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Vladimir Takac |
PAPA PUÑOS DE DINAMITA
Todos
los paraguayos odian a Papá.
Porque
ese hombre es un demonio.
Porque
cuando suena la cumbia nadie
la
baila como él.
Porque
papá se cojió a la más linda
de
Samber Club,
cuando
todos los paraguayos bailaban
cachaca
mexicana.
Ahora
la luna apenas entra por los
reservados,
una mesita con un vaso
de
Gancia a medio terminar...
Papá
ha muerto a manos de la colectividad
paraguaya.
Y
de nada le sirvieron sus puños
de
dinamita, su fama de secuestrador
de
colectiveros...
Y
la paraguaya que papá se cojió
en
el Samber Club, la que se hacía trincar
con
todo aquel que no fuera paraguayo,
baila
en el escenario.
La
luna, afuera, ilumina la Estación
Constitución.
DE LO QUE LE PASO A RICKY AL
CAER SOBRE UNA SINAGOGA
¡Qué
gente!
Jamás
habías estado, Ricky, tan alejado de Salta.
Pero
de esa manera te botaron,
en
pleno recital de cumbia.
Y
volabas por los aires, ¡sin escalas!
atravesaste
Córdoba y Tucumán,
y
caíste en el mismo momento en que todos
estábamos
bailando
bailando
y cantando en la iglesia
de
la calle Anchorena,
dejaste
un gran aujero en el techo.
¡Ricky
volador! ¡Oh chapulín norteñito y volador!
Fuiste
a dar sobre el parlante
¡justo
sobre el parante!
y
de refilón caiste sobre la cabeza del peruanito
que
estaba cantando en el escenario,
quedaste
frente al micrófono.
¡Ricky!
¡Ricky! gritaban las peruanitas
y
las bolitas que querían tocarte.
¡Qué
atracción! ¡Qué sensualidad!
Todos
creímos que eras el hijo de Dios
Jesús
disfrazado, el plomo de Jesús.
¡Otra
vez ese plomo!
¡flaco
raquítico ése!
con
un metro menos y afeitadito.
¡Pero
como hizo ese lungo, para bajar de altura!
¿Cómo
hizo?
¿Se
hachó las patas?
Todos
creímos que era Jesús (perdónanos, Ricky).
¡Qué
gente!
Caíste
en el momento en que Enzo Francescoli
bailaba
con una peruanita tetona,
¡bien
tetona!l
los
dos mundos se mueven de arriba abajo,
sin
parar, sobre la cara del Enzo,
como
queriendo adelantar su perdición.
Después
saliste a la calle y te corrían
las
peruanitas por la Yan-yoré.
Afuera
estaba parado jesús, ¡el verdadero!
Jesús,
el plomo, acusándote de copión.
¡No
le copien a Jesús, no le copien
al
copión maravilloso de Jesús!
Entonces
las peruanitas, hechas un demonio,
lo
corrieron hasta Tucumán y Agüero
envueltos
en un ruido ensordecedor
armando
gran alboroto.
¡En
el centro de toda belleza!
Llegaron
los ratis de la 21
y
todos caímos dentro del celular.
AMOR DE COLECTIVERO
Así
debe ser tu amor,
como
el amor que siente el colectivero
cuando
ve subir a la pendejita
de
quince años.
Y
no puede tocarla sus dedos no pueden
tocar
nada mas que el volante
y
sus ojos no pueden ver otra cosa
que
no sea el vidrio sucio y empañado.
Así
debe ser tu amor,
como
todos los que aman en el Abasto
y
sueñan con voltearse a esa pendejita
en
los asientos traseros del 46;
mientras
Papá va al volante.
Papá
y sus ojos rojos y alcohólicos
de
venitas blancas...
Papá
y su vida volada
creyendo
en el amor de Dios
en
el Evangelio como única forma
de
conciencia…
ASALTO DE LA GANDHI
Nunca
habías estado, Ricky,
en
semejante estado deplorable,
con
50 peruanitas y el Enzo.
Nunca
te lo hubieras imaginado, Ricky.
Jamás
pensaste en el ruido de la caja de chapa.
Pero
ahí estabas,
soportando
esos conchazos,
¡el
fuego de la admiración limeña!
Con
este calor,
Ricky
tendrás que esperar hasta
el
próximo invierno.
La
caja de chapa del celular
se
movía de un lado a otro
al
doblar las esquinas,
¡Y
eso hacíamos nosotros!
No
veíamos la hora de bajar,
el
Enzo sacó de su pantaloncito N° 9
una
ganzúa, y forzamos la puerta del celular.
El
Enzo voló como un avestruz.
¡Dónde
nos llevan estos botones!
¡Qué
gente!
Estábamos
en Corrientes y Paraná
¡pleno
centro!
Con
el charrúa goleador nos metimos
en
Gandhi,
había
una mesa llena con los libros
de
Juanele.
¡Quién
le puso Juanele!
¡Esos
rosarinos que no conocen el río!
El
Enzo se llevó los tomos de En el aura
del
Sauce,
¡Y
ahura era corrido por un sauce!
Un
vendedor ato, con barba y pelo largo.
Salimos
corriendo a todo lo que da,
el
Enzo me pasaba el libro a mi,
y
yo se lo pasaba de nuevo...
¡Otra
vez Jesús! ¡la chota de la lora!
¡Se
me pone la piel de gallina!
¡chui!
¡chui! ¡chui! ¡Que fresquete!
¡Jesús
del mármol! ¡Jesús del mármol!
¡Vení
gallinita! ¡Chilenita! ¡Vení que acá
tenés
a tu stopper! ¡Pasá al líbero!!!
¡Vení
a tu último hombre!
¡anímate
al gol! ¡y te parto al medio!
¡vení
gallinita! ¡vení que acá tenés
marca
personal!!!
El
lungo venía pisándonos los talones,
de
repente al doblar por Montevideo
vemos
el celular con las puertas abiertas
y
Ricky, tratando de zafar de las peruanitas
¡Qué
desgracia!
Era
la única manera de perderlo
al
lungo ése,
¡Qué
si nos agarra nos mata
y
nos entierran con Juanele!
Así
que nos subimos de nuevo al celular
podés
creerlo, Ricky, escapar
de
un celular para volver a entrar.
¡Qué
locura tan loca!
¡Qué
gente!
Washington Cucurto es el seudónimo de Santiago Vega,
quien nació en Quilmes en 1973. Es narrador, poeta y editor. En el año 2003
fundó la editorial Eloísa Cartonera, la cual da lugar a autores inéditos y
también pocos leídos en el país, sobretodo de América Latina. Sus escritos
cosechan admiradores y adversarios por igual desde la publicación de Zelarrayán
en 1997 y hasta el día de hoy continúa una fructífera producción literaria que
le dio renombre nacional e internacional.
Zelarrayán obtuvo el primer premio en el II
Concurso Hispanoamericano Diario de Poesía (1997)