CARLOS LUIS ORTIZ








Poema No 8 
                                         
(Del libro publicado “Biografía del espejismo”) 

Una mesa de roble, porque el roble es fuerte, perecedero, porque el roble no muere o si muere sabe adherirse a tumbas invisibles. Una mesa de roble para escribir sobre esas grietas que ya se escribieron solas antes /después, sobre la que se expanden líquidos cadáveres, humos ahogados. Una mesa de roble con una silla vacía, para que siga escribiendo el fantasma crudo, el pasado clarividente. Un sol que apenas entre, que encorvado choque con el marco superior de una puerta, un local húmedo, soberanamente húmedo, como la letra de una canción atorada que crece, CRECE hacia la barra de agrios recipientes, de metales con filo de aguja, con filo de estoque, diurno, vespertino, matutino como el noble ebrio que no deja que pase el día, fiel al desdoblamiento, al flotar, al ruido de las palabras mudas y lentas. Una mesa de roble para el madero, para las vigas hambrientas, para el rezago de cloro, para el intersticio donde muerde la rata todo el solar del mundo. Una silla vacía, abrigo del moho, o acaso el moho no siente frío, acaso el polvo no se vuelve humano cuando ama…Abrigo es el polvo para la muerte y viceversa, abrigo como el último cubo del recuerdo, ese que gira deformemente, sin física, ese que transfigura los rostros, las bocas . Ese último cubo del recuerdo a donde fueron a parar los caseríos, los pueblos, los matorrales, los suburbios, los festines a la sombra – el arrabal desconocido en el que cantaban cuchillas y tambores-  Una mesa de roble para entrar como vigas con amores de obsidiana.



LA POESÍA ESTÁ EN SU LUGAR 
                                                                             (Del libro inédito “El fuego de San Telmo”)

