Soy Yusuf, padre
Soy Yusuf, padre.
Mis hermanos no me quieren,
no me desean entre ellos, padre.
Me agreden, me lanzan piedras e insultos.
Quieren que muera para hacerme un panegírico.
Me han cerrado la puerta de tu casa,
me han echado del campo,
han envenenado mis uvas
y han destrozado mis juguetes.
Cuando la brisa ha acariciado mi pelo al pasar,
me han envidiado y se han revuelto contra mí y contra ti.
¿Qué les he hecho yo, padre?
Las mariposas se han posado sobre mis hombros,
las espigas se han inclinado hacia mí
y los pájaros han volado sobre mis manos.
¿Qué he hecho yo, padre,
y por qué yo?
Tú me has llamado Yusuf
Y ellos me han arrojado al pozo y han acusado al lobo.
Y el lobo es más clemente que mis hermanos,
padre. ¿Acaso he ofendido a alguien cuando he dicho que
he visto once astros, el sol y la luna, y que los he visto
prosternados ante mí?
Mahmud
Darwish nació en Birwa (Galilea) en 1942. Su vida es un paradigma de la tragedia
de su pueblo: nació en una aldea destruida por los israelíes cuando tenía seis
años, y vivió la mayor parte de su vida en el exilio. Desde 1966 vive en
Ramallah, donde dirige la revista literaria Al Karmel. Ha obtenido, entre
otros, los premios literarios: Lannan Cultural Frreedom Prize, 2001; y el
premio Príncipe Claus de Holanda, 2004. Comienzó a escribir al tiempo que comienzó
a militar en el Partido Comunista. Algunos de sus libros publicados son: Pájaro
sin alas, Hojas de olivo, Enamorado de Palestina, 1966; Mi Fin de la noche,
1967; Los pájaros mueren en Galilea, 1970; Mi amada se despierta, 1970; Amarte
o no amarte, 1972; Elogio de la alta sombra, 1983; Menos rosas, 1986; Once
astros, 1992; Por qué has dejado el caballo solo, 1995; El lecho de una
extraña, 1999; Mural, 2000.
Elegía
para un artista de circo
En un mundo lleno de equivocación,
Si tu cuerpo delgado,
En un movimiento demasiado rápido o lento,
Se precipitara a la tierra hecho añicos
¿En qué noche… esta u otra…
Merodea tu error?
Se atenúan las luces del techo,
Cesa el público su estrépito,
Y llegas ataviado de luz,
Héroe cabalgante, recorriendo la ciudad
Con tus ojos, despidiéndote de ella,
Clamando el amor del pueblo en noble silencio…
Subes a las primeras cuerdas
Los tambores al ritmo de tus pasos
Colman la arena del tumulto
Y retumban “¡Que empiece la función!”.
¿En qué noche merodea tu error?
Te devoran el terror y la aventura,
Tus pies, tus brazos se reaniman,
Tambalean, se reponen,
Se detienen ante el cañón fatal:
Como serpientes enroscadas,
Como gatos enloquecidos,
Negros, blancos, atacan y retroceden
En el círculo de arena.
Inicias tu arte del terror
Sitúas al público ante el momento de angustia
Vas por la morada de la muerte… arrogante…
audaz
Saltas de cuerda en cuerda
Dejas un refugio, y aún no encuentras otro.
El temor congela los rostros… atentos,
Compasivos, lascivos
Hasta que con calma te detienes,
Alzando las manos ante el público.
¿En qué noche merodea tu error…?
Abajo, pesado de tanto esperar, rumia en la oscuridad,
El indomable monstruo fabuloso.
Resplandeciente como el pavo real
Engañoso como la serpiente
Ágil como el tigre
Majestuoso
Como león al acecho, en el momento de peligro
Mientras prepara el gran salto
Invisible bajo tus pies
Muerde la roca
Espera tu caída
El segundo del cálculo fallido
El lapsus en la improvisación.
