JAVIER BAUTISTA MUÑOZ

Oh, dichoso, Facebook

Oh dichoso Facebook,
bendito seas por haberme aplaudido;
antes de descubrir los ‘me gusta’,
no sabía de mi existencia.

La vaina

perversa la mano que te toca la boca
perversa la mano que te empuja al féretro de la muerte
perversa la mano que lee el destino de tu herida
Miroslava Rosales

La calle oscura apenas transitada,
los autos por la avenida descomponen el frío.
Mar viscoso fue mi sexo
apenas perceptible bajo la vergüenza.

Hace sólo seis meses que me expongo al vicio:
una blusa transparente bajo la chaqueta
una tanga preciosa coronando mis glúteos
la diminuta falda apenas cubre mi letargo
el farol rasga mis tacones
que apenas confrontan mi deturpación.

Mar viscoso fue mi sexo:
sin signo de agudeza mi obelisco
a macho fui vendida
a lo macho emputecida
a hembra transformada
al MTF me lanzaron un viernes con un sábado.

La cirugía nomás con diecisiete
me implantó redondas islas
risos en las sienes
urgencias en el vientre cínicos mareos.

Me arrojaron al deseo perverso:
a la cópula ociosa de las magdalenas
para sobrevivir a mi inutilidad.

Recuerdo bien las poluciones y los juegos
antes de ser tratada…
(Lo hacían por mí todos los clientes
antes de conseguir la vaina).

Ahora la vaina estrena nuevos flujos
cohonestando la perversa urgencia
cubierta por la tela.
Ahora sé que el capital es la órbita
bajo la cual se esconde el patriarcado.

Las manos acarician un espejo emputecido:
(viva imagen de los gallinazos)
urgen bajo la falda
arañan el vientre
escupen en los labios al mojarme
atrapan un seno…

Perversa la mano que lee el destino de la falda
perversa la herida que encubrió un feto que no debió salir
perversa la estrella sobre la vía corta
perversa la nueva hija de la avenida Insurgentes.

Marilyn

I

tu cuerpo
a pesar de la muerte
hace ver el crimen de seguirte amando.

                                                       II

la muerte lozana y maquillada
le dejó en el rostro
la cicatriz longeva del espanto.

nunca más volveré a leer los barbitúricos.

                                                    III

postrada en la camilla la sacaron:
nunca más mi cama fue la misma antecedente de la morgue.

IV

ni la cicatriz ni lo horrendo del cadáver
hicieron espectáculo
como el viento por su falda en el paseo.

Baño

me la cogí en el baño:
ella decía que la vida le cagaba.

Buscarás una mujer para olvidarme

Buscarás una mujer para olvidarme
después de ocultarme tu verdadero gusto,
y sabré que entre tus múltiples corpiños
hay uno que se ajusta a uno u otro cuerpo.

Hallarás una mujer para olvidarme
pero yo hallaré más de mil mujeres
a quienes quitaré calzones y corpiños;
al fin y al cabo soy hombre y lo merezco.

Basilisco

Te cogí de la mano
y supliqué como ave magra
que nos matara el basilisco
en sudores y flujos.

Poros eclipsados
en sábana de arena
fuimos en el hotel.

El basilisco nos vio
y en la loca carrera
no pudo asesinarnos;
pero corrí con suerte:
te cogí       
de la mano.

Herida

A Héctor Carreto

Metí los dedos bajo su falda blanca,
y removí la delicada tela
esperando acariciar la culpa.

Metí los dedos en la herida
debajo del levísimo algodón de azúcar.

Ella anhelaba ser herida
y yo necesitaba escribirle poemas:
por eso levanté los cielos de esa tela
y desde ahí las metáforas fueron precisas,
coloqué el puñal por las caderas,
la pluma en la cintura y la columna,
la sinestesia entre el vientre y el sostén caído,
mojé con ritmo los labios y los ojos;
más abajo, palpé con metonimia los muslos,
las piernas
y los pies.
Calmé la sed de la piel y del hurto.
Herí al poema y lo salpiqué de culpas.

Cumplimos los objetivos de esa noche:
matamos dos pájaros de un tiro.

Tocan dianas

¡Mierda!, me he quedado solo.
Ella no está, o no la hallo.
Tocan dianas…
Probablemente
me están creyendo muerto.

La araña

Llega un momento en que ni siquiera la podredumbre avanza.
PHILIP K. DICK

Avanza la araña
cautelosa camina
por los equidistantes húmeros de suelo.

Salió de su escondite
nadie cerca.

Los últimos hombres consumidos por el polvo.

La descubre uno de ellos
la oculta entre sus manos
con curioso ahínco le examina
cada pata mutilándola de cuatro.

Se sostiene la araña
inmóvil se consume
da un paso otro el otro
al contacto de un encendedor.

No puede más
el movimiento expira.
Al fin el hombre la engulle regurgitando miseria:
el polvo consume al hombre
quedan las patas envenenando al mundo
quedan los restos de la araña ocupando el espacio
por los equidistantes húmeros del suelo.
 Imágenes: Any Warhol

Javier Bautista Muñoz (Tlaxcala, 1991). Estudiante de Lingüística y Literatura Hispánica por la BUAP. Ha colaborado en la primera y única edición de la revista ‘Puntos suspensivos’ (2010), y en la edición digital de la 'Revista Cuatro Patios' (2014), ambas del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica de la BUAP. Es  miembro activo del Taller de poesía impartido por Álvaro Solís, Alí Calderón y Gustavo Osorio de Ita en el mencionado colegio. Actualmente desarrolla proyectos de difusión lingüística y literaria.


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