Yo no soy un objeto,
Nadie es un objeto
El universo es vertebrado y tiene alma sideral 
No hay quien haya escuchado canciones de Chate Baker y no haya llorado alguna vez
Ni limpiado sus lágrimas viendo la imagen de un santo
Somos normales
Seres normales
La anormal es la manera en que vemos la vida, 
lo anormal es llamarle “parca” a la muerte
La enfermedad está en la luz después del primer vaso y en todos los que en él entran
Llámese familia, novias, mujeres andantes o riberas lejanas,
No hay sepulcro sin polvo que el día no haya ingerido para botarlo en nombre de la ausencia,
Sí, yo no soy un objeto
Nadie es un objeto
El corcovado baile de un pájaro en el filo de mi terraza no es un objeto
Ni la cancha de ecuabolley que han construido en vez de pent-house frente a mi casa es un objeto
Porque tiene jugadores ausentes y les di nombre
Les puse apellidos, los condené…
Y está adornada de palomas sucias que tampoco son objetos
Ni el grupo al que asisto cuando siento que agonizo es un objeto
Porque lo anónimo es más puro y tiene pelaje para el frío
Como el osezno que grita, grita adentro a un fondo perenne y voraz. 
Porque no he sido objeto de la burla ni del enganche
Porque no, porque no hay objeto, todo se define con alma
Al menos así dicen los corifeos de la noche que me visitan en triciclos y con parches
Al menos así gritan desde las iglesias antes cines de la “ciudad/puerto”
Al menos así acaricia un poeta a los gatos del parque
Y piensa en las postales de su amigo que ya no visita el viejo café
Porque no, porque no somos objetos 
Porque la contundencia tiene ira, la ira es veraz y a veces abstracta
Como lo que siento cuando escribo como la mujer que me ama
Que a veces salta, muerde, grita y yo creo que es un juego
Porque no, porque ya deben haber renacido los niños en las altas horas o 
Los afiches del viejo oeste para crecer dentro de ellos
Porque al fin la poesía está en su lugar.
Y no quiere líneas ni manchones ni tachaditos ni bombitas ni conejitos en vez de puntos
Porque ya se cansó de que la hagan triangulitos
 que le pongan epítetos y la hagan naufragios
Porque no, porque no es un objeto porque tiene 
Abc
Def
Ghi
Jkl
Mno
Pqr
Stu
vwxyz
 y ningún haz de luz o de sombra son objetos
Porque están en ellas la labranza y el hastío
Porque el cloral ha resucitado
Porque todo debe tener sentido
Como las tardes de siesta
Como el incienso en la casa nueva
Porque no soy un objeto
Al menos no hoy,
 ni mientras pienso en quien soy.
Porque he hecho un informe detallado de los últimos sucesos
De las últimas diligencias
Y solo tiene lugar lo que se sale de él para reubicarlo adentro de un cajón de sastre o caja de pandora o lugar común o ciudad si se quiere,
Y mañana otra vez vendré a repetirles
Que por fin la poesía está en su lugar…
Sobre pajonales profundos en la unión monstruosa con el hombre
En la certidumbre de su universo
En lo que solo ella dice y otros tocamos
En la nada que prevalece cuando callamos y morimos para ella
Para que sea un volcán en medio de la tierra,
 para orogenias y conjeturas apenas con su silencio
Cadáver es el mundo y no la poesía
Artefacto es el ordenador y no la poesía
Bendita en lo campestre y en lo náutico
En la pendiente y en la cima
Porque no soy un objeto
Porque lo que desconozco tiene temple de acero y ramas de cerezo
Porque hay identidad que es la de un hombre en blanco.
Porque hay manos que alistan un animal friolento
Porque hay identidad que es la de un hombre en blanco
Para ser habitado por la trama y la pirotecnia
Por el amor edificado en lo aparente
Por la sensación de no saber quién se es y a quién se mira
Entonces el legado de lo fragmentario y la sinrazón en espera en sala de espera 
De no saberse 
de no sentirse
de no tocarse 
de no adentrarse 
de no ser uno con nada
Porque un objeto no tiene cura porque se desecha 
y no es válida la esperanza 
Solamente todos quienes adentro quedan
Adentro como en el ayuno más pobre 
En la flacidez del cuerpo y de la razón
Porque no soy un objeto
Porque la poesía no es el catalejo sino el horizonte al que aproxima
Porque al fin la poesía está en su lugar
Porque tiene la identidad de un hombre en blanco…
Y la longevidad de la arañas
Que trepan al cielo de Berlín al techo de Manhattan a la montaña de Quito al faro de Guayaquil
A la misericordia de las catedrales, 
a las últimas cabezas de los cheyennes, 
muerden la arena 
Pudren todas las habitaciones de Buenos Aires
Porque no son un objeto
Porque al fin la poesía está en su lugar
Y ahora llora Chate Baker y todos somos una inmensa lágrima
Tan antigua como el agua.
Tan tupida como los lamentos dentro de un piano
Do re fa si mi do la sol
Fa mi do re la 
Son criaturas violentas
Que no son un objeto
Apenas una pedrada a la cien de los caníbales del mundo
Porque al fin la poesía está en su lugar. 



Sobre el autor

Carlos Luis Ortiz M. (Guayaquil - 1979) Poeta, comunicador y profesor universitario. Estudió en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil la carrera de Comunicación Social, posteriormente desarrolló una Maestría de Estudios de la Cultura con mención en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar. En el 2005 obtiene la Primera y única Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía Jorge Enrique Adoum con el libro “Zigzag del Solitario”. En el 2008 con el texto titulado “Un lugar sin estaciones” es reconocido en el Concurso el Verso Digital en Andalucía España. En el 2009 obtiene el Premio Nacional de Poesía Ileana Espinel con el libro “El niño alucinado”, el mismo año publica Lírica para Vagabundos por la Casa de la Cultura núcleo de Chimborazo. En el 2011 con el libro “Almacén” alcanza la Primera Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade por la Universidad de Cuenca. En el 2012 se le otorga el segundo lugar en el Concurso Nacional Premio Pichincha de Poesía con el libro “Biografía del Espejismo”. Su poesía ha sido incluida en la antología “Bandada: Novísima poesía ecuatoriana” publicada por la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, así como en selecciones de poetas dentro y fuera del país. Ha publicado cinco libros de poesía y otros en conjunto. Publicó “Memoria y Vértigo” por la Casa de la Cultura Ecuatoriana en el 2016. Ha impartido cátedras como: Literatura, Comunicación y Lenguaje, Escritura Creativa, Estudios del Ecuador Contemporáneo, Geopolítica entre otras, en la UEES y Santa María de Guayaquil, en la UDLA de Quito. Actualmente vive en la ciudad de Loja, donde se desempeña como catedrático del área de Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Loja.


Colaboración: Sara Montaño Escobar

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