LA
TORRE DE MARFIL
El mundo es una torre
de marfil, en vano
busco una puerta en sus
paredes curvas.
Parezco una actriz
representando a un borracho,
camino tratando de
hacer una línea recta,
nunca eses. No soy una
profesional
de la actuación, ni
siquiera me lo parezco,
pero caminaré tratando
de hacer una línea recta.
A veces me siento
frente al ordenador y busco
toda clase de cosas,
desde zapatos hasta amor.
Y sí, todo lo encuentro
allí, porque el mundo es una torre
y estoy atrapada con
todo lo demás, es inevitable.
Cuando me miro al
espejo me sorprende lo común
que parece mi rostro, y
me digo:
Es bueno ser tan común,
no te asustes.
Vuelvo a sentarme
frente al ordenador y encuentro
las mismas cosas, todo,
todo, hasta el amor.
Y allí mismo,
tecleando,
trato de comprender
por qué me siento libre
en la jaula del pájaro.
SOLA
Voy de un teatro a
otro,
de una noche pizarrosa
a un día ocre.
Busco mi alma que suele
esconderse
en la estación
clausurada del ferrocarril
y me burla la brevedad.
La muerte como un
paisaje
adorna las cortinas de
mi casa.
Quizás otro día tenga
el valor para espantarla.
Sin tu amor estoy sola
en el recuerdo,
un recuerdo, inconcluso
que no cesa,
que no puede, que no
acaba de morir.
YO
MARINA TSVIETÁIEVA
Me acuerdo de libros
sagrados
y de otros que no son más
que cifras,
lo elevado no incluye
lo grande.
Recuerdo días en los
que se dijo de mí:
“Eres una bruja”
y otros en los que
terminé encerrada por el miedo
en la jaula de la
santidad.
el jorobado paga por su
joroba,
el ángel paga por sus
alas en la tierra.
Lo que siento no tiene
cuerpo
Y otros lo miran como
si fuera estéril,
-sólo la carne se
prende y se pudre-.
odo se le ha dado al
inocente y más al que todo lo sabe.
Yo, Marina Tsvietáieva
pienso en mí como en
una flor recién segada
de mayor estatura que
los hombres.
La jirafa es su cuello.
Mi vientre se ha
hinchado numerosas veces,
y tres veces ha
escupido su fruto:
las caras de mis hijos
amados y de los menos amados
transparentes y cortantes como el vidrio.
Yo, Marina Tsvietáieva,
la testigo de esa historia
cortada en dos por la
espada de Yalta,
doy fe de una mitad aún
sin voz: la mía.
LOS CIRCOS DE PUEBLO
Para
Armando Romero
Un payaso gordo y
mutilado,
otros a los que no les
faltaba nada, salvo la gracia,
varios enanos, un
gigante, el hombre bala,
un mago torpe y una
joven fonámbula.
Yo me acercaba a los
once años
cuando aquel circo de
maravillosa tristeza
llegó a mi pueblo.
La niña que caminaba
sobre la cuerda no debía tener más de diez.
Sí, era mujer aquella
niña del circo,
su pecho era plano como
el de un buitre desnutrido,
pero en su mirada
afloraba una ave exuberante.
Era menudita aquella cría
de buitre
y casi parecía natural
verla caminar sobre la cuerda floja.
Era un circo pobre,
para los hijos de los pobres,
y con descaro feliz los
payasos pregonaban:
“¡Esta noche a las
siete
no se pueden perder el
mayor espectáculo del planeta!”
“¡El circo más famoso
del mundo,
los invita a una única
función!”
Así lo anunciaron noche
tras noche,
y los niños noche tras
noche creímos que era cierto.
En esto consistía el
milagro:
en los payasos que mentían
y amaban su mentira descaradamente.
Y en aquella avecilla
salvaje disfrazada de bailarina,
la pequeña fonámbula
que caminó en nuestro pueblo
sin llegar a pisar
tierra,
y sobre todo
en las boletas mágicas
de pague uno y entren dos
y en esas funciones únicas
repetidas noche tras
noche.
Ha pasado un cuarto de
siglo desde aquella visita del circo
y sin embargo pocas
cosas han cambiado,
la niñez sigue siendo
un sueño enamorado de sus mentiras
y la vida con sus
personajes de inexplicable extrañeza
continúa pareciéndose
al milagro triste
de los circos de
pueblo.
LAUREN
MENDINUETA, Barranquilla, Colombia
(1977). Poeta y ensayista. Ha publicado ocho libros entre poesía, ensayo
y biografía. Recibió en Colombia cuatro premios nacionales de poesía y el
Premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte del Ministerio de Cultura (2011).
Además ganó en España los premios internacionales: Martín García Ramos por la Vocación
Suspendida y el Premio César Simón por Del
Tiempo, un Paso. En el 2013 ganó el
premio de poesía Barranquilla Capital Americana de la Cultura con el libro Una
Visita al Museo de Historia Natural. En
portugués es autora de los libros: Vistas sobre o Tejo (2011) e Uma Visita ao Museu de História
Natural (2014). En Portugal organizó y
prologó varias antologías, entre ellas: Un País
que Sueña. Cien años de poesía colombiana (2012) y Los Versos del Navegante.
Antología poética de Álvaro Mutis (2013).
Ha sido incluida en más de una veintena de antologías europeas y americanas.
Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués, italiano y alemán.
Vive en Lisboa.
Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño