MÍKEL F. DELTOYA

Gore pro nobis

Conociste al dios de los protestantes
aquella noche en que abordaste la unidad,
uno de cada cuatro
en hilera,  pasillo o ventana:
            estudiante de enfermería. 19.
            jubilado. 62.
            operador de maquila. 39.
            abuela lavandera. 52
            preparatoriana. 17.
            ama de casa. 17.
            niño en brazos. 0.7.
todos dormitaban con la misma
expresión de los que ya no respiran,
con la quijada suelta,
el cráneo apoyado a la ventana,
            y parte de ellos:
resollos.

Conociste a ese dios…
y te burlaste
de su incompetencia,
te burlaste al darte cuenta
que todos creían en deidades
distintas
y que tú no ibas a unificarlos nunca
que tú sólo vendrías a separarlos.

Viste al dios de los protestantes
entre las arrugas de aquel docente
que iba de pie –tosiendo-
Lo viste en la boca herpética
de tu amiga del colegio
dos noches antes.

Te reíste a carcajadas
del dios de los protestantes
que modificando
el gravamen de autodestrucción
y cobrando el
derecho de piso
te colocó esa noche
a las afueras de esa colonia
donde verías a tus doce amigos.

Lo miraste
masticar cadmio
durante la noche triste,
lo miraste
– aunque no lo vieras-
ignorarte mientras comía uvas plateadas
y mientras tú      
eras crucificado
por la pandilla enemiga.
Mientras pateaban tu cráneo y
se mofaban
y tú balbuceabas
“por qué me has abandonado”
aunque vieras
al dios de los protestantes
sentado en su pedestal,
y escucharas que se riera
y te rieras de lo vano
que fue tu venida sobre el mundo.

Conociste al dios de los protestantes,
tu padre,
en cada uno de tus tatuajes.

Tus muelas sobre
la duela de básquet
se transfiguraron en los profetas y el juicio.
Conociste al dios de los protestantes,
y supiste
            que no eras muy distinto a él…

Le dijiste, carcajeando, a tu homie Sol-Rac:
            Esta noche habrá un banquete en el reino de los cielos.


E-pístola91 (o carta punto docx)


A Juan Manuel, mi gran amigo, mi hermano.
“Porque el amor fue                  
una sombra escondida en nuestro dientes         
Porque somos la generación espontánea           
y a nadie parece importarle”      
Arturo Loera

La carta está en peligro de extinción:
            podemos ver la etiqueta
            roja orientándose
            cada vez más
            a la izquierda
            alarmándonos:
Epístola amenazada
y más peligra
con desaparecer
 si es carta en verso
(que ahora
recita peligro crítico
y consigo un sticker
que formula:
endangered).

Hace un tiempo platicamos
acerca de las taras y vicios
de nuestra inestable generación:
            falta de lectura,
            errorez de edizión,
hablamos del centralismo
y lo solemne
del macro-canon,
nos burlamos del amiguismo,
de los autores que cien becas perdieron,
del caos en nuestra poesía
y antologías que no la incluyeron.
            Circo, letra encerrada y teatro
            de la poesía un duunvirato.
Pienso en si -tal vez en unos cuantos años-
cuando dejemos de ser jóvenes,
            cuando el añoro de un trabajo ideal
            se funda en necesidad,
cuando la espalda nos duela
y el frigorífico no tenga leche
o en la alacena sólo
hayan sobres a medias
de café soluble,
cuando seamos “underrucos”
y miremos caer
como plumas de  ángel desterrado del
paraíso prometido
nuestros cabellos…
cuando el tabacoya no nos sepa a nada
y mecánicamente bebamos cerveza
sin saciar la sed ni el vacío,
cuando alguien toque la puerta
pero no queramos abrir
y ya no estemos para leer en las calles,
compadre,
leer en los bares,
compadre,
pienso en si nuestra poesía envejecerá
con nosotros o madurará como fruta.
Me intriga saberlo,
pensar que el hecho de escribir
representase el esparcimiento
de una semilla y sobre la hoja en blanco,
sobre el papel libreta,
esa semilla brote y
tras un largo tiempo de regarla con
opiniones ajenas,
la escritura madure, se fortalezca,
bufe de la excitación
con mirarse a sí misma
publicada.