Entonces aletea el recuerdo
Buscando cubrir esta repentina desnudez
Venerable, sola.
El orgullo se posa en tu cabeza
Como ave saciada
Ebrio de silencio olvidas el trapecio
Las cuerdas vibran bajo tus pies como
La cuerda de un arco
Un grito apuñala la noche como el cuchillo de un ladrón.
En el centro de todas las cosas
La luz vacila sobre el cuerpo caído,
El pie, el brazo colgando y sin orgullo.
Y sonríes
Como si supieras los secretos
Como si confirmaras la profecía.
Ahmed Hegazy Es uno
de los poetas más destacados de Egipto. Trabaja en el Departamento de
Estudios Arábigos en la Universidad de París. Ha publicado cinco colecciones de
poesía, entre ellas, Ciudad sin corazón, 1959.
Mi
ciudad esta triste
El
día en que conocimos la muerte y la traición,
se
hizo atrás la marea,
las
ventanas del cielo se cerraron,
y
la ciudad contuvo sus alientos.
El
día del repliegue de las olas; el día
en
que la pasión abominable se destapara el rostro,
se
redujo a cenizas la esperanza,
y
mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
*
Sin
ecos y sin rastros,
los
niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda,
con los pies ensangrentados,
la
tristeza se arrastra en mi ciudad;
el
silencio domina mi ciudad,
un
silencio plantado como monte,
oscuro
como noche;
un
terrible silencio, que transporta
el
peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
*
¿Pueden
así quemarse los frutos y las mieses,
en
tiempo de cosecha?
¡Doloroso
final del recorrido!
El diluvio y el árbol
El
día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El
día en que costas salvajes arrojaron
el
oscuro diluvio
contra
la tierra buena y verde,
gritaron
(y a través de los aires, sus “albricias”
resonaron
por todas las agencias):
Ha
caído el árbol.
El
poderoso tronco está aplastado.
Ya,
ni un asomo de vida para el árbol
dejó
la tempestad.
*
* *
El
árbol ha caído...
¡Perdón,
rojos arroyos!
¡Perdón,
raíces regadas
con
el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón,
raíces árabes,
hundidas
como rocas en la entraña,
y
que cada vez más os entrañáis!
*
* *
El
árbol se alzará.
El
árbol se alzará, y sus ramas,
al
sol, irán creciendo;
en
risas verdeciendo, y en hojas,
cara
al sol.
Y
el pájaro vendrá,
no
tiene más remedio que venir.
El
pájaro vendrá.
El
pájaro vendrá.
Fadwa Tuqan Nació el
1 de marzo de 1917 en Nablus, murió el 12 de diciembre de 2003. Su poesía
aparece como espléndido desvelamiento de una sensibilidad femenina tradicional:
lírica e intimista, apasionada y contenida, frágil, transparente y dramática,
su lírica adquirió un tono nacionalista después de la guerra de 1967, que dejó
a Nablus bajo el dominio israelí. Publicado varios libros de poemas, entre
otros: Sola con los días, 1952; La encontré, 1957; Danos amor, 1960; Ante la
puerta cerrada, 1967; El comando y la tierra, 1968; La noche y los jinetes,
1969; Sola en la cumbre de este mundo, 1974; y una
apasionada biografía de su hermano, Mi hermano Ibrahim (1946).
Desilusión
Durmiendo yo una vez
Un caballo logró colarse en mi sueño
Y... se durmió
Iglesias durmientes
Nuestras manos están puestas en las campanas de Roma
La ciudad se levantará de inmediato.
Buscaré refugio en ti,
Y me hurtaré del guardián de peligrosas elocuciones.
Yo simplemente no podría ser silenciada.
Mis musas ilustran sus cosechas
Sobre las carrozas del discurso.
Ellas pintan por entero los años estériles.
Y rocían discurso sobre el custodio de la muerte.
Para comenzar un nuevo día.
