la carne.
Conté los minutos en un cadáver de cuarzo.
Era inútil avanzar, 
Era enorme el muro, 
¿Tú lo habrás montado?, 
Pero no me rendí, 
Estaba solo en la tierra
Buscando la orientación.
Y encontré el cañón profundo.
Me lancé sin alas delta.
Sin paracaídas, 
Sin paraguas verde, 
Sin ti, sin ella, sin nadie.
Sin la cabeza, sin mi espíritu.
Volé sin tiempo, sin escuchar, 
Sin sentir, sin mirar.
Sólo volé hasta el comienzo.
Volé hasta el último escondite del hombre bueno.
Haciala cueva galáctica del silencio
En la terraza del más acá, 
Donde sólo el miedo puede retumbar en la piel.
Volé tanto que toqué suelo 
Y llegué a la puerta blanca.
Llegué a la grandiosa puerta blanca. 
El principio del sol.
El rincón donde me espera la guardia real.
Caminé dos pasos, luego cuatro, luego seis, luego mil.
Caminé menos, caminé más.
Y allí estaba
El espíritu blanco, 
Con la túnica de marfil:
Me abrazó, me quiso ayudar.
Al principio escuché su mensaje de miel cruda, 
Pero empecé a resistirme y entendí de males, 
De miedos, de yerros.
Entonces empecé a descender con alas de mujer:
Con piel de ocaso
-Esto ocurrió hace mil años-,
Me indicaron los buitres del suelo. 
Seguí descendiendo a la estratósfera.
Vi pasar un pequeño llorando.
Vi pasar al caballo de mi nacimiento.
Y nuevamente comencé a oír la frecuencia:
Clara, conciliadora, metódica, cristalina.
Sonó el timbre que me indicaba nada.
Los latidos confusos en la tina de baño.
Oí que me pedías jugar.
Pregunté quién eras.
Pregunté por qué.
Pregunté para qué 
Y luego dormí intensamente,
Sin sueño, sin cansancio, sin hambre ni sed,
En el país de los espantos
En mi adorado 
Círculo de pánico.   


Sobre el autor:


Héctor Veloso Espinoza es periodista, escritor y poeta, nacido en Concepción en 1977. Comenzó algunos de los textos que conforman su primera publicación “Puñales”, en enero de 2000.
Este primer libro, fue escrito entre 2000 y 2018, contiene 44 poemas inéditos en 70 páginas. Fue editado por Antros Ediciones, lo que marca el debut de una editorial especializada en poesía.
Tras residir en Madrid durante 2003 y 2004, desarrollando un máster en Comunicación en la Universidad Complutense, consolida su pasión por la poesía, escribiendo varios poemas de su ópera prima presentada en diciembre de 2018.
Al volver a Chile y deambular anónimamente por talleres y lecturas poéticas, se integra como miembro del Colectivo de Poetas Penquistas “Cóctel Lírico" durante 2016 y 2017, etapa en la cual participa de la publicación del compilatorio de dicha agrupación titulado “Cóctel Lírico. Poesía Menor de Adolescentes Tardíos”.
Actualmente integra el Grupo Literario: “Poetas Curvos”,integrado por Rodolfo Pérez Luna, Nicolás Barría y Enrique Giordano. Dicha instancia está inspiradaen el poema de Jesús Lizano, “Personas curvas”, que apela a la divergencia del ser y del pensamiento habitualmente domesticados hacia la rectitud, contra la naturaleza de un universo que se expresa de maneras sinuosas.


Colaboración: Sara Montaño Escobar


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