PANÓPTICO DE ÁLVARO LUQUÍN




Por: Agatha Cervantes.

La poesía de Álvaro Luquín no tiene precedentes o antecedentes, el mismo verso libre es una majadería ante el manejo de su prosa, es vertiginosa, surrealista; donde el libre albedrio es corto, sonámbulo, ante las figuras que reposan sublimes en cada una de las composiciones del verso. Panóptico no es la excepción a la regla, es una regla en sí misma, que pone al rescate temas que confluyen en ilación perfecta con el sentir, con la crítica profunda, y con la alteración de las divinidades paradigmáticas.

 
Hay un poema de la tercera parte,  que movió por completo el suelo de mis preferencias en cuanto a la poesía:

Hay una misa presente en mi cuerpo,
 rezan, ríen niños grotescos
 y el pastor apalea a su hija (con moderación)
 por llegar hasta el fondo de la capilla
 a cantarle un Magníficat a su hermano.
 Por la mañana, a mi costado,
alguno de ellos destroza su miembro.
El aura de su voz
es el horror del siglo.


Leer tan solo un verso, es como un viaje a tres divinas personas; la prosa y las imágenes son alcanzadas por el rayo de la palabra, del ingenio del escritor (Álvaro) contramaestre del barco de nuestra imaginación, extrapola cielo y tierra, nos sacude las convicciones para caer en la cuenta, de que la poesía es el respiro diario, la vida, la negra cara de la muerte, en sí, no podemos vivir sin haber sentido el palpitar de sus palabras.
En cada estructura nos habla de puertas cerradas y abiertas, aberturas abyectas en el tiempo, de sensaciones deshumanizadoras, que al poco rato contemplan al humano como un ser extraño., el himno a una nausea que todos llevamos dentro, doliente, pero tan necesaria a los pesimistas sin rostro.
En su poesía todos somos personajes magníficamente deformados por la estética, en plena subyección contemporánea. ¿Es fácil reconocerse en un espejo? ¿No, si? Es una delicia culposa identificar al yo en cada verso. Panóptico no es solo un libro de poesía, es trasgresión para los elegidos, un trastabillar por el sendero mocho de nuestra locura, la cual más de las veces, vemos recompuesta en la literatura.

Prosa impuesta a la espontaneidad inteligente,  muestra la sugerente actitud de las visiones de un todo, la posibilidad virgen, de aquellas experiencias pensadas pero jamás recluidas a la vivencia corporal. Álvaro Luquín no adviene los temas, va con ballesta de singular perspectiva, sujetando con violencia sutil, encantadora, falaz, a la existencia misma, y al mismo tiempo al lector; el cual no volverá a ser, en modo, aspecto o alma, será otro, en un desdoblamiento imperfecto, más humano, más real. 



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