PATMOS [2014]
I.
Se
dice que en el juicio que el Senado francés hizo a Heidegger por no solamente
guardar silencio sino aceptar el Freiburger Rektorat de la dictadura del
Unheil, se hallaba sentado, junto a Sartre y Jaspers, el judío Lévinas,
desfigurado por años en la Lüneburger Heide, ya sin familia, vomitado él con su
raza por la Alemania de la razón pura.
Llegada
la hora de declarar contra el hombre que impidió la entrada a la Universidad de
Freiburg a su mentor Husserl, el Phänomenon, a quien años antes había dedicado
su obra maestra, Sein und Zeit, Lévinas se puso en pie y gritó:
Dejen // en paz // al maestro.
Eso fue todo.
II.
Theodor
Adorno -quien analizó la obra entera de Heidegger y llegó a la conclusión de
que no eran más que panfletos fascistas su Das Wesen des Daseins liegt in
seiner Existenz y adjuntos- sostiene en su Crítica, Cultura y Sociedad que,
después de Auschwitz, escribir poesía es un acto de barbarie.
III.
Si
lo que el Gabo hizo en Cien años de soledad es poesía -¿qué otra cosa podría
ser si no?-, entonces este año han muertos los tres bárbaros más grandes que ha
dado nuestro continente, que no se sabe contener, a pesar de / diga Adorno lo
que / Adorno no estaría de acuerdo / no sería un buen juez.
IV.
Gelman,
que provenía de la misma parte centroriental de Europa y era judío al igual que
Lévinas - pero no celebraba con el lomo ceñido la Pascua ni comía el pan de la
prisa puesto en pie rezando: Mi padre era un arameo errante-, concebía, a la
Hölderlin, la poesía como un cuerpo endeble que, sin embargo, se hallaba
siempre en pie. Se imaginaba que, contra el dolor circumvolat omnia que la
dictadura militar había instaurado sobre su sangrada Pampa –Lévinas, para
continuar el paralelismo, se conjuró, después de ver evaporado el cráneo de su
madre y de su padre y de su todo, a no pisar suelo alemán nunca más-, la
poesía, cuerpo violado, sería una afrenta impenetrable contra la muerte que
vapuleaba su mente que no cesó de escribir poemas y cartas a Andreíta, la nieta
que buscó por décadas hasta perder el buen humor, y que un día apareció.
Ahí
está la poesía // dijo años después // de pie
contra
la muerte.
V.
En
los últimos años de su existencia, también Heidegger, el temerario, se volcó
sobre la poiesis.
En
su ensayo Wozu Dichter citando –como lo citó Gelman al recibir solemnemente el
Cervantes-el poema de Hölderlin, asegura que el verso “Pero donde hay peligro /
crece también lo salvador” del himno Patmos,
manifiesta, bien entendido, la expiación de los poetas, su aria
inexpugnable. Es en el peligro donde se llega al mayor conocimiento, donde
habita la epifanía propiciatoria.
A
pesar de ello, o quizás precisamente porque Heidegger no era poeta, los
entrevistadores Wolff y Augstein del Der Spiegel-Magazin nunca le lograron
entender / justificar / morder por qué el nazismo llegó a ser amanecer para el
Professor Heidegger, por qué se arrepintió tan tarde, por qué el espíritu
alemán encarnado en él no supo dar más que la muerte, contra la que la poesía
se pondría en pie.
VI.
En
Patmos - a cuyas entrañas alude Hölderlin en el himno del que saca su lección
Heidegger- siglos antes, el viejo Juan, que era poeta, tuvo una epifanía mayor
que todos:
Mira
– le cantó un cordero sentado sobre un trono envuelto en sangre-:
He aquí que yo hago nuevas
todas las cosas.
Anne
/ Ich ruf' zu dir, Herr Jesu Christ
I.
Refulgentes
pájaros cantan
y tú
estás sentada tu vientre
levanta
su vientre
llama
apacentada
pozos
sin fondo
quiero
pensarte así
tocando
la tierra
brotando
con
tanto dolor hasta el tiempo se parte
anne
por qué estás lejos
por qué aún puedo oírte?
