El caos de una polisemia de registros donde
casa sustrato ordena sus referencias en un área determinada por la fotografía y
otra por la poesía -o poemas- no hace
referencia a un eje primordial para construir un libro donde se abarca la imagen
fotográfica, el dibujo y la poesía.
León Plascencia nos ofrece en este libro un
horizonte donde, de manera no arbórea, sino a manera de rizoma –tomando como
referencia el concepto de Gilles Deleuze- plasma un saber y un sentir visual
donde cada texto o imagen crece por en medio, donde se está continuamente en
movimiento sin punto de origen ni punto de encuentro.
Nada es real frente al follaje.
Fuimos a observar las líneas y los surcos
que conforman un paisaje. El follaje
no permite ver nada…
Me pregunto si el follaje de la realidad
muestra verdaderamente sus líneas donde cada forma de vida visual pareciese salir del centro de una imagen específica,
como de un vidrio empañado de un automóvil en medio de una tormenta, o de una,
a simple vista, pequeña mancha negra al filo de una página en blanco. En este
libro todos lo más general brota de aquellos detalles que pocas veces nos
detenemos a ver por culpa de la aceleración que nos abruma.
El maestro Eckhart escribió que Dios se vuelve Dios cuando los animales
dicen: Dios.
En El lenguaje privado ¿Quién vendría siendo
Dios y quién el animal? Aquí no hay puntos arborescentes de donde León se haya
agarrado para dar el brinco a lo que sigue. Eso es algo que me gusta mucho de
este libro, que no hay chantaje ni por parte de la fotografía ni por parte de
la poesía. Pareciese como si cada una gozara de una absoluta independencia en
dependencia de la otra teniendo al pensamiento y el sentir oriental como guía
maestro, como una especie de atardecer que pastoreara a la noche y al día rumbo
a los mapas de una indecisa condición
fantasmal.
Te
enseñaré una cosa, me dice. Mira lo más lejos que puedas: eso
tampoco
es la patria. ¿Entiendes lo que
quiero decirte?, me susurra al
oído. Quédate en el lenguaje. No hay límite.
Pensemos y quedémonos por un instante en el
lenguaje privado, en el lenguaje donde Lalengua lacaniana podría aprehenderse
en su origen sin mediación psicológica o filosófica. Tan solo basta un paisaje,
un segundo, una muerte o una vida, y el oriente podría aparecer una tarde
empalmado en el Occidente.
Álvaro Luquín, 1984. Estudió artes audio
visuales y luego filosofía. Ha publicado los libros Praderas Silenciosas (La
zonámbula), Blanco Sucio (Filodecaballos) y Panóptico, ganador del primer lugar
de la bienal de literatura Hugo Gutiérrez Vega 2014, (Bonobos). Ha sido becario
del Fonca y del Pecda Jalisco. Ha publicado en medios digitales e impresos como
Transtierros, Tierra Adentro, Luvina, La cigarra, Revista Crítica, Revista La
Colmena, Revista el humo, entre otras. Miembro del consejo de la Revista Metrópolis.