AMANTES
Durante
el primer pogrom
se
vieron detrás de sus casas
derruídas–
dulces
mercaderes comerciando: ella,
amor
a
cambio de historia en un ramo de
poesías.
Y
ante los calientes hornos se las
ingeniaron
para un beso efímero
antes
de que llegara el soldado para
a
culatazos
arrancarle
a ella sus dientes de oro.
Y
dentro del horno mismo
cuando
las llamas en llamaradas
subían
el
intentó besar sus pechos ardientes
mientras
ella ardía en el fuego, ardía.
Después,
a menudo él se preguntaba
si:
¿los dos habían completado el
trato?
mientras
hombres a su alrededor
saqueaban
y
sabían que se le había engañado.
ROMANCE
Mi
dama... la encontraron mutilada
en
una pensión de la calle de la
Montaña.
Mi
dama era un encanto, alta, esbelta,
como
una de las muchachas de
Tennyson,
y
siempre te la imaginabas erguida
a
lomos de un
pura
sangre
en
el bosque privado de alguien.
Pero allí la tenías,
desnuda
en una cama vieja, cortes de
cuchillos
Las
flores, todas rosas, tanta rosa,
tanta
rosa
eran todas tan fragantes
que
todas mis amigas fueron amantes
y
bailamos sobre su fosa.
CANCIÓN MUERTA
Cuando
yacía de cuerpo presente
en
mi cama de amor fluyente
ángeles
vinieron a besar mi frente.
Y
yo agarré fuerte un velo
tiré,
peleando, hacia el suelo:
sería
mi chica en la ciudad del duelo.
Ella
no se echará a volar.
Y
me ha prometido expirar.
¡Qué
listo soy! soy un cadáver sin par.
OPIO Y HITLER
Varias
fes
le
ordenaron saltar–
opio
y Hitler
le
hicieron soñar.
Una
negra con
un
apetito fuera
quien
le ayudara a creer
que
él blanco no era.
Opio
y Hitler
le
aseguraron de forma segura
que
el mundo es cristal.
No
había cura
para
materia
desarmada
como ésta:
el
estado floreció en
un
beso que se infesta.
Una
vez un sueño
clavó
en el cielo
un
sol de verano
que
estaba en su vuelo.
Para
los ojos él quería
una
venda de piel,
que
la tarde empezara
quería
él.
Una
ley quebrada–
nada
se sostenía.
El
mundo era cera
suya
que él moldearía.
¡No!
su dosis de historia
a
tientas buscó.
Su
mujer, a su lado,
el
sol se soltó.
Perdidos
sus cuerpos envueltos
en
una oscuridad habitual,
el
Caudillo empezó
un
discurso racial.
Traducción:
Francisco Javier Torres Ribelles
DESTINO
Quiero
que tu cálido cuerpo desaparezca
educadamente
y me deje solo en la bañera
porque
quiero considerar mi destino.
¡Destino!
¿por qué me encuentras en esta bañera
ocioso,
solo, sin lavar, sin siquiera
la
intención de lavarme excepto en el último momento?
¿Por
qué no me encuentras en lo alto de un poste de teléfonos,
reparando
las líneas que van de ciudad a ciudad?
¿Por
qué no me encuentras cabalgando a través de Cuba,
un
hombre gigantesco con un machete rojo?
¿Por
qué no me encuentras explicando máquinas
a
pupilos poco privilegiados, españoles negroides,
contentos
de que no sea un cursillo sobre escritura creativa?
Vuelve
aquí pequeño y cálido cuerpo,
es
la hora de otro día.
El
destino ha huido y yo te elijo a ti
que
me encontraste mirándote fijamente en un almacén
una
tarde hace cuatro años
y
has dormido conmigo desde entonces.
¿Qué
te parecen mis ojos de pescador después de todo este tiempo?
¿Soy
lo que esperabas?
¿Acaso
estamos demasiado tiempo juntos?
¿Acaso
se avergonzó el destino ante la doble toalla turca,
nuestro
conocimiento de nuestras pieles,
nuestro
amor que es proverbial en todo el bloque,
nuestro
acuerdo de que en cuestiones espirituales
yo
debo ser el Hombre del Destino
y
tú la Mujer de la Casa?
EL PRIMER ASESINATO
Supe
que no había ocurrido
No
había asesinato en la pradera
La
hierba no estaba roja
La
hierba era verde
Supe
que no había ocurrido
He
llegado a casa cansado
Mis
botas están veteadas de suciedad
Para
qué sirve predicar
nunca
les pasó nada
a
los cuerpos asesinados en la pradera
Decid
la verdad he fumado hasta
llegar
al amor en esta noche inocente
Jamás
ocurrió
Jamás
ocurrió
No
hubo asesinatos en la pradera
Había
una casa en la pradera
La
pradera en sí era grande y estaba vacía
Era
de noche
Era
noche cerrada
Había
luces en las diminutas ventanas.
Traducción:
Antonio Resines