Oh, los más viles están
destinados a recompensas
y los mejores bostezan
bocas anchas ante un
simulacro vacío,
la narrativa solo me
entristece
y los ricos llevan el
negocio en sus cabezas.
—Marcabru, provenzal del
Siglo XII, trad. Blackburn
Usaré como apoyo de mis observaciones sobre
política y radicalismo en el trabajo literario reciente, las dos extensas
antologías del tipo de poesía que Charles Berstein y yo enfocamos al editar
L=A=N=G=U=A=G=E: The L=A=N=G=U=A=G=E Book (Southern Illinois University Press,
1984): Douglas Messerli, ed., “Languaje” Poetries (New Directions, 1987) y Ron
Silliman, ed., In the American Tree (National Poetry Foundation, 1986).
Siempre trato de reorganizar mi vida y el
mundo (palabras escritas describen la política).
Incomprensión es el subtítulo.
Impaciencia
Por lo general, disidencia radical y
“política” en la escritura serían vistos en términos de comunicación y efectos
concretos en una audiencia; lo que significa un esfuerzo encaminado a
autorizar, a movilizar —dirigido a identidades existentes— o a la representación
de condiciones externas, usualmente de una manera continua y orientada.
La tan llamada “luz progresiva”, la usual
suposición acerca de la comunicación inmediata, dar “voz” a la “experiencia”
“individual”, la transparencia del medio (lenguaje), la instrumentación del
lenguaje, el pluralismo, etc., llenan este proyecto. Sin embargo en esencia,
tal literatura progresivamente convencional falla al auto examen de escritura y
a su medio: el lenguaje. Pero en una era donde la reproducción del status quo social
es cada vez más dependiente de la ideología y el lenguaje (lenguaje en
ideología e ideología en lenguaje), significa que en realidad ésta no puede hacer
reclamos para comprender y/ o cambiar la naturaleza del conjunto social, no
puede ser política en ese modo crucial.
Un deseo de dimensión política y social en la
escritura —que abarque el interés por el público, por el bien común, por una
comprensión y transformación completa —, implica una preocupación total por el
lenguaje como medio: por las condiciones de su estructura de significado,
significante, o valor y sentido. Técnicos de lo social —la necesidad de ver la
sociedad como un todo—. Lo que ha significado en años recientes, con esta
labor, una concepción de escritura como política, no una escritura sobre
política. Pregunto: ¿Qué es la política dentro del trabajo, dentro de su
trabajo? En vez de instrumentalizada o instrumentalizadora, ésta es una
escritura poética más activa explicativamente, que explora las posibilidades
del significado, de “ver a través”: trabajos que exploran el proceso por el que
el lenguaje “trabaja”, que implican la historia y el contexto necesarios para
que la escritura sea mucho más comprendida, que traen esos bloques compactos y límites
de significado y sentido de vuelta hacia dentro de la escritura, y que crean
una mayor distancia al ponerlos dentro del circuito interno.
La explicación penetra en la escritura misma
—trabajo de localización en relación con sus materiales sociales— por tanto
manipula, resiste y caracteriza. Lee el otro lado, no solo se lee a sí misma.
No trata de ser auto-explicativa de una manera formalista y metodológicamente
orientada, encerrada en su propio reino independiente. Es en sí misma una
interpretación. Es una respuesta, una producción que tiene lugar dentro de un contexto
mayor de reproducción. Ésta es la reflexión que deberíamos buscar —un modo social,
que llega a través de un método (de escritura y de lectura) —, no (sólo) de “contenido”.
Método como prescripción que proponga problemas y despierte lecturas.
Nada pasa desapercibido. Los límites no son
localizados hasta que son empujados. Rescribir el cuerpo social —como una
transacción cuerpo a cuerpo: para escribir en la operación un “cuerpo legible”
que es más y más auto-reconocido como social—; revelar el medio, despreciar los
hechos no auto-evidentes. Un efecto-V para combatir lo obvio; pararse =
rebelarse; descubierto a nuestras “balas de papel del cerebro”. Todo esto
apunta a ver el lenguaje como medio en dos aspectos: primero como un sistema de
signos; segundo, como discurso o ideología. Círculos concéntricos, uno dentro
del otro. Sin embargo, en ambos casos, la misma inquietud: dejar de reprimir la
construcción activa, el hacedor de significado, el hacedor de sentido —el
sentido social—.
Lo que primero vemos es el lenguaje en
términos formales: el signo. No hay “tratamiento directo” de lo posible,
excepto por las “cosas” del lenguaje. Pureza cristalina —o transparencia— no se
encontrará en las palabras. Esa idea clásica es una ilusión que recomienda
recuperar el proceso de producción, o que dirijamos la mirada lejos de éste.
Una alternativa encararía al lenguaje como
medio —a través del que podemos tener una poética que es una lectura, la que
reconoce, o encara, su base material como una reescritura del lenguaje—; para
arrojar la duda sobre cada una de las construcciones “naturales” de la
realidad. No sólo al articular la brecha entre el signo y el referente —o teatralizar
esa abertura al evitar el significado en conjunto—, sino al mostrar una idea más
sistemática del lenguaje como sistema y juego de diferencias, con sus propias
reglas de funcionamiento. La praxis radical —a este nivel, o dentro de ese
primer círculo concéntrico— implica aquí los rigores de la celebración formal,
una infidelidad juguetona, una cierta ilegibilidad dentro de lo legible: un
énfasis, una gran exuberancia, una máquina de movimiento perpetuo, una
trasgresión.
Nota: Fragmento del ensayo Poesía como explicación, poesía como praxis - La política de forma poétia de Charles Bernstein