PEDRO CASARIEGO


Nota y selección de poemas

por José Antonio Íñiguez

Si resumiéramos la poesía de Pedro Casariego (1953-1993) en unas cuantas palabras, estas sin duda serían: violencia, enfermedad, rabia. Pero hay otra que parece englobarla aún mejor: electricidad. Sí, electricidad, porque el poema de Casariego electrocuta hasta carbonizar al lector y a la propia palabra poética. Y es que Casariego lo sabía bien, ni la palabra satisface la inquietud humana. “¡No te acerques demasiado a ella, porque te puedes quemar!”, nos dice.
En La risa de Dios (1985), La vida puede ser una lata (1988) y Poemas encadenados (1977-1987), por ejemplo, bien podemos presenciar estas quemaduras. El poeta allí pareciera decirnos detenidamente que ni el impulso lírico ni la épica ni la plástica le son suficientes. Para Casariego, la inquietud, que no es más que una rabia insólita, siempre oscila dentro del poema y, al mismo tiempo, lo rebasa.  
Ese estado de hervor ante la insatisfacción fue la causa, quizá, de que, antes de su trágica muerte, Casariego decidiera por retirar el tacto de la palabra poética. Pero sólo una década de versos (1977-1987), y el resto, hasta su muerte, reclinado a la pintura y al dibujo, bastaron para dejar una obra flamígera y perturbadora.
Véase, entonces, esta breve selección poética, como una muestra de ese poder abrasador, que es la gran obra de Pe Cas Cor. 


Esta 
vida
demasiado
plácida
me
extingue.

Estas horas
solemnes
sofocan
los incendios  imprudentes
y los papeles
en llamas.
Ansío el
terremoto particular
que alguien
me ha
prometido.

Soy el hombre
delgado
que no flaqueará
jamás.

Abrí la puerta.
No había nada.
Me había puesto
mi paracaídas.
Mi paracaídas
singular se abrió.
Como los hormigueros
en primavera.
Como el vientre de
la nieve cuando
recibe a los jinetes.
Salté.
Sin prisas.
Para abrazar aviones.
Porque sí.
Con toda la razón
del mundo.
Con todos los papeles
en regla.
Un salto impetuoso.
Sin memoria.
Un salto.



NADA MATERIAL

¿Qué va a tomar el señor
que se dispone a beber?
¿Sorberá el señor del bigote
una bebida importada?

No
nada material.
Bebo los vientos por usted
señorita.
En este maldito bar
en este maldito lugar
todos los parroquianos beben
antes de su primera copa.

(agosto de 1977)


AGUA DEL TIEMPO

Agua del tiempo
qué poco tiempo me queda
un vaso de minutos
una jarra casi vacía
un vaso lleno de nada

antes de adiós quiero
una boca de amor
una estrella de ojos
todo lejos de espadas

pronto mataré
muy pronto
mataré esquinas de cielo
con mi guadaña de tierra

agua del tiempo
qué poco tiempo me queda.



FALSEARÉ LA LEYENDA

                                                           1976

Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera
y el compacto césped que recubre los jardines;
todos pensarán que venció la fuerza del desierto
y yo seré durante años el Dueño de la vida,
dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado
y tiñendo al atardecer lo que brotó del rocío;
mi pincel será la cascada cuyo estruendo nunca percibo
y mi pintura las aguas que en ella se enroscan furiosas,
y los que por los aires naveguen
verán surgir la nieve del pecho abierto del Verano,
variarán de canción los motores aceitosos
y enarcarán las cejas los pilotos sin mirada.

Danzaré entre las hojas chamuscadas por el frío
y los demás conmigo,
pero ellos caerán extenuados
y sus músculos heridos servirán para tensar mi nuevo arco
y clavar en sus corazones suplicantes mensajes de amor
que sin duda secará el aliento de la lluvia;
y arrebataré a los niños la dejadez que me apasiona,
se marchitará colgada de las moreras,
como los plásticos sucios en el invierno espinoso.

Beberé el líquido que corre con el Nilo,
despojaré de su piel al fornido rinoceronte,
falsearé la leyenda y ésta me pertenecerá,
poseeré los campos de maíz y los quejidos sin motivo,
dividiré el tesoro del pirata para llevármelo entero,
y, llegado el momento,
cuando las ilusiones ahoguen el desengaño,
nada quedará sin ser devuelto
y mi alma os alegrará con una sonrisa.


EL JOVEN CARNE DE HORCA

El Joven Carne de Horca levanta sus botas de bandolero
muy por encima de su cara verdosa
y envía a la escupidera un trozo de sí mismo sin envoltura alguna,
pero a pesar de todo, alegre tras sus audacias,
no se siente disminuido, el cambio le deja intacto.
El muchacho que ama las trifulcas
parece alto o bajo según se le mire,
y elabora complicadas Añagazas junto a la chimenea color de barco despintado
pensando en la mujer de la nuca dorada y el abrigo azulado;
ella le habló del Río Negro al morir la fiesta nocturna,
su pálida boca compartida por dos espejos.
Carne de Horca dispara y acierta seis veces de cada siete,
aunque yerra en los Grandes Concursos,
y podrá montar una foca en el próximo rodeo
con bastantes posibilidades de vencer,
nunca cepilla sus trajes
y cuenta hasta ciento siete sin haber ensuciado la escuela.
No os riáis de mí; él es mi hermano mayor,
y cuando le suban al roído Patíbulo
jugará con el calendario y continuará Alterando las Fechas.

DÓNDE ESTÁ LA FRUTA

¿Dónde está la fruta
para nosotros los débiles?
Caen las naranjas
siempre en otras manos
¿por nuestra culpa, madre,
todos esos gajos desprendidos?
Redobla la sangre
en los huertos de abajo
y hay cascadas amarillas
en los bosques de arriba
¡No hay culpa,
sólo hay herida!
Cristales antibalas los de nuestras gafas
¡guerras hay en todos nuestros ojos!
¡Porque no sabemos mirar,
porque no sabemos mirar
como miráis las madres!
¿Es la fiebre del egoísmo
lo que atenaza nuestros corazones?
¿Hay todavía en nosotros
una espiga de trigo?
Traen los cielos una hoz de tormenta
traen los ciervos la despedida
¡Fuertes son los que aman a los débiles!
¡Débiles somos los amados por los fuertes!
¡Y la única misión
es salvar a las madres!
(para mi madre 23 diciembre 1992 –manuscrito–)

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