Te escribo esta carta,
porque sólo contigo me entiendo
sin entendernos mucho,
porque los dos
terminamos con la piel de gallina
y un intransferible
sentimiento de plenitud
            eternidad
                        vocación…
luego de una cátedra con
aquel enormísimo
cantor de Tecate
que con su lengua reveladora
nos ha abierto caminos
como si de eso se tratara
esta búsqueda interminable
y abundante en puertas cerradas.

Te escribo a ti, nada más,
porque tienes un pandemónium
de autores y textos
qué recomendar…
la mitad lecturas frescas
la mitad serendipias de browser
todas ellas curiosidad.
Porque ambos vimos nuestros egos de plastilina
derretirse con la apolínea
voz de la señorita Cora
escupiéndonos conejitos
y lanzándonos dardos clásicos,
te escribo
porque no tengo a nadie
más a quién dirigir
una misiva sino a ti,
aunque no me entiendas.

Y es que no existen fronteras,
(Aunque yo sea
another pinche border poet)
no existen fronteras
en la poesía, carnal…
pese a que el canon pretenda
desaparecer
el término Literatura norte
(eso es-tá-cañón)
y lo hagan sinónimo de
aquella estigma
titulado “apología de la violencia”.

Te escribo porque
debe haber algún misterio
cabalístico en el
Número 91:
            primer año
            de los sweet 90´s;
            año que nos vio nacer
            y que hoy día se encuentra
            a poco más de dos décadas
            de distancia.
            Cuando el T-800
            viajaba al pasado
            para salvar a John Connor
            y ser el prócer
            de nuestro apocalíptico futuro.
                        -Arnold Muchasletras
                        lo vaticinó-
                                   I´ll be back.
Desconozco quién ganó
la copa de la Copa México ese año
(seguramente nadie),
sé que cayó la U.R.S.S
tras años de ir
siendo desmembrada
poco a poco
y cuando quiso sacar la bandera
blanquecina
-como esta hoja en blanco-
su rendición
anunció el fin
de la Cold War
con un trozo de tela
empapado de sangre.
-¿Qué les queda por probar a los jóvenes en este mundo de paciencia y asco?-
el uruguayo dixit,
nos quedan los libros en .pdf, por supuesto,
porque no hay más papel
pero sí más vista cansada
nos queda el carnet VIP
            para ingresar a la biblioteca
            y olisquear una tierra prometida
            que don Alfonso encriptó para nosotros,
nos queda la vergüenza de haber nacido
en un mundo donde Miles Davis acababa de morir.
Nos queda el último suspiro
convertido en abrazo,
guardar todos los cambios
y con ello, subsistir…
compadre mío
            y como poetas, coexistir.
Ahora sólo falta cumplir la profecía
del cantor de Tecate,
abrir las puertas,
romper ventanas
adjuntar textos
y esperar…

Del nueve uno no sé mucho:
sé que Paz publicaba puras
convergencias,
que el buen Ch P escribía
            su tentativa de sax
y que tú y yo balbuceábamos,
e íbamos
despuntados
sin saber que
haríamos poesía,
que seríamos poesía,
compadre,
de esa que desconozco
si en verdad habita
en esta carta-pesadumbre
este intento fallido de
versificación,
este documento, compa,
balbuceo sin métrica
en peligro de extinción.


Míkel F. Deltoya (Ciudad Juárez, 1991)  Poeta, narrador y reseñista fronterizo. Estudiante de Letras Mexicanas en la UANL. Es co-fundador del colectivo Slam-Poetry Monterrey y creador del Frente Poético. Ha publicado en numerosas revistas nacionales e internacionales. Su obra se encuentra antologada en "Palabras de emergencia: poesía joven desde el asfalto" (La Regia Cartonera) y "Los volátiles: poesía joven mexicana" (Juanita Cartonera). Publicó en 2015 el poemario “Ciudad Enteramente construida” (Onomatopeya Prod.). Mención honorífica en el certamen de Literatura Joven Universitaria 2014 y ganador del Premio Unicornio 2015 en Cuento y Poesía. Ha participado activamente en cafés literarios y eventos de promoción cultural en Monterrey, ciudad en que radica desde 2011. Coordinó la organización del XIII CONELL y fungió como Delegado de Monterrey ante la Rednell (2011-2015).

Colaboración: Jesús García Mora

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