PARAÍSO EN OBRAS
¿Subes?
Me he calzado las botas de siete leguas
Me he calzado las botas de siete leguas
y aún hay sitio en mi viejo
zurrón
para algún animal extraviado.
Tenemos todo el tiempo del mundo
para
perderlo en relojes que atrasan;
conocemos
la mecánica del desgaste,
el
óxido de las buenas costumbres,
la
solidificación de los días idénticos;
las
palabras gastadas ya las sabemos.
Te
ofrezco el azar, lo que tiembla
dentro
del corazón de los niños,
unos
pocos momentos fugaces
de
algo parecido al amor y un pack
de
una estancia para dos en mis sueños.
Te
entrego la incertidumbre, la víspera,
lo
que aún no está aquí,
lo
que no tiene sombra,
el
fruto del árbol del Bien y del Mal,
la
trampa exacta del nosotros.
Sube:
perderemos juntos el paraíso.
(poema inédito)
(poema inédito)
ELLA
Dentro de su pecho encontré
un tren de juguete a escala real
y un tren de verdad a escala de juguete,
el secreto de la invisibilidad, mi retrato
tomado dentro de diez años,
dos plumas de un animal muy antiguo
que empolla en las tardes de tormenta,
un camino directo al infierno
y otro indirecto al paraíso,
una cascada japonesa del tamaño
de una lágrima a punto de caer,
siete veces siete los jadeos de una virgen
vertidos en su noche de bodas,
un antídoto contra la mordedura de poetas
y un saco lleno de dientes de ajo,
la viudez de una alondra en el cielo,
trece centímetros cuadrados de sábana usada
y el olor de las borrascas que caen
a diez mil millas de aquí.
Para atravesar la noche de sus ojos
tuve que gastar una cerilla: tenía
la terca consistencia de los huecos.
Nunca supe comprenderla.
Cuando pronuncié su nombre, desapareció.
Cuando pronuncié su nombre, desapareció.
(inédito poema)
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FINAL DE LOS CUENTOS
¿Quién eres tú?
Yo soy el naipe descartado en tu baraja,
y el as desbarajado entre tus naipes,
y el gato sin cuerpo que sonríe,
y el cuerpo sin gato que se busca,
y la oruga que fuma y deletrea,
y el conejo que escapa de la muerte.
¿Quién eres tú?
Yo soy un personaje de tus sueños,
pero puedo aprender nuevos papeles
si dejas de seguir leyendo por las noches
este viejo cuento que no acaba,
y dejas de avanzar entre las páginas
de su absurdo país de maravillas,
o llegarás a ser la reina de mis corazones
y acabaré perdiendo entonces la cabeza.
(inédito poema)
SOLO LAS BRUJAS MALAS SON FEAS
No he llenado un barreño de
recuerdos
para que vengas tú a vaciarlo
con la cuchara hambrienta del olvido.
Comprende que son muchas las baldosas
amarillas pisadas hasta aquí
y pocas son en cambio las que quedan,
aunque esas no las pisen ya tus pies,
descalzos de chapines y de sueños.
para que vengas tú a vaciarlo
con la cuchara hambrienta del olvido.
Comprende que son muchas las baldosas
amarillas pisadas hasta aquí
y pocas son en cambio las que quedan,
aunque esas no las pisen ya tus pies,
descalzos de chapines y de sueños.
No llegamos a Oz para perderlo.
Tú puedes irte lejos cuanto quieras,
pero ésta que aquí queda es más que tú,
es la esencia de ti que yo he robado.
Por mí puedes marcharte en este instante,
volver de nuevo a Kansas o a Bagdag
o a casa en el tablero del parchís:
ya es otra quien gobierna con tu nombre
en el país secreto en que la magia
consiste en creer que todo es posible
todavía, aunque ya nadie pronuncie
las mágicas palabras del hechizo.
Saber que todo ha sido y seguirá
siendo una y otra vez el mismo cuento
del que ya nuncanunca se regresa,
dentro del corazón inoxidable
de tu hombre parasiempre de hojalata.
pero ésta que aquí queda es más que tú,
es la esencia de ti que yo he robado.
Por mí puedes marcharte en este instante,
volver de nuevo a Kansas o a Bagdag
o a casa en el tablero del parchís:
ya es otra quien gobierna con tu nombre
en el país secreto en que la magia
consiste en creer que todo es posible
todavía, aunque ya nadie pronuncie
las mágicas palabras del hechizo.
Saber que todo ha sido y seguirá
siendo una y otra vez el mismo cuento
del que ya nuncanunca se regresa,
dentro del corazón inoxidable
de tu hombre parasiempre de hojalata.
(poema inédito)
LA CIUDAD PERDIDA
Con el temblor
pequeño de la ruina que aún conserva
un último
fulgor en sus despojos, paseas por mis templos
saqueados,
donde los dioses abandonaron hace mucho
su
palabra en pos de otros altares, llevándose consigo
el oro, y
dejando tan solo la fiebre por su busca.
Brilla
aquí el hechizo de aquel breve resplandor antiguo,
como si
algo en mis rescoldos pudiera atestiguar
la luz
que los precede, su hermosa arquitectura,
el fuego
invisible que aún perdura y los habita.
Quédate
un rato y deja que este vino te embriague:
has
descifrado el universo en mis escombros,
y
comprendes al mirarlos que se cumplen aquí
las
viejas profecías: de este viaje ya no se regresa,
y si te
vas volviendo poco a poco transparente,
no es por
culpa de la sed de la memoria -que borra
nuestros
cuerpos al tragarlos- es por algo más terrible
que debí
decirte mucho antes de que entrases
en este
lugar sitiado ahora por tus brazos:
detrás de
cada hombre se esconde un reino sumergido,
y es al
irse desgastando la piel que lo recubre,
que
empieza a vislumbrase como un lejano sueño,
la ciudad perdida del
amor y sus contornos.
NOCTURNO FINAL
La noche
es un soldado herido
que huye
por las trincheras del sueño
y se sube
a los últimos trenes,
y se sube
a los techos de los coches
donde
muchachas semidormidas
twittean
con fantasmas insomnes,
y se sube
a los taxis sonámbulos
para
llevarse consigo a las sombras.
La noche
es un soldado que agoniza
mientras
la muerte le hace el boca a boca.
En las
aceras los hombres-lobo
se
desvisten de sus cuerpos
para
despistar a los mastines del alba.
El día
depone su tregua.
Las
metáforas se van agotando.
Sólo
queda una última bala.
La noche
es una máscara antigás
que va a
posarse sobre el rostro
del
soldado muerto.
(Poema
del libro “La noche tatuada” – ed. Renacimiento, 2013)
Alfonso Brezmes (Madrid, 1966). Ha publicado hasta la
fecha dos libros de poesía: “La noche Tatuada", (Ed. Renacimiento, 2013) y
“Don de lenguas" (Ed. Renacimiento, 2015). Poco más se sabe de él, salvo
que le gusta cruzar puertas y dejar pistas de lo que se ve al otro Lado. Su
vida es un camino de guijarros hecho de las innumerables veces en que se perdió.