El sol brilla
Recuerdo a tus amigos
Construías con viejas tablas
de roble
junto a ellos
un sueño
de esos duraderos
que no se dañan con la humedad
Fueron días felices.
Yo detrás tuyo
mi cuerpo se perforaba por las astillas
que dejaba la madera
lastimados mis senos y costillas
Fue la sangre la que hizo preguntas
Me quité cada astilla en silencio
para no agobiar el momento de tu alarido
Fuiste el sol
entre tus rayos me escondí
para calentarme
Fue cálido ser sombra
hasta que ya no lo fue
¿Fuiste un muro o una casa?
Nuestro goce fue una esquina endeble de ternura
jugamos al futuro
para reposar del tiempo
Ahora no siento nada.
La página
pura y
blanca
ante mis ojos
Nuestro viaje fue largo, amor.
Es tan cruel, ahora
este
vacío.
Como los osos
Vivir es columpiarse en la balanza del ojo
Las cosas demasiado comunes
no valen el poema
El dolor es un fantasma o un globo de helio
Querer escribir hace daño
El lenguaje es un virus dice Burroughs
Debemos transformar el poema en viaje
No se comparte el viaje
Se deforma el amor
A veces como los osos
Debemos extrañar el frío.
Los hombres rojos
Elio toca el acordeón
para evadir el miedo
Las cosas que quiero decirte siguen allí
desafiando a través de momentos
y abrazos
todo lo alucinado
que se asfixia entre nosotros
Observaba el cielo desnudo
y las estrellas de La Pastora
acostumbradas a ser espejos de la sangre
Aun no puedo decírtelo
porque todavía existe
lo amarillo
nuestros labios 6 a.m. consumidos a caladas
en una canción de Simón Díaz
Sabemos de las lagunas
y de la vida
que nos separan
observándonos aburridos
ante los dioses
buenos y malos
y la escalinata del tiempo
Somos una tonada apenas febril
Un acordeón moribundo
que corre a ojos cerrados
escapando de las canciones de cuna
y de las lágrimas
Pero los hombres rojos como arañas vienen por mí
Y canto todas las tardes
ante el recuerdo
de lo que vuela
que es siempre
él
Sé que treparán por las paredes de tu casa
y te dispararan si observan tus movimientos
Llegarán por ti
los hombres rojos
entusiasmados ante cualquier sonido
o cualquier duda
que opaque el sonido de la noche
El acordeón pequeño
insiste en ser útil
anestesiado
por los plegamientos
y las ceremonias
construidas
con cariño a través del dolor
y la alegría
Sonando todavía
infantil en nuestros oídos
con sublimes notas
de auxilio.
El lenguaje
Entonces me incliné sobre el lenguaje
y lo enfrenté con el hueso
Aparecido ante mí
como un musculo atrofiado
Un silencio encargado
de convertir navajas en pañuelos
para secarme el rostro
ya humedecido
de delirio.
Era ingenua no sabía que la lentitud
era el idioma en el que realmente se puede observar
la luz
e n t r e l a s c o s a s
Y me apuré
anestesiada por la música
sin saber
que mis manos
serían pisadas
como tornillos
por la valentía
de todo
lo enfermo.
El salar de Uyuni
Todos los días son sueños, nuestra ternura se va quebrando en la oscuridad. Los te amo radicales, como acróbatas contenidos, en caída libre. La misma sed a b s o l u t a sin poder tomar una gota de agua. Vigilia desenfrenada en vasos quietos. En mi imaginación, aparecen otros amantes. Ninguno de ellos se parece a ti (casi siempre lloro). Algunos días hablamos de encontrarnos en el Salar de Uyuni. Cada vez siento más miedo de mi reflejo. En cambio tú deseas mirar de frente para saber que lugares limpiar. (Sin embargo nos descubrimos). La locura se dibuja en las hojas que rozaron tus dedos. Confundo la muerte con tu camisa de flores y los cuervos me rodean con la certeza de algo que va muriendo. Un perro sin pelo y 7 gatos siameses. La promesa de un nido, libros libros libros (una gran cama) sagrada sagradamente el mundo en la cicatriz de tu mano derecha. Te escondes (espero encontrarte) te olvido. Siempre una puerta me lleva al Salar. La gran llanura de espejos. Multitudes paradas improvisan su brillo. Todos tiemblan ante el cristal, hechos sombra uno – contra - otro. Acostado casi soberbiamente sobre tu reflejo, me miras. Te has visto tanto que has roto el hielo templado. Comienzas a reír y llenas de sangre nuestro silencio
Sobre la autora:
Pamela Rahn Sánchez. (Caracas, Venezuela, 1994).Autora del poemario El peligro de encender la luz (Todos tus crímenes quedaran impunes en conjunto con Hanan Harawi, 2016) y del plaquette Flores muertas en jarrones sin agua (Difusión Alterna Ediciones, 2017). Sus poemas han sido publicados endiversas revistas online, entre las que se destacan: Cráneo de Pangea,POESIA,Jampster, Oculta Lit, El Nacional, Digopalabra.txt, Letralía,Canibalismos, entre otras. Forma parte de las antologías: Anónimos 2.3 (2015,España) y Amanecimos sobre la palabra (Venezuela, 2016). Ha participado en: FILUC (Valencia, Venezuela, 2016), FIRAL (Rancagua Chile, 2016), Presentación de la colección poética <<El árbol migratorio>> (Santiago, Chile, 2016)y el Festival Kaníbal Urbano (Quito, Ecuador, 2017). En 2018 fue ganadora del primer lugar en el concurso PHYSIS con su poema “Una casa que respira”.
Colaboración: Sara Montaño Escobar