CAMILA CHARRY NORIEGA

38.
Todavía el hueso sostiene la mejilla caliente del animal,
la crispación  de la carne sostiene
la desgarradura y el tajo abierto que libera otra extraña desnudez.
Arden junto al fuego el cuchillo, la lámpara que inició el calor
y algunas de las sílabas que la noche luego del rito devora. 
Sobre la mesa los libros derraman hojas secas
que el viento arranca y lleva y eleva
como un carnaval de fantasmas enardecidos.
El hueso arde y se cuartea,
la carne, los tendones silban  y todo huele a pan.
Tras el cristal de la ventana danzan libres 
sobre la cuerda tendida en algún remoto patio, 
una falda húmeda, un pantalón y unos calzones 
que luchan contra la ingravidez;
presencias de lo humano, de la carne que se persigue y  se olvida.
Con una cuchara se revuelven las cenizas
y se disponen como frescas legumbres en los platos junto al pan,
el espejo refleja un reloj de pared 
que avisa como siempre que la mesa está servida, 
no hay mantel,
en su lugar una sábana cubre la madera y un cuchillo
corta la lengua para que haya silencio
y brille solo entre el fuego el animal  desterrado  
que cubre todos nuestros huesos.  

MAGDALENA
De una vieja ceiba
tres soldados cuelgan a un perro de manchas cafés.
Como repitiendo los gestos de un espíritu cruel
intentan desprender la cabeza del animal
intentan separarla de su  cuerpo.
Por turnos estiran la cadena
que une al perro con el árbol
fuman,
ríen
toman aguardiente
en  improvisadas copas hechas de totumo.

Matan el tiempo entre la selva,
se divierten cuando el perro aúlla
y su llanto animal se extiende tremendo
hasta que al fin la cabeza
del cuerpo se separa.
Entonces toman sus fusiles en silencio
y vuelven por la espesa selva
tranquilos
a sus rondas nocturnas.


ESE PÁJARO VINO
y se contempló en mis ojos.
Supo que alguna vez
 -no sé cuándo-
había sido yo.

Voló atravesando la noche como un sueño
y su nido hecho con largos mechones de mi pelo
ardió en su vientre.

CALVARIO
La res se tiende sobre la hierba y espera la herida
la luz del cuchillo;
ese segundo de olvido que conduce a lo otro.
Para evitar el hambre
la madre sumerge el rostro de su hijo
en las entrañas tibias de la res;
ese  universo de carne y vísceras.
En los ojos abiertos de la res muerta
el niño se contempla un instante
y comprende sus propios ojos,
su voz sorda
deformada por su aliento
y por el aliento último de  todo lo que existe.


POEMA RETÓRICO SOBRE SPINOZA
Desterrado de la sinagoga
Spinoza avanza por la calle
de gabardina rasgada por el puñal del asesino.
Ya sabía que acá la muerte
es flecha de luz
 y apacible destino.
Sabía que decir persona es como decir rincón de nada,
y sabía que solo hay colisiones, choques,
que definir cualquier cosa es definir sus relaciones;
decir que un pez es pez, es entrar en una relación,
no hay pez puro,
su sustancia es artificio de otra cosa sin realidad ni tiempo.

Pulir lentes como renuncia definitiva,
se necesita de este oficio para hallar la hondura;
la renuncia también es una potencia
no el fracaso.

Así que sobre el mundo, Dios,
en relación a sí mismo
es el rostro de la descomposición
oposición a la vida en su más cierto quehacer
la vida, ese caer de moscas
sobre el sueño de la tierra,
ofuscación de dientes que sostienen su flujo,
Bacon que desgarra los objetos.

Solo se gana el cielo si se ha sido un buen esclavo;
en el reino animal
morir es un privilegio
los animales siguen su relación con la muerte
sin holocausto, sin esclavitud,
no hay obrero que viva sobre el abismo
sin la muerte en las entrañas,
animal extraviado de la manada
reconoce su estado y calla.
Auto reguladora, la naturaleza se crea y se destruye;
el castor hace presas y el hombre caos.


SOMOS LOS DESTERRADOS
los que se miran
desde la desdicha que habita
todos los finales.
Somos los que rasguñan la entraña de esa fiera
que llaman Dios
para que sangre y llore    
porque no podemos retener el tiempo y su vértigo
en mitad del cuerpo.

