ÁNGEL DÍAZ


LUCES DE LA CIUDAD

I

Volví a contaminarme
con la navaja que afila la penumbra
y me inyecté el miedo
como un virus incurable

Colgué los sueños
en las líneas de mi rostro
y mi luz no retornó.

Tuve que escapar hacia la nada
abrí de nuevo las heridas
enterré postales de recuerdos
y así pude emprender un vuelo más ligero.

II

Las luces de la ciudad
bailan al ritmo de mi corazón,
mi alma se funde a través de la lluvia
y este infierno me está matando.

Es el momento perfecto
para escaparse de todos.

III

Hoy es una noche
donde las estrellas resplandecen en mis ojos tristes
y desde este piso pierdo altura.

Puedo arrojarme y recogerme en pedazos
y volverme a destruir
(a fin de cuentas dejarse caer
es aterrizar al centro de nosotros).

Entonces recuerdo que hay un hilo
del cual penden todos esos sueños
que me hacen revivir y me devuelven la fe.

Toco mi lado izquierdo,
estalla y vuelvo a empezar
todo en esta noche
y al mismo tiempo.


PANFLEJO

Es cierto,
se les olvidó conjugar el tiempo en futuro
y nos convertimos en los herederos de todo su derrumbe,
quisimos levantar sus casas demolidas
y apenas teníamos alambre
madera
y barro.

Una serie de infinitivos
y palabras que surgían de la tierra
tan fértil
como inexplorada.

Intentamos construir a través de sus ojos gastados,
empezamos a amar el acto poético,
descubrimos la lejanía de la inmediatez,
nos alejamos del aplauso y su claridad
donde morsas descalifican el verso que tropieza libre.

¡Porque hablamos con el corazón en la boca
y la lengua la tenemos rasurada!

El suspiro es nuestra primera canción,
así enumeramos todos los vocablos,
repetimos los pasos sin saberlo,
llamamos al tiempo
y a las cosas por su nombre.

Primero el gemido,
después la cáscara,
ahora la luz.

Es momento de dejar los trémulos,
discernir no es opción,
dejen de creer que estamos compartiendo tertulias con cervezas.

Nosotros somos el viento,
somos los ríos,
el aire,
el hexámetro,
la diacrítica oralizada,
la palabra.

No la amalgama de la estúpida academia,
llenas de pláticas onomatopéyicas
donde los ritos y los ripios son temas recurrentes.

Aferrémonos a la posibilidad de lo imposible,
de lo impensable,
de lo incapaz.

¡Señores!

¡Nosotros somos los poetas
nuestra poesía es para el mundo!

para la piedra,
para el borracho en delirio,
para el amor absurdo.

Así elegimos este camino
debemos cumplir con nuestro papel
el futuro nos espera.

El acento que no explote en la vagina
o arda dentro de los huevos
no vale la pena pronunciarlo.

Y si nos señalan porque no tenemos pa´ tragar
les diremos que cenamos gallo

La voluntad nos aferra
Se trata de

R
e
t
r
a
t
a
r
L
a
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e
a
l
i
d
a
d
Es cierto,
se les olvidó conjurar el tiempo en futuro
pero en sus ruinas dejaron el rugido y la furia del destierro,
el cacareo del gallo
y la luz envuelta en sal.

Entonces sus cenizas se esparcieron
iluminando un camino
que parecía perdido entre los escombros,
convirtiéndonos en sus herederos
de todo lo que un día ustedes
habían pronunciado.






LLORA EL  R E Y

Llora el rey,
y las oficinas vacían sus ventanas,
busca el mejor escondite
mi niño asustado.

Muerta la ciudad,
rezo a un cristo colgado en un tendedero,
se atan cuervos a mis manos,
ellos sabrán guiar mi mundo.

Porque estoy hecho de retazos,
un pájaro que muere enmarañado,
soy el derrumbe de iglesias,
estatuas hechas de paja
que incendian en cada pestañeo mi conciencia.

Mientras el espejo
refleja mi irrealidad,
donde lentamente me vacío.

Y llora el rey,
jaque mate al desamparado,
vomitan ideas
que se enredan en una galaxia de preguntas,
el tiempo huye como un cobarde
y la vida sin frenesí y en huelga.



Ángel Díaz nació en la Ciudad de México el 21 de septiembre de 1983. Poeta, administrador  de profesión, padre de familiar y actualmente estudiante de la carrera de Letras Hispánicas por parte de la UNAM. Cuenta con el libro “La versión de mis hechos”, Ed Sikore, CDMX, ,2016 ,“El tiempo perdido”, Ed independiente, Primera palabra IV Antología Literaria Mexicana, y “En el borde, líneas y versos para incitar al vuelo” II, III y VIII.


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