Opinión | Columna: El lado oscuro de la pluma | Autora: Gaby Sambuccetti
“Debes vivir la vida con el convencimiento de que tus actos permanecerán. Somos criaturas que dejamos huella” Zadie Smith
El viernes 12 de julio de 2019 fue un día
diferente en Buenos Aires. Muchas denunciantes sintieron que por primera vez en
mucho tiempo sus historias fueron escuchadas cuando le dieron la sentencia a un
músico argentino que denunciaron penalmente por abusos sexuales reiterados. Ese
fue el fin de una etapa y el comienzo de un nuevo ciclo.
Pero si nos vamos hacia atrás en el tiempo,
nos encontramos con una escritora, Ariell, quien estaba de paso por la Patagonia.
Temblorosa y tratando de superar un ataque de pánico, Ariell trató de escribir
un mensaje en una pancarta la cual iba a sostener minutos más tarde en el
recital de la persona que iba a denunciar. Esa pancarta decía: “[Las mujeres] no
nos callamos más”. Varios años después, esa frase estaba siendo reconocida y
citada por un país entero.
Hoy hay una sentencia y muchos medios
involucrados. Hay denunciantes unidxs por historias que se entrelazan. Hay una
bisagra emocional: algo que se cierra y algo que se enciende.
La escritora y activista, Ariell Carolina
Fernanda Lujan, nos hace volver a creer en las palabras del sociólogo Wright
Mills cuando nos habla de la interrelación de las personas con la sociedad, de
la biografía y la de la historia. Del poder que radica en las personas para generar
cambios. Aunque advierte, “[las personas] rara vez son conscientes de la conexión
que existe entre sus propias vidas y el curso de la historia del mundo”.
Cuando entrevisté a Ariell y le pregunté
dónde radica el poder de la frase “Ya no nos callamos más”, ella me contestó que, a nivel personal, ese
poder radica en la potencia de cortar con el silencio y la impunidad.
Yo también siento una responsabilidad.
Todxs deberían sentirla. Pero ¿todxs la sienten? Pienso que en la respuesta de
esa pregunta radica la complejidad de la situación que viven muchas personas que
son víctimas de abusos y violencias machistas.
El ambiente literario no es la excepción:
el silencio y la impunidad en la escena contemporánea es también moneda
corriente. Para escribir este artículo recolecté
testimonios públicos y privados de distintas escritores y trabajadores del ambiente
literario. Aquí se pueden leer algunas de sus palabras:
1. ‘’Los mismos jueces del concurso literario al que asistí tienen un historial de abusos y acosos, y sus compañeros lo saben’’
2. ‘’Mientras proclamaba a los cuatro vientos ser feminista, él operaba con lógicas fuertemente machistas y misóginas. Me sentía entre la espada y la pared: por un lado tenía que venderle a los lectores la idea de una organización feminista y por otro lado tenía que soportar sus maltratos y abusos puertas adentro’’
3. ‘’Si bien viví todo tipo de abusos en mi vida, el abuso laboral dentro de la editorial fue el más duro que viví, y él sigue en la empresa como si nada”
4. “Me subestimaba, maltrataba, y al mismo tiempo me acosaba y utilizaba para la expansión la revista. Lo peor es que a medida que la revista crecía, a más gente acosaba”
5. “Soy librera hace años, y cada vez que me contactan sin conocerme, dan por hecho que soy un hombre. Parecería que en la mente de la gente un librero solo puede ser hombre”
6. “Me agregó a Facebook y me empezó a decir que quería que publique con él que era editor, porque él tenía experiencia y contactos. Casi instantáneamente, empecé a recibir un acoso constante”
7. “Era mi profesor de literatura y me acosaba”
Estos son sólo algunos de los
testimonios recibidos de manera anónima sobre el maltrato, abuso y violencia
diaria que opera en el ambiente literario. La violencia en el ámbito laboral y
profesional es una de las más difíciles de reportar debido a las grandes
presiones económicas del mundo capitalista que habitamos.
Los especialistas afirman que en el
ambiente laboral y profesional la mayoría de las víctimas no denuncian, por eso
es una de las violencias de la que menos se habla. Los compañeros y/o colegas también
tienen la misma problemática: temor a perder sus trabajos, lo cual muchas veces,
potencia la negación de los hechos. Cuando las personas deciden denunciar
abusos machistas y llevan a cabo sus denuncias, terminan muchas veces siendo
juzgadas desde muchos frentes, en situaciones laborales desfavorables, y a
veces terminan incluso desempleadas o con una importante pérdida de prestigio.
Ahora bien, no hay que subestimar el
valor de la palabra. Esta columna se llama “El lado oscuro de la pluma” porque
la escritura ofrece también un espacio de denuncia, de sanación. No es
casualidad que la gran mayoría de las denuncias que se hicieron en los últimos
tiempos empezaron por medios escritos. Aunque la escritora Gachi Krause, de esta manera, también cuestiona la utilización de la escritura únicamente como método de denuncia: “muchas veces las mujeres terminamos usando la escritura como método de denuncia por sobre todas las cosas”. A veces, la necesidad de denunciar sobrepasa la necesidad de escribir per sé.
Se necesitan muchas páginas para
englobar la cantidad de violencias a las que se ve sometida una mujer o una minoría
en el ámbito literario: desde el mansplaning, los prejuicios, la diferencia
salarial…Basta sólo con mirar la lista de escritores que ganaron premios en los
últimos años para ver como los hombres sobrepasan a las mujeres, disidencias y minorías
en reconocimientos. Movimientos como el #metooescritoresmexicanos y el #yanonoscallamosmas
ayudan, pero todavía queda mucho por hacer.
Por lo pronto, tenemos el poder de la palabra,
que es mucho y es muy poco. Citando a Huxley en Un Mundo Feliz, “Las palabras pueden ser como los rayos X, si se
emplean adecuadamente: pasan a través de todo.” Tenemos que hablar más.
La escritorx Ariell Carolina Fernanda Luján nos deja una enseñanza: mientras que el silencio perpetúa la violencia, hablar, en cambio, descomprime mecanismos en los que los roles víctima-victimario son muy rígidos. Hablar y escribir permite cambiar nuestras realidades, mientras le pone un freno a la impunidad.
La escritorx Ariell Carolina Fernanda Luján nos deja una enseñanza: mientras que el silencio perpetúa la violencia, hablar, en cambio, descomprime mecanismos en los que los roles víctima-victimario son muy rígidos. Hablar y escribir permite cambiar nuestras realidades, mientras le pone un freno a la impunidad.