PAUL CELAN



UNA CANCIÓN EN EL DESIERTO
Una guirnalda fue tejida con hojas negruzcas en la comarca de Acra: allí monté mi oscuro caballo y con la daga puncé en pos de la muerte. Y de cuencos de madera bebí la ceniza de las fuentes de Acra y con la visera cerrada cargué contra las ruinas del cielo. Porque muertos están los ángeles y quedó ciego el Señor en la comarca de Acra, y no hay nadie que el sueño me cuide de los que llegaron aquí a su reposo.
Quedó destrozada la luna, la florecilla de la comarca de Acra: florecen así, imitando las espinas, las manos con anillos herrumbrosos.
Y así debo inclinarme por fin, para el beso, cuando rezan en Acra... ¡Oh mala fue la coraza de la noche, rezuma la sangre por las hebillas! Y así me convertí en su hermano sonriente, el férreo querube de Acra. Así pronuncio yo el nombre y aún siento el ardor en las mejillas.


LA ARENA DE LAS URNAS

De verde herrumbroso es la casa del olvido.
Ante cada una de las puertas batientes azúlase tu juglar decapitado.
Para ti toca el tambor de musgo y vello amargo del pubis;
con el dedo llagado del pie tu ceja pinta en la arena.
La dibuja más larga de lo que era, y el rojo de tu labio.
Llenas aquí las urnas y cenas tu corazón.

ELOGIO DE LA DISTANCIA

En el manantial de tus ojos
viven las redes de los pescadores del Mar Extravío.
En el manantial de tus ojos
mantiene el mar su promesa.
Aquí arrojo,
corazón que moró entre los hombres,
de mí los vestidos y el brillo de un juramento:
Más negro en lo negro, estoy más desnudo.
Sólo desavenido soy fiel.
Yo soy tú cuando yo soy yo.
En el manantial de tus ojos
surco y sueño pillaje.
Una red atrapó una red:
nos separamos abrazados.
En el manantial de tus ojos
un ahorcado estrangula la cuerda.

EN EGIPTO
Debes decirle al ojo de la forastera: sé tú el agua.
Debes buscar a las que sabes en el agua en el ojo de la forastera.
Debes llamarlas fuera del agua: ¡Rut, Noemí, Miriam!
Debes adornarlas, cuando yaces con la forastera.
Debes adornarlas con el cabello de nube de la forastera.
Debes decir a Rut y a Miriam y a Noemí:
¡Mira, con ella duermo!
Debes adornar más bella que nada a la forastera junto a ti.
Debes adornarla con la pena por Rut, por Miriam y Noemí.
Debes decir a la forastera:
¡Mira, yo dormí con éstas!


CRISTAL
En mis labios no busques tu boca,
ni delante de la puerta al forastero,
ni en el ojo la lágrima.
Siete noches más arriba el rojo va hacia el rojo,
siete corazones más hondo llama la mano a la puerta,
siete rosas más tarde susurra la fuente.

CON LLAVE CAMBIANTE
Con llave cambiante
tú abres la casa en la cual
la nieve oscila de lo silenciado.
Según la sangre que te mane
de ojo, boca u oído,
tu llave cambia.
Si cambia tu llave, cambia la palabra,
a la que le está permitido oscilar con los copos.
Según el viento que a empujones te aparta,
se amontona la nieve en torno a la palabra.


ATARDECER DE LAS PALABRAS

Atardecer de las palabras — ¡buscador de manantiales en el silencio!
Un paso y otro paso más,
un tercero, cuyo rastro
tu sombra no elimina:
la cicatriz del tiempo
se dilata
y anega la tierra de sangre —
Los dogos de la noche palabral, los dogos
repercuten ahora medio a
medio dentro de ti:
festejan la sed más salvaje, la hambruna más salvaje...
Una luna postrera te asiste:
arroja a la jauría
un largo hueso de plata
—desnudo como el camino por el cual venías—,
pero eso no te salva:
el rayo que suscitaste
se encrespa todavía más cerca,
y encima nada un fruto
que mordiste hace años.




Traducción: Pablo Oyarzún
Fotografías: Anja Bührer


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