CARLOS CORTES

Oxímoron
Entonces volar inmóvil
es lo que nos queda
cuando llega el verano y miras
las urracas bañándose en la fuente.
Te bañas y no te mojas
—al menos no de la forma que quiero —.
Caes al cielo y te hundes.
De tu cabeza nacen todos los gorriones.
Me meto al agua, vuelo en ella.
Te miro ciego y extraño el fuego
                                           y el frío
de los cuerpos antes de ti.
Creo escuchar una voz sin sonido
pero es la caricia de tus alas con el agua.
Dejas tu mirada de promesa olvidada
y la sustituyes por una de pacto con prisa.
Se seca la fuente al absorber tu cuerpo
toda el agua para retomar su suavidad.
Dios manda lluvia y acaricio tu vientre.
Entonces nada.
                          Luego
                                      todo.
Este instante supera la eternidad.

La llama
Tu sexo en llamas
volcán cuya lava
se solidifica en el océano.
Cálida humedad.
Te vi arder
y me sentí Prometeo
tomando la llama
de los dioses.
Tomé el fuego
y no se la llevé a la humanidad,
me la quedé para mí.
De todos modos
ya no tenían salvación.

Hija De Venus
A Elsa Santiago Lara.
Bajo tus ojos
papeles arrugados
de poemas tirados a la basura.
Sonríes
y de los movimientos musculares
nacen los huecos en los que anido.
Hija de Venus
heredaste sus hoyuelos.
En tu espalda cayeron dos meteoritos
y ahí quedaron dos espacios
que bien podrían llenarse de agua
o de vino o de whisky.
Vertí licores y mieles
y por fin pude beber de ti.
En tus espacios vacíos
cabía el mundo entero.
Venirse
Guardas tus alas dentro de tu piel
y te vas
              y te vienes
                                  sin moverte
                                                        /de lugar.
Tu dolor se disipa y sale en forma de sudor
—lubricante para los cuerpos flexibles—
para así regular el incendio que causa
                                                                   /mi boca
que recorre la llama robada a Prometeo
y el Edén prestado a Dios.
En parte estoy harto de las referencias a dioses
pero es que existe cierto toque divino en esto
de hacerle el amor a un ángel.
Se nos acaban las palabras
entonces recuerdo las letras que las forman
y poco a poco las escribo con lengua en tu pubis.
a b c d e f g h i j k l m n o p q r s t u v w x y z
y te agrietas
                      ahora en mayúsculas para terminar
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
                                                                   y te rompes.
Tu mirada de Selva a la Condona
se nubla como presagio de tormenta.
Llueve en nuestro Edén, y la sequía de las tardes
se inunda con la respuesta del cuerpo a la excitación.
Tipos de Mujeres
Me he dado cuenta
que existen dos tipos de mujeres
—pero antes que nada pediré
que no me crucifiquen las feministas:
yo sé que las mujeres no se clasifican
y mucho menos si es en dos—.
Está la mujer que le gusta desnudarse
para que le mires despojarse de su ropa.
Aún no estoy seguro si lo hacen
por amor al arte o si están un poco inseguras.
La verdad no sé,  sólo sé que se desnudan
l
e
n
t
a
m
e
n
t
e,
sintiéndose la última Coca-Cola en el desierto.
Y uno se queda allí como pendejo sin hacer nada
viendo como esa mujer independiente prefiere
su toque gentil en lugar que tu mano torpe
que tarda dos minutos en abrir su sostén
—es la verdad, amigos míos, no lo nieguen—
Aunque yo no soy nadie
para andar etiquetando a la gente.
Sólo soy poeta no publicado
que es lo mismo que no ser poeta
—en un futuro leeré esta estrofa
y veré si me río de mi ingenuidad
o si lloro al no verme publicado—.
Prosiguiendo con la mujer no. 2:
Estas mujeres prefieren que les desnudes,
prefieren darte el honor de desnudarlas.
Requiere su práctica, ensayo y error,
quedarse dos minutos en el sostén
y arrancar el pantalón jalándolo con el pie.
Ellas prefieren que las desnudes
des-pa-ci-to, pues, lentamente y despacito,
son palabras no del todo parecidas.
Sin embargo me encuentro desnudo
y allá al otro extremo de la cama
yace una mujer que siempre está desnuda
ya sea tenga ropa o no,  aunque tenga frío.
Le miro y me arropa con su mirada,
me cubre bajo su ala y me siento protegido.
Tal vez estoy mal y hay más tipos de mujeres.
A esta, por ejemplo, ya la había encontrado
desnuda.
Fotografías: Alfred Rudomine 



Carlos Cortés nació en Linares, Nuevo León, México en 1995. Venido de un pueblo de naranjas y hombres en bicicletas. Nació su gusto por la literatura de manera tardía, en la preparatoria, pero cuando la descubrió le entró de lleno como a las drogas duras. Ex estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras, y próximo estudiante de la Facultad de Derecho. Comenzó a escribir poesía después de acudir a un curso del poeta cubano Orlando Gonzáles Esteva. Administra una página de artículos y una página en Facebook donde comparte sus obras. Es promotor cultural en su pueblo natal. Actualmente tiene un libro que se encuentra en proceso de publicación y otro en estado de creación. Ama a las mujeres, aunque no es mujeriego —al menos eso dice él—.



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