EL PERRO MUESTRA FRENÉTICO SUS DIENTES
y corre con su presa entre la boca
llanura adentro;
ha sido largo el suspiro exhalado por el que ahora es un cadáver
 banquete que entre mordiscos el hambre y el instinto riñen.
El perro cruza luego la noche,
la tiniebla que para él resulta el mundo humano.
 Jadea, lame las magulladuras de sus días                   
                         sabe, entiende
 qué son la soledad y el destierro,
pero desconoce la función del tiempo,
 su impostergable cometido;
envejecerlo todo, acabarlo todo.
Como el perro mis labios riñen con la vida y tragan luz,
 jamás sacian su hambre,
ya adentro la luz es un rayo
y se extiende por las entrañas del cuerpo
que también cruza la noche magullado,
solitario consciente de que será cadáver,
banquete del tiempo;
ese otro perro
que llanura adentro,
noche adentro,
todo lo devora.


LA PALABRA HA MUERTO,
sin ella
¿Cómo nombrar a Dios?
En el silencio,
en la ausencia de palabra
el mundo flota como una idea
 ensombrecida, virtuosa
y también Dios,
su lenguaje hecho de capricho humano
de humana incertidumbre.
Ahora, cuando no hay palabra
cuando el lenguaje abandona
su servidumbre,
su súplica, aún digo:
–Dios, sálvame de tu furia,
dame luz y sed
protégeme de mí misma,
aunque sea haz que en mí las palabras digan algo
 traigan algo
revelen alguna verdad
si es que acaso existes–.


ENTRE LA RED EL PEZ AGUARDA,
estaca la red que impide su huir.
Agua y pez socavan el hueco del tejido
en un bello intento de fuga.
Perpetuidad su vuelo entre la nube de mar que lo consume.
El pez reconoce pronto en la entraña del agua
el espejo que lo reclama;
bebe su instante de verdad sin alegría.
Vuelve del otro lado de la red cocido.

Igual los hombres acá,
regresan del otro de la calle cocidos,
su hambre intacta.


TREBLINKA
Quiero verlos a todos, quiero mirarlos, quiero echar una mirada muda sobre mi pueblo asesinado, Y voy a cantar... Sí... ¡tomo el violín y canto!
Jizchak Katzenelson
Sobre el riel que sostiene la última noche
corren a través de la bruma los vagones.
Los vagones
 úteros enfermos
escupen al detenerse, brazos y cabezas.
Los cuerpos que bajan y caminan hacia el muro
son solo espectros
a quienes después de vagar por fatales geografías
les arrancan de las manos
 hijos
 maletas
 ropa disecada por la sangre ajena
por su misma sangre.
Antes de la pólvora, antes del pánico por su propio corazón,
antes de los coágulos que se extienden sobre la carne
para conservar unidos los fragmentos,
antes que nada,
la boca abierta reclama un gesto
que remede el espíritu humano;
 moscardones aunque sea,
acostumbrados al olor oxidado de la sangre caliente
en las alcantarillas.


SEGOVIA
Los perros también se acercaron
pero el hedor los alejó,
a ellos que han aprendido a destilar de lo amargo
 el amable vapor de la belleza.
El cuerpo ladeado se entregaba al abismo
suspendido de una rama sus pies se sacudían bellamente
la cabeza inclinada hacia los ojos de sus padres
 parecía vieja, aguerrida
en ese cuerpo hinchado y extraordinariamente joven.
Hueco el vientre dejaba ver la sangre seca que retenía
 los órganos
como una mueca generosa de la muerte.
Los padres se balanceaban abrazados
tristísimos sobre sus propios pies;
bailaban al ritmo del cuerpo que pendía de la rama.


PATRIA
El niño recoge espigas de sol.
Vuelve sereno y cantando por el campo.
Revienta sobre su cuerpo el fusil del asesino;
 lo embiste la noche.
Vuelan por el aire sus ropas
como banderas de una patria sin nombre.


NO HAY FRUTO EN LA PALABRA FLOR,
solo adentro
en el tremendo temblor que es el poema
que destila la muerte o el amor
lo simple se hace ser.
La lengua es una oruga que bordea el urgente tiempo;
la página posible de realidad.
La palabra temperamental que concibe la palabra flor
como si la belleza fuera el objeto y no su deseo,
su consumación.
Adentro crece la imagen de lo permito
y en un doble acto de renuncia,  lo permitido perece;
gana su unidad y estalla mientras la vislumbra.
Solo adentro el fruto es comestible;
los demás,
veneno.

CAMILA CHARRY NORIEGA nació en Bogotá, Colombia. Es profesional en Estudios literarios y estudiante de la Maestría en Estética e historia del arte. Trabaja como profesora de literatura y de escritura y lectura crítica con énfasis en arte y literatura.  Ha publicado los libros Detrás de la bruma, El día de hoy, Otros ojos, y El sol y la carne.    Ha participado en diversos encuentros de poesía  en Europa y América. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, polaco y rumano. Ha obtenido en dos oportunidades el II lugar en el Premio internacional de poesía Ciro Mendía, 2012, 2015. 


Entradas populares

Lxs más leidxs