ALBEIRO VEJARANO





POESÍA NO-FLOTANTE


Tal vez, Aurora, tu cuerpo
flotante
posado contra el cristal
         abajo en el vacío, cinco pisos más abajo
temblara menos.

No lo sé

No cerramos los ojos:
tenías las manos frías antes del sudor
dejaste los tacones en el camerino
tu falda transparente vino contigo
se apretaban tus piernas y tu cintura
te deslizaste hacia mí
                   observaste mi pantalón rojo, ceñido, de fajador, de banderillero
                   clavado en tu mirada

No hablamos en metáforas
te confesé que no sabía bailar
(¿te leí un poema de Manuel Bandeira?)
fumamos un porro en una pipa que tenías de un viejo amante
se nos acabó el vino muy rápido
nos tomamos varios aguardientes llaneros:
nos reímos de tus vecinos (¿o eran los míos?)
El tiempo se reventaba contra el placard
en el techo tenías pegadas frases de poetas:

“la vida cuelga sobre el abismo”

Yo había hecho una playlist de “exquisitez”: soul, blues, bossa nova
se detuvo en un momento de la noche
no ladraban los perros, recuerdas,
-¿era el futuro, será el pasado?-


La ceguera

Pienso en la ceguera de los pintores

Les interesaba solo la luz
el cielo abierto
lejos de las galerías
y los sueños de los coleccionistas

Les asombraba la luz
Trópico, plástico, negro
Los rombos secretos de los abismos
las líneas oblicuas
los gritos
los destellos de oscuridad en los rostros de
los desconocidos

Sea este poema un autorretrato suyo
último trazo de Rembrandt y Goya:
Arabescos
Ritmo
Movimiento confuso de la mano

Distraída mirada de un peregrino
que morirá sin llegar a la Meca

Antes de la palabra
está la luz
antes las tinieblas

Antes de Dios
la ceguera


Velos

Palabra repetida que sabe descoseeee un tambó
Suenan timbres, martillos, serruchos

Clandestinos: secretos colgados de las paredes

SÍ JUNTAR unas palabras soplara poemas:
        
Hoy no sonó el despertador.

El humo de las autopistas me cegó al salir corriendo
(Anoche quemé unos Diarios)
los tejados brillaban, aruñados por musas muertas,
todo goteaba
amenazaba la herrumbre
iba de pie en el Colectivo:
muletas, máscaras, agujeros negros.

Anoche escribí sobre una mujer que volaba en un trapecio:
soñé con ella, me susurraba frases en italiano, toscana quizá,
era una esfinge bronceada por los soles explotados de Pompeya
no podía parar de escucharla, sonaban unas teclas marrones
me mordía los dedos, ella
luces apagadas, calor de claqueta, trajes de zombies
al principio bailaba en punta de ballet, clic clac
la fui tallando contra mí, abrió su vuelo
mariposa orugada de deseos flotantes...
Nadie habló de York...



Autoretrato ajeno

Una travesía por el río San Juan
una peregrinación solitaria en un desierto guajiro
una lluvia de 4 de abril nocturna
el último cigarrillo de Humphrey Bogart o de Serge Gainsbourg
una sonrisa disimulada de Jane Fonda
un abanico del anticuario Errata
un dado de Dostoievski
un ventrílocuo borracho
un cachito de aire de Jimbo
una zapatilla de Ariel Ortega
un trago de zamba servido por Eduardo Falú
un billete de 1000 pesos colombianos
una emisora de salsa en frecuencia amplificada llamada Radio K
una patilla jugosa partida por la mitad el 3 de enero
una noche en la Avenida Tucumán de Buenos Aires al 1200
una flor en la Cinemateca francesa
una esquina de la Calle 59
tres cines de la calle Champo en París
una trompeta en sourdine de Roberto Rodríguez en Soy sonero
y de vez en cuando, un poco de ajenjo...una resurrección




El soroche

Soroche: (quechua “suruchiq”) según el Inca Garcilaso de la vega, “el metal que hace deslizar la plata”.
Si sentir pudiera como un lumbalú, dejaría de transpirar las palabras perdidas, las que no riman...y quizá no escribiría. Solo escucharía las voces de los muertos: sonidos guturales, gritos blancos, vaquerías templadas, reses arrasadas, sones de barrio obrero, paseos, trovas, arrullos. La vida es la rasante búsqueda de un ritmo propio, acompasado por un coro de bacantes roto. Anti-Churchill. El punto ciego del ritmo está en las madrugadas largas en las que no se escribe, se es escrito; está en deshidratadas luces mañaneras, tildadas-de, des-tiladas-de, des-tildadas-de, con lluvia de azogue en los techos y en las cabezas; está en el sereno que se vuelve soroche, sinsonte, tarareo ululador: Ay.

A más de dos mil hielos de altura, el alma precisa un barómetro. Necesita uno medir cómo fluctúan instintos, pulsiones, dolores, humores griegos. Un barómetro sacude lo que no vemos con los ojos, pero sentimos en la piel, en la respiración agitada. Es el Soroche. Lo sufres en Bogotá como Rosa, como Páramo. Un barómetro no mide el tiempo en unidades como el reloj. Oscila entre atmósferas fluctuantes, precipitaciones irregulares, ritmos de las nubes, gotas esquivas, amargas.


COJEAR

Cojeo
bailo
cojeo/bailo
punta-del-pie
con la punta con la punta
con el peroné

Garrincha son Elsa Soarez

Dime cómo cojeas y te diré quien eres
Todos tenemos un pie más grande que el otro
el mío, el izquierdo,
1-25 centímetros de más

Cojeo
vengo
llego
a veces tarde


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