Soy poeta, y mi apuesta es el discurso.
Caminaré sobre los labios de las olas
Y navegaré en la arena
Durante un día radiante
Entre los días multitudinarios
Acamparé bajo la intimidad del discurso
Me alimentaré con su pan
Beberé sus sollozos
Las iglesias duermen
Pero no las monjas, las campanas me observan
Esconde mi mano entre las tuyas
Mi acompañante
¿Quién no conoce la razón?
Nabilah al-Zubair nació en al-Hajerah,
Sana’a, Yemen, en 1964. Es poeta, novelista y periodista. Libros de poesía:
Secuencia de La Gran Mentira, Damasco, 1991; Hay un mar retornando a mí, 1997;
Obliteración, 1999; Pronombre de la tercera persona, 2001; Ascendiendo a una
sola cerilla, 2003.
Su novela Es mi cuerpo ganó el Premio de
Novela y Narrativa Breve Najeeb Mahfodh’s , del Supremo Consejo Cultural
Egipcio. Otros libros suyos en prosa: Dancé en rocas y Un par de zapatos para
Ai´sha, 2004.
La carga
Cuando me remito a mis principios
mi pueblo corta los hilos que nos unen.
Exhalo mis suspiros
y cuando lo veo, a mi pueblo,
en cuyo averno he olvidado todo a cuanto aspiro,
arranco una bandada de alas que vuelan.
Y me preparo,
sí,
me preparo.
Para caer y
seguir cayendo
por siempre.
La raíz
Escribe tu último poema
y cálzalo con tu renuncia;
anuncia tu nueva derrota
y vuelve a empezar, que ese es tu sino.
Escribe tu poema en un deseo,
no temas,
con un bolígrafo
o un lápiz;
habita en él.
No se ha de convertir en un cuadro
cuyos colores habrán de revelar su naturaleza;
extiende, pues, todas tus lágrimas.
Que no haya tinta que las llore contigo.
Recoge lo poco que queda de tu ánimo
Y vuelca en él tu optimismo.
No busques las causas:
Tú eres una de ellas
y también la más ardua.
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca se acostumbrará a
ellos;
El dolor de la rebeldía que en ti bulle nunca dejará de
combatirlos;
No te retires,
tus otras vidas,
les proporcionarán, a ellos,
escalas
con las que treparán hasta ti.
Te superarán,
vamos,
no te dejes llevar por la tentación del retorno al origen;
resiste a los niños que hay en ti.
Llévatelos,
no les concedas tregua.
¿Lo harás?
Sé que no.
Despliega la negrura de tu caída
sin hacerla seguir de deseo alguno.
Seguirás retrocediendo
si no eliges un lugar dónde detenerte;
modérate
para que no se te castigue.
O sumérgete
para que no te conviertas en otro.
Seguirás yendo hacia atrás;
escoge un colofón apropiado
y encórvate,
después extiéndete
para formar un círculo que de ti
se compadezca.
Pero sigue así, arqueado,
para luego estirarte.
Rasga tu último poema.
Y con…ti…nú…a
Huda
al-Daghfag nació en Magmaa, Arabia Saudita el 4 de octubre de 1967. Poeta, narradora,
periodista y profesora. Licenciada en Lengua y literatura árabe en la
Universidad de Riyadh en 1990. Es miembro de la asociación internacional de
prensa, ha laborado en la prensa saudita y ha sido una activista en pro de los
derechos de las mujeres. Durante 5 años consecutivos participó en el
prestigioso festival AlGanadriyah de Arabia. También ha representado a su país
en festivales poéticos en Bahrein, Omán, Emiratos Árabes, Túnez, Egipto, Jordania
y Suiza. En 2004, obtuvo el premio a la mejor actividad poética en Arabia. Ha publicado
los poemarios: La sombra hacia arriba, 1993; Nueva pasión, 2002; y El bosque de
las mariposas, 2005.