GABRIELA D' ARBEL


UN CARRETE EN BLANCO Y NEGRO

1


Él sube al metro, no lo miran  los otros pasajeros.
No hay morbo acumulada debajo de los asientos.
Sus pies equilibrados en el marchito piso metálico.  Inexistencia.

La ciudad tiene un lenguaje deshidratado.
No traduce sustantivos, va errado sobre la vía.
Sus ojos respiran sudor.

Las calles fracturadas esconden historias.

Él es una avenida en blanco y negro.
Frenón repentino. Se aferra del tubo, no resbala.
(La falta de luz da miedo)

Lleva mucho tiempo en otra parte, aún no ha tomado su café.

*
La ciudad oprimida escapa sin sus artefactos resplandecientes.
                                                                                     ¿a dónde se fue?
Veo su sombra  hecha ovillo en mi taza de café.

Deambulo con sabor a sed en los labios.
Giros  frenéticos en la montaña rusa interior.
Todo se ve de cabeza desde las alturas. Gritos.

/Desde el Sahara llega un vendaval remoto, quema Berlín/
El viejo a mi lado pone a navegar historias de cristales rotos
en la cerveza tibia. 

Una bicicleta que desaparece con los restos de una historia.
Sin más, el hombre decide fugarse de su cuerpo, no le pregunté su nombre. (no necesito saberlo para terminar mi viaje)

Siempre hay una tarde desastrosa donde
giras vertiginosamente
sobre  la cabeza de Medusa.

3


No existe cabeza ni cola, sólo unos centímetros del reptil
que se desliza entre los arbustos.
No comienzan  ni terminan las escamas,
todo amarrado a la tierra, costuras que me ponen de buenas.

En la tarde la luz es suficiente para iluminar nuestra expresión.
No tiene plumas ni es monstro mitológico,
es un domingo sin tráfico, donde pruebo de nuevo los alfajores.

Me retiro un poco de la escena. La tarde esta a la mitad,
es un tráiler que se atasca sin poder dar la vuelta. 
No me gustan repasar  detalles, ni  fechas, ni sobrenombres,
ni las placas de bronce en los muros.


4


La metrópoli es pólvora viva.
Los pensamientos de los ciudadanos,
cometas errantes.
Ellos hablan con los labios sellados
cuando exploran el piélago.

Una mantis busca soledad
y construye siluetas.
Los habitantes
les encuentran  forma indescifrables.

Después toman sus abrigos.
Huyen de la historia.
Le  sacan la lengua a la cámara.
Buscan un circo donde aprender a flotar
de un extremo a otro de la carpa.



5


Si das un paso hacia delante y un perro atezado se atraviesa,
doy un paso hacia delante también.
Si te quedas quieto y me miras desde la otra acera,
me quedo quieta. Esto es una montería.
No habrá un solo movimiento tuyo
que no sea robado por mí.

//La alambrada no deja salir pasos huidizos//

La noche es un grillo estridente,
mando mensajes a tu celular.
Te ahogas es un charco olor a perplejidad.

Ya deja de luchar, el agua se estancó.
Hace cinco segundos leo y descarto tus inicuos adjetivos.
Esto tiene música ambiental que contagia. insignia de vampiro.
Enfermedad  crónica que nadie ha registrado en el navegador.

No tengas miedo soy yo mil veces y la plataforma petrolera
es un buen decorado.

6


El actor mudo me dijo que ya nada era como antes. La música incidental desinfecta de adjetivos el paisaje. Él no tenía la obligación de justificar sus errores, ni el negro y blanco de la historia. Nada era como antes, decía.

El actor mudo pudo morir en medio de arpegios. Mientras las llamas guardaban pavesas de mutismo. Pudo…
El mundo es una película editada, nada comienza como debiera  y nunca percibes cuando te vas a negros.

El actor mudo no quiere seguir en esta cinta. Su voz no es tan  varonil como la de los detectives de horario nocturno. Hay doblajes, en todo caso, que persiguen al actor por el resto de su vida.

7



El actor mudo
siente que se extingue.
La gesticulación no es suficiente
tendrá que pensar en otro comienzo.

Me dice que las trampas
se hicieron viejas.
Hay nuevas formas de cazar
la fortuna.

El rodaje se interrumpió.
En esta situación,
uno se queda con las manos
en los bolsillos, con cara
de idiota.

Pienso en algo para salvar
el día, pero todo
es inútil.
El lenguaje  florido
termina, siempre, por decir nada.



8



Hay una anciana perdida en
un laberinto de fosca,
no sabe dónde está Marcel, su nieto. 

El sofá es cómodo para
dormitar después de un día tempestuoso.
La anciana teje ignorancia, la nieve gotea del techo.
Ella sólo vela el sueño de los visitantes.

Marcel se pierde todos los días
en el departamento que comparte
con su abuela.
Es un extranjero que viaja sin senda.

El polvo de coca se arremolina en el costurero.
Todos los días
la abuela descubre  palabras emocionantes
que  luego los gatos devoran.



Gabriela d´Arbel nació en Guadalajara Jalisco México, pero toda su vida radicó en San Luis Potosí. Tiene seis libros publicados, La cerca y un espejo, Cordelia y otros fantasmas, La casa azul, Un gorro ruso, Hormiga Kamikase y Morfología de las fracturas con el cual ganó una mención honorifica en el concurso estatal Manuel José Othón. Publica sus poemas en un periódico local y en algunas revistas nacionales.

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