SAMUEL BECKETT

ASCENSIÓN

A través de la rendija
aquel día en el que un niño
pródigo a su manera
regresa a la familia
escucho su voz emocionada
comenta la copa mundial de futbol
siempre demasiado joven
al mismo tiempo por la ventana abierta
los aires sin más
sordamente
el oleaje de los fieles
su sangre salpicó con abundancia
sobre las sábanas sobre las plantas sobre su cuerpo
con dedos repulsivos cerró los párpados
sobre los grandes ojos verdes asombrados
rueda ligera
sobre mi tumba de aire.

LA MOSCA

Entre la escena y yo
el cristal
vacío salvo ella
vientre a tierra ceñida por sus negras tripas
antenas locas alas enredadas
patas curvas boca succionando en el vacío
golpeando en el azul estrellándose contra lo invisible
impotente bajo mi pulgar
trastorna al mar y al cielo sereno

ANFITEATRO DE LUTECIA
Desde donde estamos sentados más arriba que las gradas
nos veo entrar del lado de la Rue des Arènes,
dudar, mirar rápido, después pesadamente
venir hacia nosotros a través de la arena sombría,
casa vez más feos, tan feos como los otros,
pero mudos. Un perrito verde
corre por la Rue Monge,
ella se detiene, lo sigue con la mirada,
el perro atraviesa la arena y desaparece
tras el pedestal del sabio Gabriel de Mortillet
Ella se da vuelta, yo ya me he ido, asciendo solo
los escalones rústicos, toco con la mano izquierda
la rampa rústica, es de cemento. Ella duda,
da un paso hacia la salida de la Rue Monge, después me sigue.
me estremezco, soy yo quien se reúne conmigo,
ahora miro con otros ojos
la arena, los charcos de agua bajo la llovizna,
una niña arrastra un aro,
una pareja, quien sabe si unos enamorados, tomados
de la mano,
las gradas vacías, las casas altas, el cielo
que nos alumbra demasiado tarde.
Me doy vuelta, estoy azorado
de encontrarme ahí su triste rostro.

MUERTE DE A. D.
Y ahí estar todavía ahí todavía ahí
apretado a mi vieja tabla carcomida
de días y noches ciegamente triturados
de estar ahí de no huir de huir y estar ahí
inclinado hacia la confesión de un tiempo agonizante
haber sido lo que fue hace lo que hizo
de mí de mi amigo muerto ayer la mirada brillante
los dientes largos anhelante en su barba devorando
la vida de los santos una vida por día de vida
reviviendo en la noche sus negros pecados
muerto ayer mientras que yo vivía
y estar ahí bebiendo más alto que la tormenta
la culpa del tiempo irremisible
agarrado a la vieja madera testigo de partidas
testigo de retornos

QUÉ HARÍA YO SIN ESTE MUNDO SIN ROSTRO SIN PREGUNTAS
donde ser no dura sino un instante donde cada instante
gira en el vacío en el olvido de haber sido
sin esta onda en donde al final
cuerpo y sombra se confunden
qué haría yo sin este silencio abismo de rumores
jadeando furioso hacia la salvación hacia el amor
sin este cielo que se eleva
sobre el polvo de su lastre
qué haría yo haría como ayer como hoy
mirando por mi rendija si no estoy solo
para errar y alejarme de toda vida
en un espacio falso
sin voz entre las voces
encerradas conmigo


Samuel Barclay Beckett, (1906-1989). Dramaturgo, novelista, crítico y poeta irlandés, uno de los más importantes representantes del experimentalismo literario del siglo XX
Traducción: Rafael Pérez Gay




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