LEONARD COHEN




AMANTES

Durante el primer pogrom
se vieron detrás de sus casas
                                               derruídas–
dulces mercaderes comerciando: ella,
                                               amor
a cambio de historia en un ramo de
                                               poesías.
Y ante los calientes hornos se las
ingeniaron para un beso efímero
antes de que llegara el soldado para
                                               a culatazos
arrancarle a ella sus dientes de oro.
Y dentro del horno mismo
cuando las llamas en llamaradas
                                               subían
el intentó besar sus pechos ardientes
mientras ella ardía en el fuego, ardía.
Después, a menudo él se preguntaba
si: ¿los dos habían completado el
                                               trato?
mientras hombres a su alrededor
saqueaban
y sabían que se le había engañado.


ROMANCE

Mi dama... la encontraron mutilada
en una pensión de la calle de la
                                               Montaña.
Mi dama era un encanto, alta, esbelta,
como una de las muchachas de
                                               Tennyson,
y siempre te la imaginabas erguida
a lomos de un
pura sangre
en el bosque privado de alguien.
            Pero allí la tenías,
desnuda en una cama vieja, cortes de
cuchillos
Las flores, todas rosas, tanta rosa,
tanta rosa
            eran todas tan fragantes
que todas mis amigas fueron amantes
y bailamos sobre su fosa.


CANCIÓN MUERTA

Cuando yacía de cuerpo presente
en mi cama de amor fluyente
ángeles vinieron a besar mi frente.
Y yo agarré fuerte un velo
tiré, peleando, hacia el suelo:
sería mi chica en la ciudad del duelo.
Ella no se echará a volar.
Y me ha prometido expirar.
¡Qué listo soy! soy un cadáver sin par.


OPIO Y HITLER

Varias fes
le ordenaron saltar–
opio y Hitler
le hicieron soñar.
Una negra con
un apetito fuera
quien le ayudara a creer
que él blanco no era.
Opio y Hitler
le aseguraron de forma segura
que el mundo es cristal.
No había cura
para materia
desarmada como ésta:
el estado floreció en
un beso que se infesta.
Una vez un sueño
clavó en el cielo
un sol de verano
que estaba en su vuelo.
Para los ojos él quería
una venda de piel,
que la tarde empezara
quería él.
Una ley quebrada–
nada se sostenía.
El mundo era cera
suya que él moldearía.
¡No! su dosis de historia
a tientas buscó.
Su mujer, a su lado,
el sol se soltó.
Perdidos sus cuerpos envueltos
en una oscuridad habitual,
el Caudillo empezó
un discurso racial.

Traducción: Francisco Javier Torres Ribelles




DESTINO

Quiero que tu cálido cuerpo desaparezca
educadamente y me deje solo en la bañera
porque quiero considerar mi destino.
¡Destino! ¿por qué me encuentras en esta bañera
ocioso, solo, sin lavar, sin siquiera
la intención de lavarme excepto en el último momento?
¿Por qué no me encuentras en lo alto de un poste de teléfonos,
reparando las líneas que van de ciudad a ciudad?
¿Por qué no me encuentras cabalgando a través de Cuba,
un hombre gigantesco con un machete rojo?
¿Por qué no me encuentras explicando máquinas
a pupilos poco privilegiados, españoles negroides,
contentos de que no sea un cursillo sobre escritura creativa?
Vuelve aquí pequeño y cálido cuerpo,
es la hora de otro día.
El destino ha huido y yo te elijo a ti
que me encontraste mirándote fijamente en un almacén
una tarde hace cuatro años
y has dormido conmigo desde entonces.
¿Qué te parecen mis ojos de pescador después de todo este tiempo?
¿Soy lo que esperabas?
¿Acaso estamos demasiado tiempo juntos?
¿Acaso se avergonzó el destino ante la doble toalla turca,
nuestro conocimiento de nuestras pieles,
nuestro amor que es proverbial en todo el bloque,
nuestro acuerdo de que en cuestiones espirituales
yo debo ser el Hombre del Destino
y tú la Mujer de la Casa?


EL PRIMER ASESINATO

Supe que no había ocurrido
No había asesinato en la pradera
La hierba no estaba roja
La hierba era verde
Supe que no había ocurrido

He llegado a casa cansado
Mis botas están veteadas de suciedad
Para qué sirve predicar
nunca les pasó nada
a los cuerpos asesinados en la pradera

Decid la verdad he fumado hasta
llegar al amor en esta noche inocente
Jamás ocurrió
Jamás ocurrió
No hubo asesinatos en la pradera

Había una casa en la pradera
La pradera en sí era grande y estaba vacía
Era de noche
Era noche cerrada
Había luces en las diminutas ventanas.

Traducción: Antonio Resines

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