YVES BONNEFOY

La lluvia de verano

I
Ciertamente el más querido, de ningún modo
El menos cruel,
De todos nuestros recuerdos, la lluvia de verano
Súbita, breve.
Íbamos, y era
En otro mundo,
Nuestras bocas se embriagaban
Del olor de la hierba.

Tierra,
La tela de la lluvia se pegaba sobre ti.
Era como el seno.
Soñado por un pintor.

II
Y temprano el cielo
Nos permitía
Ese oro que la alquimia
Tanto buscó.

Lo tocábamos, brillante,
En las ramas bajas,
Amábamos el gusto
De agua, en nuestros labios
Y cuando juntábamos
Ramas y hojas caídas,
Esa humareda por la tarde, brusca ese fuego.
Era todavía oro.

Que este mundo permanezca
(fragmento)

I
Oh, que tanta evidencia
No cese
Como se extingue el cielo
En el charco seco,

Que este mundo permanezca
Como esta noche
Que otros y no nosotros
Toman por el fruto sin fin,

Que este mundo permanezca
Que entre, para siempre,
El polvo brillante de la tarde de verano
En la sala vacía.
Y que fluya para siempre
Sobre el camino
El agua de una hora de lluvia
En la luz.

II
¡Que este mundo permanezca!
Que la ausencia, la palabra
Sean uno, para siempre,
En la cosa simple.

Uno en el otro
Como el color de la sombra,
El oro del fruto maduro en el oro
De la hoja seca.
Y no disociándose
Sino con la muerte
Como la brillantez y el agua
Abandonan la mano al fundirse la nieve.


Yves Bonnefoy (1923, Francia)

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