EUGENIO LÓPEZ ARRIAZU





Mi casa es now
y el mundo gira
bajo el jet.
Me encarno como quiero:
me hago un tour
defreedom por mis venas.

La vidriera refleja los placeres
por conquistar
finossouvenires por abrir
la luz verde del semáforo... pero
al costado
: lahead sucia
hirsuta viene a –
quethereisn’t
que no existe  −
life-insurance contra contra
la muerte.

La face curtida asoma
sobre mi hombro ‒ absorta
la mirada más acá de los estuches
vedados al deseo
¡pobre! –
del pobre homeless.





Umbral de mármol gastado
por pies ya fiambres:
mi cadena perpetua.
Con un colchón, dos mantas y un carrito
encatro mi ghetto en las verijas
de Buenos Aires.
La vidriera refleja
su jeta complacida: y mi cara
sobre su hombro
en el cogote erróneo.

Te odio con equidad:
como a mí mismo.

Megalópolis


Llevo las venas en la piel
abierta recorrida cuerpo
de arterias exteriores
soy
para mí crezco me expando crezco abarco
más y más territorio: ya / no tendré
límites miles de hombres salen
a caminar / rodar / volar
buscan las fronteras: ya
se desvanecen dejan
de existir: afuera
desplazadas mercurio flexibles
de barrios-continentes asiáticos
europeos norte-centro-sur
americanos
oceánicos africanos polares
marítimos supra-atmosféricos sub
marinos
coincidiré con / seré: planeta.

Me sacudo como un perro
mojado de día de noche me
pongo los pongo
en movimiento sueño
despierta pesadillas
de estar dormida
existo / me muevo / trago
suburbios excreto: inburbios: islas
que ya no expulso: impulso, muevo
sobre mi piel rugosa hueca resbaladiza plena
de excrecencias muevo
los muevo los nómades
ya están en casa / siempre / viajan
días y días meses viajan
sin abandonarme sin salida
desplazados: emplazados.

No tengo reposo descanso pululo
incesante violento anulo
los lugares creo
espacios: rostros clonados idénticos
a la nada: mercurio.

Libre con los hombres labro
mi libertad.

Topos


Bolivia es un desierto
el Titicaca un mar-oasis.
Las dunas unieron
sus montes de médanos
de la Huacachina hasta Atacama.
Después se derramaron
sobre medio continente.
El viento sopla el desierto
en las ciudades
se traga los caminos.
Ayer cedieron
las murallas de contención
de San Miguel de Tucumán.

Nos dicen los topos
del Tawantinsuyu.
Con nuestras narinas adaptadas genéticamente
para respirar bajo la arena
fuimos diseñados
como salvavidas. Pero
éramos pocos
llegábamos tarde.
En el alud de Purmamarca –cuentan–
no quedó nadie
solo la arena
amarilla.
Antes había cerros –parece–
de siete colores
aunque ya no vemos 
todo el espectro.
Quisieron matarnos violando
la ley
de bioética porque
en épocas de hambrunas –decían–  inservibles
comíamos mucho.

De día la arena es tibia y nos protege
del sol, de los drones y los cóndores.

Huyeron
los que pudieron.
Nos reprodujimos
viajamos.
Tumajkuna nos llamamos
en nuestra lengua:
meroderos.
Las ciudades enterradas son nuestras cuevas.
La arena seca y quema los cuerpos
y así tenemos charqui
para mucho tiempo
cada vez que las dunas
reclaman su paisaje.
Viajamos de noche
si hay peligro nos
enterramos.
Somos el color de la arena.
Somos el desierto.
Las capas subterráneas transmiten
los más tenues sonidos
y así sabemos –por
los quejidos–
cuando estamos cerca.

Antes del alba cavaremos
en Tucumán.

La Boca


Invierno.
Por la boca
del Riachuelo entran
marrones de río
las aguas polares.
En los canales se reflejan las ramas
desnudas de los árboles que no fueron
anegados por las aguas.
Un bote fileteado en azul y oro
grita:
“La única Venecia
en Sudamérica;
aquí abajo, bajo el bote,
yace Caminito”.
Un turista me saluda.
De brazos cruzados
apoyado
en la ventana desvaída,
lo veo flotar y después perderse
tragado por la bruma.
El policía antimotines
del puente de enfrente
clava
en el cañón los dedos
y en el gatillo
como una estatua.

Nada se parece al rosa brillante
del lago Retba
donde íbamos por sal



Eugenio López Arriazu.“Topos”, “La Boca” y “Megalópolis” fueron publicados en La revuelta. Buenos Aires, Alto Pogo, 2017. “John” y “Aníbal” son inéditos.


Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

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