YAMILA MARZAN

Christo Makatita





NOCHE PERFECTA


I
La cabeza contra la almohada
y una desazón perenne,
directa hacia la vejez ampulosa
que emite sonidos distorsionados
porque entre cielo y clamor
se abre el cuerpo, decrépito.
La tez, punzante,
propagadora de espinas.

¿Cuál hombre saldrá de claros-oscuros
a conquistar mi angosta miaja?

II

Todo se irá aplanando
tal como si la vida con sus pocas oportunidades
tendiera otro siglo de escasez.
Las mismas chapucerías,
el mismo humo prieto entre el follaje…
Yo y mi cuerpo,
tendidos al alcance del mar,
como si el mar fuera el auxilio,
la única brecha por donde escapar
de tantos signos muertos.
Yo y mi cuerpo somos dispar.                                                                                                     
Mi cuerpo se disminuye, se cuartea.


Yo, sin embargo,
alimento el meollo.

¿Cuál macho osará absorber el reptil
que ofrezco sin remilgos?
Salida de mi boca, la serpiente se arquea, olfatea.


III

Detrás de los pensamientos
hay un cucarachón.
Cuando me muevo y toco las entrañas
de este ser lacerante,
mis nalgas se hunden en la peor desilusión.
Chapoteo por aquí, chapoteo por allá.
Pero el orden de los sentidos
trae una cruel naturaleza
por donde entro a erigirme.
Los átomos se relacionan
y estalla la pólvora.
Los nudos apretados.
Los cuerpos tiesos.
La lengua chupada.
El paradigma acuoso.
Y un reguero de cuarto
marcando el siglo.     
      

 IV

Sin embargo,

ya había escuchado el rugir del oso.
¿Había escuchado el rugir del oso?
¿Cuándo?
¿Dónde?


V

Lo que perdura no es el deseo.
Lo que muere es la calma.

¿Quién ha roto mi calma
y vuelve errabundas las palomas
que atrapé
en una noche perfecta?

Como el ojo ata al océano
me reviento tras de ti,
me sofoco.
Herviré mi lengua,
tu sabor debe irse al diablo.

¿Por qué tanta alegoría a tu figura desencajada?
Yo duermo en cualquier puerto.
Tú, dislocas los sentidos (de orientación).
     

SARGAZOS

De nuevo frente al mar,
a tu recuerdo.
Los sargazos abordan la arena
(como ejércitos necesitados de dominio)
e invaden estos pensamientos feministas:
Tu pene ha de entrar en mi vagina,
solo en mi vagina.
¡EN NINGUNA OTRA!
¡EN NINGUNA! 


OLOR A BERRINCHE

En mis sueños, como feminista al fin, abro las puertas de mi corazón a cuantos hombres puedan amarme.
Las abro a la luz de la luna y menciono nombres y lanzo azúcar hacia todas las latitudes.
Invoco a los astros.
Converso con el ángel que flechó mi cuerpo para que me amaran tantos hombres a la vez.
Bajo la luz de la luna desamarro mi bata de finos encajes y bordados sobre gestas y revoluciones.
Mi cuerpo platea, (brilla insistentemente).
La miel lo recorre, plácida, astuta.
Los hombres atisban, entran y toman posesión de un patio hecho con sangre absurda, la mordida final.
Los hombres danzan a mí alrededor; una danza frívola, chocante. Manifiestan el deseo con gestos bruscos y frases mal acomodadas que se van perdiendo en la desilusión.
Una fuerza atroz lo inunda todo.
Y hay olor a berrinche.                                                                                                                                                                                                                                          


MIS HOMBRES, CELOSOS

Mis hombres, celosos, parten a la guerra.
Mis hombres no saben que desde aquí,
desde esta pesadilla inaudita, los observo irónica;
y llegan en canoas, trenes, aviones…
a morir, o a vivir amputados.
Tiran botellas, bombas, cohetes…
Caen como moscas luego de la fumigación.
Ruedan cabezas, sentidos…
Mis hombres desleales, absurdos,
han ido a la guerra por mí.

En tiempos de paz
ellos traían margaritas, azucenas…
Vestían domingos de gala.
Paseábamos por el prado
y practicábamos el sexo sobre la hierba fresca,
cortada recientemente con fines lucrativos.
Sus manos eran pócimas.
Sus bocas, garnachas.
Sus penes, animales libidinosos…

Mi amor dirigía la carroza.
Hacían reverencias.
Me besaban la mano
con la suavidad de una música de violín.           



Se acuclillaban y yo ponía mis pies sobre sus muslos
¿CUÁL ORGASMO…?

¿Con cuál moral
el marido aprieta a la mujer en su regazo,
luego de ofrecerle moretones?
¿Con cuál razón
provoca una escena de celos
después de traer del brazo a su amante,
tras una noche azul?
¿Con cuál orgullo
la mujer imbrica a su esposo en las labores del hogar?
¿Con cuál “ingenuidad” ella se mueve por la casa
mostrando nalgas, senos…
en fin, todo su don?
¿Cuál ironía vendrá a entregarle flores
y a tomarla por la cintura
con manos suaves, o bruscas, o simplemente manos?
¿Cuál orgasmo…?
 ¿CUÁNTOS?        



A TRAVÉS DEL TELÉFONO

Hablábamos como conocidos.
Al paso del tiempo como necesitados.
Yo me excitaba
mientras él, decía y decía
(voz varonil pero serena, dulce).
¡Ay, aquellas frases sobre mis pechos!
Se movían despacio, para abajo,
deteniéndose en las partes intrínsecas.
Yo imaginaba su boca en mi vulva.
Su boca mordía mi clítoris
como quien no ansiaba provocar dolor.
Su lengua era una manjúa entrando y saliendo.
Yo veía a mi hombre (frente a mí)
con el pene erecto: figura para ser contemplada
con vehemencia y pavor (a la vez).

                                                                                                                                                    

Yamila Marzan 1966. Cuba. Pinar Del Rio. Poeta .Publicaciones: "En el ojo del cuervo"(2008),"Manjuari"(2016) (Poesia).Poesías suyas aparecen publicadas en periódicos y revistas. 

Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

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