FEBRONIO ZATARAIN

JOHNNY

Alguien me está barriendo el pecho
las cerdas de plástico van y vienen
ahora es un estropajo que me despega las costras

Desde los albores de la guerra no me muevo
no estuve mucho en el campo de batalla
al bajarme del camión sentí un estallido
y luego desperté

Pero despertar es un decir
porque perdí mi rostro
junto con mis brazos
y mis piernas

A veces quiero gritar
y siento que se me abre un hoyo
pero no me escucho

Ahora la humedad de un trapo refriega mi pecho
va subiendo
dobla en mi cuello
y se pierde entre los pelos de mi nuca

Creo que sigo vivo
pero también podría estar muerto
y esto que de mí queda
es lo que queda de todos

Quién me asegura que alrededor mío
no hay millones de trozos de carne
que de vez en cuando sienten que les hacen el aseo

 

COMUNIÓN

no distingo entre el café caliente y frío
abandoné el alcohol
y desde entonces
una taza siempre me acompaña

al levantarme
mientras lo preparo
bebo los residuos de la noche

su rastro está en mis labios
en mis camisas
en mis sábanas

yo había oído de hombres como éste
y alguna vez me topé alguno
y en su rostro divisé su cuarto

él abría una lata de jamón
sacaba el trozo
lo rebanaba
luego tomaba el paquete de galletas ritz
y se echaba frente al televisor

se acabó el talk show
meto en mi boca lo que queda de jamón
dejo la cama
apilo el plato en el fregadero
y pongo en la cafetera el último filtro



APLAZAMIENTO

es apenas media noche
y me he quedado sin cigarros

no he aprendido a ser previsor
en la cuenta de luz y de teléfono
siempre me cobran recargos
no porque no tenga dinero
sino porque el cheque nunca lo mando a tiempo

me asusta el orden
lo mismo que la asepsia
el polvo en la pantalla
me permite dar con la palabra que sigue

qué sería de mis ojos en los insomnios
si no hubiese telarañas en los rincones

quién contemplaría las madrugadas
si este sábado me decido
y compro un cartón de Marlboro

 
LA VENADA

Aquí bájense, nos dijo el Tunga, al rato viene el Otro por ustedes. Éramos diecisiete, once pollos y seis pollas. Todos llevábamos una mochila llena de comida y un galón de agua. De las siluetas de los arbustos salió el Otro. Síganme. Avanzamos una media hora y nos trepamos a una loma tupida de piedras como de río, Agáchense, vamos a esperar el cambio de turno. La línea estaba abajito, alumbrada por un farol, esperando a que dieran las doce para que la atravesáramos. En el cielo no había ninguna rendija por donde se asomara una estrella, de vez en cuando se veía una baraña empujada por el viento; el Otro aguzó la cabeza como perro orejón y ya encarrerado gritó: Píquenle y no se separen. Llegamos a la alambrada y nos arrastramos para cruzarla; mientras más nos alejábamos de la línea, más oscuro se ponía; yo me guiaba por el trote de los demás pollos; sentía a través del pantalón y de la chamarra el roce de la breña. Apenas empezaba a brotar el sudor cuando tropecé; Cuidado con las vacas, susurró el Otro. Me levanté y agarré de nuevo el paso, nadie hablaba, los únicos ruidos que se oyeron por un rato eran los mismos que nosotros hacíamos, luego se les juntó el de un motor a lo lejos, Tírense a la tierra y quédense quietos porque el mosco los ventea. Al caer, sentí lo frío de las piedritas que se sumieron en el cachete. El zumbido de la máquina venía de arriba y un gran círculo de luz se paseaba enfrente de nosotros, se vino tanteando y nos cayó encima, No se muevan, vociferó una bocina, y empezaron a brincar camionetas por todos lados como plaga de chapulines, Ya nos cacharon. Pese al ventarrón de hélice, me levanté y mientras giraba la cabeza, se deslizó la mochila; vi un portillo entre dos camionetas que venían en friega, y por allí me fui; me acordé de cuando jugaba a los encantados y el Memín, la Manina, el Miel me iban correteando; no voltees, me decía, porque te alcanzan, y salté matorrales y salté rocas siendo la Venada. Como ya me había acostumbrado a la oscuridad y la madrugada iba creciendo, logré esquivar los cactus que aparecían, y sobrevolé sin problema los peñascos y los cardos. Mis piernas se sintieron fuera de peligro y empezaron a desacelerar; me llegó la sed, pero el galón había quedado atrapado en la luz lanzada por el mosco. Todo estaba quieto. Parecía que el viento había dejado de respirar; como si los polleros y los migras hubiesen dejado en paz al desierto y sólo una polla perdida vagara en él.



PERFIL

quiero tomarme mi píldora y no puedo ponérmela en la lengua
mi mano se va hacia los lados
y el Lithium termina en algún cauce de la alfombra
lo recojo
y después de mucho batallar
lo ingiero

todo iba por buen camino
con lentitud y certidumbre la respuesta al qué hacer se desnublaba

dos tardes antes de año nuevo
fui a la farmacia a recoger mi ración
y aproveché para surtir también mi alacena
ya en la cola
una mujer casada que estaba delante de mí
se arreglaba a cada instante el cabello que le rozaba las orejas
y buscaba poses para que yo gozase más de su perfil
incluso me pidió que le cuidara el lugar unos segundos
regresó con un veinticuatro de 7up y me agradeció
pero apenas pude balbucear un monosílabo
pensé en comentarios o preguntas
it has been a beautiful day
do you have children
pero no me oí decirlos
llegó su turno
luego el mío
y mientras caminaba a mi coche
la divisé abriendo la cajuela
y en el manejo a casa
fui su amante unos meses

entré al baño y el que estaba frente a mí
miraba clara y mesuradamente
antes de voltearme
me guiñó un ojo y se sonrió
tomaba el nuevo frasco para abrirlo cuando sonó el teléfono
era Morton
lo había conocido en una de mis tantas internadas
te invito a cenar
me dijo
ya estuvo bueno de abstinencias y de claustros
viré hacia el espejo y la sonrisa continuaba
me puse la chamarra y salí
el frasco quedó en la mesa intacto

antes de la medianoche la ambulancia nos recogió en el restaurante
me dieron doble dosis
y estuve zombiando y zombiando con muchos otros

hace tres días me trajeron a casa
me acaba de llamar la enfermera para hacerme las preguntas de rutina
descanse y por favor no se olvide de tomarse su píldora
le pregunté por Morton
y me dijo que todavía estaba allá





FEBRONIO ZATARAIN, (Sinaloa, 1958). Luego de vivir 14 años en Guadalajara, emigró a Chicago, donde se ha dedicado a la promoción cultural y a la creación de revistas literarias. Actualmente coordina el taller de la revista Contratiempo. Sus más recientes libros, En Guadalajara fue (novela), y Veinte canciones en desamor y un poema sosegado fueron publicados bajo el sello de La Zonámbula.

Colaboración: Jesús García Mora         



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