ANA BASILIO






Julia Geiser




CENIZAS

Mi cuerpo despierta como si lo hubieran golpeado 27 veces, pero sólo fuiste
abrazándome

y abrasándome.


RETRATO FAMILIAR

Hay alejandrinos tejidos en mis costillas.
Los tejieron con sangre.

Mi abuela suele tejer por las mañanas.
Aprendió de su madre, quien tejía y bordaba por miedo, ansiedad;
después de que don Erasmo la tocaba. 

No importa el título de don Erasmo.
“Esposo, amigo, hermano, padre, tío, abuelo.”
Erasmo era un árbol de furia.
El dinero no alcanzaba. Nunca alcanza.

Nada nos alcanza a los que dormimos con cal en las pestañas.

Erasmo volteaba la mesa.
Quería cuerpos, todo le causaba incendio.

Erasmo, toma mis ojos y sírvelos en tu plato.

La luna viene llena, me abruma
y se aprovecha del petirrojo que canta.

Por favor Erasmo, no toques a mi mamá, 
déjala en paz.

Mi abuela se llama Ema y Erasmo la versaba.
Empezaba por el collar  y seguía por la falda.

Ema cerraba los ojos.
“es mejor pensar en cosas bonitas, no pasara nada”- decía Erasmo
Quedaba sangre en la cama.

Las heridas arden pero no rebasan al alma.

El cabello se vuelve
un ente inservible , o a veces, aun mejor,
el velo con el que nos cubrimos de dioses,
miradas que no existen,  pero pesan.

¿De dónde surge esta vergüenza?
¿Cómo se acaba?

Erasmo nos lleva al rio,
y somos todas,
Pero ¿qué importa? no tenemos rostro.
Nadie recuerda nuestro nombre


Erasmo deja caer un cerillo.
Prendió su cigarro en la luz de mi pecho.
Que es el pecho de mi madre, de mi abuela, de mis hermanas.

¿Qué importa? si al día siguiente saldrá otro petirrojo, 
hermoseará la mañana
y solo seremos abono de la tierra que nos abraza.

¿Dónde tiraron mis ojos?
De las flores nacen estos cuerpos.
Vergüenza,
¿cómo piensas que puedo nombrar a la patria?

Había olor a tabaco en su aliento,
caña y sudor.

Ema aun cierra los ojos para ser ella en su madre,
pensar en cosas bonitas.
porque no pasa nada.

Yo,
 soy la constelación de las que ya no bailan.
 Ellos leen mis costillas.
 catorce, catorce.

Tejo por la madrugada, aquí ya no hay montañas,
pero tengo aun, los sonidos del gallo
atraviesan   mi garganta,
sangra,
sangro,
sangro.

Nunca estuve más orgullosa de mancharme las piernas y  la falda.


VÉRTICE NOCTURNO

No conozco el lenguaje de dios, pero tengo pájaros bajo mi falda.

Reconstruyen mis ojos.
Caen los días, bailamos.
Mi sangre besa suave, huye,
también baila.

El cuerpo es un adiós permanente de la vida,
la sangre lo burla, las nubes nos cansan.

Las voces a veces se visten de dagas,
Más no existe sol que derrumbe nuestro ritmo,
entre huracán, sequía y temblor
nuestros cabellos cantan.



Ana Basilio, 1992. Es estudiante de la carrera de Letras hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana. Es coautora en las antologías “Taller de locos” (Poza Rica, 2013) y Chicos radioactivos (Honda Nómada Ediciones, 2012).  Ha escrito los libros “Alógena” (Ed. Astros, 2009) y “Manifiesto bacanal” (Ed. Circo Literario, 2012). Actualmente coordina círculos de lectura e imparte talleres de escritura creativa en su ciudad natal.







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