II.
corre como una osamenta grácil
cuelga
del aire sube el monte
escala
el vértigo
lámparas
ánforas diáfanas
derraman
sobrias la carne
esta
ciudad está desierta
exhala
el alma hay alma?
porque
el tiempo es circular / también
porque
es circular el tiempo
pensé
en ti un día fui a verte bailar
tú
estabas casi desnuda yo soñé años largos
con
tenderme sobre ti llegué lloré / llamee tu cuerpo
en
sueños lluevo todo el día
te
haré el amor
no
hay llanto sobrio porque el tiempo es circular
espera
una hiedra espeta piedra el pie que espera
el
rostro de anne y luise y ruth y ursula y hemos
nacido
de la prostitución y cuándo que no hay principio
besé
a una en otra contra otra frente a la muerte
frente
a otra muerte
hay
besos que se prolongan en el ser
el
presente de las cosas pasadas
pero
en todas las que besé no te besé nunca
tu
cuerpo se irguió se alzó en vilo en dónde
que
siento tus labios quedos devolverme
al
pecho seco de mi madre que nunca bebí
regresar
al mar a qué arcadia a qué infancia
a
qué agua quebrantada
la
memoria es metáfora del tiempo
es
vinagre opio lóbrego
corre
osamenta grácil
como
un ciervo al huerto estéril
en
mi mente corres como el tiempo al huerto
hay
días que duermo en tu hendidura
días
que encuentro tu hendidura entre mi pecho
pájaros
refulgen amamantan reverberan
esos
días veo el cielo abierto / anne
veo
una piedrecita blanca cuyo nombre desconozco
cuando
sea elevado sobre la tierra
me
pareceré a Cristo
todos
seremos elevados sobre
ese
día se sceris donum dei
ese
día tenderme sobre ti
ese
día ese tiempo
te fecundaré
III.
una vez en solsticio de invierno
yo
también estuve quieto
creí
que había mutado en otra piel
me
vi en un lago hundido anudado
a un
cuerpo de plancton sin poder oír
otro
día soñé que me caía de un puente
y
nunca moría pero sin poder oír
cuando
me golpearon en la selva regresaron
las
pistolas los insultos la desolación
en
una cama llena de arañas el bote fuimos
no
es la luz pero estoy solo oí / oí estoy solo
no
oí nada más.
IV.
pero
a ti no te he perdido / no tengo miedo / vuelvo siempre / yo sé que tú no eres
anne / que no exhumé tu cuerpo / que no existes / espectro invisible / llagas
dolor en la sien / contempla la fragilidad del mundo / vidrio sempiterno que no
dura nada / y vuelve a la nada que nunca será [quédate] / siento temblor en la
sien // quién pudiera ser en días como éste / quién golpea la puerta hace
cuánto / abrí a mi amado / acunado a tu pecho me siento tranquilo / pero no
estaba / ya había pasado / dónde quedó el tiempo enemigo que nos asestaba /
sorbo tu pecho / y el alma / lamo tu cuánto dolor cabrá / en cuánto dolor cabrá
tu pecho que brota de mí / te partiste [te vi]
de dolor / pozo de abrevación / lontananza que calma la espada que se
alzó contra penetró contra / me quebró la memoria / no te pierdo / no estaba /
no temo [apareces entiérrame] / estupro / no hay finitud como el tordo que cava
un hoyo y muere / tiembla de miedo el mar y muere / pero a ti no te perdí [en
todas partes el mar parapetado] / duérmeme pájaro refulgente / embriágame
ciervo [yérgueme] / yo sé que tú no eres anne / decidle / te siento muy lejos /
decidle / te vi / desde entonces el tiempo / que muero / rompió / se rompió
desde entonces//
que muero de amor.
Pablo
Piceno (1990, Wolfsburg, Alemania). Estudiante de Literatura y Filosofía en la
Universidad Iberoamericana Puebla. Becario de la Fundación para las Letras
Mexicanas (FLM) para el Taller de Creación Literaria, Capítulo Monterrey,
verano 2013. Ha publicado en las revistas impresas y electrónicas Literal
Magazine, Opción, Crítica, Casa del
tiempo, La Cigarra y registromx, y en el suplemento cultural Laberinto. Ha sido
antologado en el volumen Poetas Parricidas, de la editorial Cuadrivio
(México), el volumen Los reyes
subterráneos – 20 poetas jóvenes de México (España) y en La violencia aquí -
Antología de poesía sobre la violencia. Editorial Pensaré Cartoneras
(Barcelona, España). Es editor del boletín de arte contemporáneo, Torpedo.
Colaboración:
José Antonio Íñiguez