PAMELA RAHN






El sol brilla

Recuerdo a tus amigos 

Construías con viejas tablas 
de roble  
junto a ellos
un sueño  
de esos duraderos  
que no se dañan con la humedad

Fueron días felices.

Yo detrás tuyo
mi cuerpo se perforaba por las astillas
que dejaba la madera
lastimados mis senos y costillas 

Fue la sangre la que hizo preguntas 

Me quité cada astilla en silencio  
para no agobiar el momento de tu alarido 

Fuiste el sol   
entre tus rayos me escondí 
para calentarme 

Fue cálido ser sombra  
hasta que ya no lo fue 

¿Fuiste un muro o una casa? 

Nuestro goce fue una esquina endeble de ternura
jugamos al futuro
para reposar del tiempo

Ahora no siento nada.

La página 
pura y
blanca
ante mis ojos  


Nuestro viaje fue largo, amor.


Es tan cruel, ahora

este 

vacío. 



Como los osos

Vivir es columpiarse en la balanza del ojo
Las cosas demasiado comunes 
no valen el poema
El dolor es un fantasma o un globo de helio
Querer escribir hace daño
El lenguaje es un virus dice Burroughs 
Debemos transformar el poema en viaje 
No se comparte el viaje 
Se deforma el amor
A veces como los osos  
Debemos extrañar el frío. 



Los hombres rojos 

Elio toca el acordeón
para evadir el miedo  

Las cosas que quiero decirte siguen allí  
desafiando a través de momentos 
y abrazos 
todo lo alucinado   
que se asfixia entre nosotros

Observaba el cielo desnudo 
y las estrellas de La Pastora 
acostumbradas a ser espejos de la sangre

Aun no puedo decírtelo
porque todavía existe 
lo amarillo 
nuestros labios 6 a.m. consumidos a caladas 
en una canción de Simón Díaz 

Sabemos de las lagunas   
y de la vida  
que nos separan
observándonos aburridos 
ante los dioses  
buenos y malos 
y la escalinata del tiempo

Somos una tonada apenas febril 
Un acordeón moribundo
que corre a ojos cerrados 
escapando de las canciones de cuna  
y de las lágrimas

Pero los hombres rojos como arañas vienen por mí

Y canto todas las tardes 
ante el recuerdo 
de lo que vuela  
que es siempre  
                                     él

Sé que treparán por las paredes de tu casa   
y te dispararan si observan tus movimientos   

Llegarán por ti
los hombres rojos 
entusiasmados ante cualquier sonido
o cualquier duda  
que opaque el sonido de la noche 

El acordeón pequeño  
insiste en ser útil  
anestesiado   
por los plegamientos 
y las ceremonias  
construidas  
con cariño a través del dolor 
y la alegría 


Sonando todavía  
infantil en nuestros oídos
con sublimes notas  


de auxilio.



El lenguaje   

Entonces me incliné sobre el lenguaje 
y lo enfrenté con el hueso 
Aparecido ante mí
como un musculo atrofiado 

Un silencio  encargado
                    de convertir navajas en pañuelos 
para secarme el rostro  
                                ya humedecido  
                                de delirio. 

Era ingenua                   no sabía que la lentitud  
era el idioma en el que realmente  se puede observar  
la luz
e n t r e l a s c o s a s

Y me apuré
anestesiada   por la música
sin saber
que mis manos
serían pisadas
como tornillos
por la valentía  

de todo


lo enfermo.  



El salar de Uyuni  

Todos los días son sueños, nuestra ternura se va quebrando en la oscuridad. Los te amo radicales, como acróbatas contenidos, en caída libre. La misma sed a b s o l u t a sin poder tomar una gota de agua. Vigilia desenfrenada en vasos quietos. En mi imaginación, aparecen otros amantes. Ninguno de ellos se parece a ti (casi siempre lloro). Algunos días hablamos de encontrarnos en el Salar de Uyuni. Cada vez siento más miedo de mi reflejo. En cambio tú deseas mirar de frente para saber que lugares limpiar. (Sin embargo nos descubrimos). La locura se dibuja en las hojas que rozaron tus dedos. Confundo la muerte con tu camisa de flores y los cuervos me rodean con la certeza de algo que va muriendo. Un perro sin pelo y 7 gatos siameses. La promesa de un nido, libros  libros libros (una gran cama) sagrada sagradamente el mundo en la cicatriz de tu mano derecha. Te escondes (espero encontrarte) te olvido. Siempre una puerta me lleva al Salar.  La gran llanura de espejos. Multitudes paradas improvisan su brillo. Todos tiemblan ante el cristal, hechos sombra uno – contra - otro. Acostado casi soberbiamente sobre tu reflejo, me miras. Te has visto tanto que has roto el hielo templado. Comienzas a reír y llenas de sangre nuestro silencio




Sobre la autora:


Pamela Rahn Sánchez. (Caracas, Venezuela, 1994).Autora del poemario El peligro de encender la luz (Todos tus crímenes quedaran impunes en conjunto con Hanan Harawi, 2016) y del plaquette Flores muertas en jarrones sin agua (Difusión Alterna Ediciones, 2017). Sus poemas han sido publicados endiversas revistas online, entre las que se destacan: Cráneo de Pangea,POESIA,Jampster, Oculta Lit, El Nacional, Digopalabra.txt, Letralía,Canibalismos, entre otras. Forma parte de las antologías: Anónimos 2.3 (2015,España) y Amanecimos sobre la palabra (Venezuela, 2016). Ha participado en: FILUC (Valencia, Venezuela, 2016), FIRAL (Rancagua Chile, 2016), Presentación de la colección poética <<El árbol migratorio>> (Santiago, Chile, 2016)y el Festival Kaníbal Urbano (Quito, Ecuador, 2017). En 2018 fue ganadora del primer lugar en el concurso PHYSIS con su poema “Una casa que respira”.


Colaboración: Sara Montaño Escobar




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