ADRIÁN ESPARZA

Debemos viajar con poco equipaje,
casi desnudos
sin brújula
ni mapas
ni senderos.
Perdernos desde el primer paso.
Nunca buscar el rumbo.
Perderse siempre es el camino correcto,
deambular,
andar en círculos,
llenar cada grano de arena de este desierto
con nuestros pasos.
Ese es el único camino posible
para llegar al silencio,
al amor,
a la soledad,
a los cuerpos que se abrazan,
a la sabiduría,
al olvido,
al alivio,
a uno mismo.

Perderse
y sentir las tristezas más bellas del mundo.
Solo se siente tristeza por las cosas hermosas.
La tristeza es la muerte de todas las cosas bellas,
su canto fúnebre,
es andar por el mundo
sabiendo que todos los sitios donde se pudiera llegar
son una futura ruina,
la semilla de un holocausto,
un pueblo fantasma,
una ventana rota
pero que aun así
brillan.

Andar perdidos desde el principio.
El hombre nace llorando
y su llanto es una premonición.
Todos los recién nacidos son profetas del llanto del mundo.
Aquí,
en el llanto,
está el futuro:
míralo.

Dejo aquí,
en el lugar donde nos dimos la mano por vez primera
mi equipaje,
mis ropas
y
este poema
que es todo lo que tengo.
Este poema
como un pozo de agua,
un árbol frutal,
un nido de cuervos,
una tela de araña,
un lodazal.
Dejo este poema
como una señal
de que todo lo bello
se pudre
y que con gran orgullo
puedo decir
que los besos que te di
son el charco de lodo más bello de todos.

Ella odia mis poemas de amor.
No los tolera
aunque sonríe dócilmente cuando se los leo.
Dice entenderlos.
Los entiende a ciencia cierta
y por eso los odia.

Sabe que no son poemas de su amor
si no cicatrices de hace siglos,
cenizas en mis manos
que limpio con hojas en blanco.

Ella lo sabe y lo perdona.
Sabe que tengo miedo
de decir amor con mis labios
por tanto haber sido mordidos.

Escribir de amor es hacer arqueología,
visitar tumbas antiguas
para ver si aún quedan flores.

Ella odia mis poemas de amor
y preferiría que hablara de paz,
de guerra,
del hambre del mundo,
de la tristeza de las naciones menos desarrolladas,
de la libertad,
de que el hombre no necesita el amor para ser feliz
solo necesita paz
y justicia
y pan,
de que el hombre y la mujer pueden vivir
sin desear un contacto íntimo
que incendie sus almas,
que no hace falta,
que se ha escrito tanto del amor
que no hacer falta decir ni una palabra más,
que no hay amores nuevos.

Ella preferiría que hablara de la nostalgia
o la alegría
o el odio que sienten los pueblos entre si
sin mayor motivo que odiar al odio del otro.

Yo busco en algún alfabeto de una lengua desconocida
una letra,
un sonido que alcance a decirle
lo feliz que me hace
y no la encuentro.

Amor,
en este idioma,
se escribe con la A de mi nombre
pero suena más
su M
de miedo,
de mordedura,
de migaja,
de mirador,
 de místico,
de menos,
de mientras,
de mujer,
de mentira,
de mía,
de mi.

Escribo para encontrar un verso,
una palabra, una letra que alcance a decir
todo lo que veo
cuando ella dice mi nombre
aunque ella odie los poemas de amor
que tratan de decir con palabras
lo que debiera ser dicho con besos.

Todo es pequeño si lo comparas con el universo.
Soy solo hormiga al medirme con los astros,
sombra al compararme con las estrellas.
Pero ¿cómo ver hacia abajo?
Decirme si hay otro sitio donde poner los ojos,
donde descansar las manos.
Si aún hay en este mundo
un espacio que me contenga,
un nido donde reposar,
silencio en medio de esta ciudad que grita hambrienta.

Soy la fuente de mi propio dolor.
Cirio antiguo,
el humo de mi llama es mi tristeza.
La grieta que llevo en el pecho es mi oasis.
La grieta que llevo en el pecho
la hice yo mismo rascando.
Soy mi condena señor,
mi enemigo.
Corazón hace una revolución en mi contra.
Estoy atado por mi propia carne,
soy mi víctima
y no me tengo piedad.
La piedad es para la gente de alma frágil
y yo soy de roca,
montaña madre de mil derrumbes
y me tengo fe,
me paro a mí mismo todos los días al despertar,
soy un recién nacido que nace a diario,
un niño que quiere hacer un nuevo continente arrojando piedras al mar.

Y no me quejo de la tristeza,
ella me ama y me acaricia como un gato
y yo le canto.
Hacemos alquimia.
Escribir poesía es transformar la tristeza en aves.
Poblar el cielo.
Ser el líder de una parvada de alas negras,
las más hermosas.

Soy el pastor de un rebaño de ovejas sin cabezas,
de un cortejo fúnebre.
Escribir poesía es renacer en cada hoja
pero primero morir mil veces.
Celebrar mi propio funeral,
compartirlo con ustedes
mientras leo los versos de lo que será mi muerte un día.
Moriré de silencio,
de cáncer de silencio,
de síndrome de silencio,
de silencio tipo b,
del contagioso,
del que se propaga viendo a la gente a los ojos.

Y no es la compensación.
Poesía es la resistencia,
la guerra civil de Adrian contra Adrian,
la lucha del hombre
que tiene la nostalgia del mar
contra las olas embravecidas
de una marea implacable,
del huracán que se agita en mi pecho.




Adrián Esparza. Estudió artes visuales en la Universidad de Guadalajara. Gestor cultural, escritor y fotógrafo. Ha participado en la Feria Municipal del Libro de Guadalajara y en varios encuentros de poesía joven del país. Coordinó Readicción, ciclo de poesía en voz alta de febrero del 2010 a marzo del 2011 en biblioteca LARVA y es reincidente organizador de Slams poéticos dentro de la ciudad. Ha sido publicado en varias revistas como Bestia Magazzine (numero 2, octubre 2009), Revista Moria (número uno, año tres, agosto 2012), La Gaceta UdeG (sección “Zona Cero”, 13 de febrero de 2013), “Va de Nuez” (agosto 2013). Fue compilado en La Otra Antología (recopilada por La Otra FIL en diciembre 2010); la Memoria del VII Encuentro de Poesía Caracol (en Tijuana, septiembre del 2012), Antología de Poesía del Circo Literario 2013 (D.F., febrero del 2013); “El viento y las palabras” (octubre del 2014, Guadalajara) etcétera. Cuenta con dos poemarios publicados: Los ojos de Medusa (octubre del 2010, Editorial El Viaje) y Fractal (mayo 2015, Editorial Rojo Siena). Fue ganador del 2° Premio de Poesía Emergente del Centro Cultural Malasangre en marzo  del 2013. Fue Director de Relaciones Públicas en Grupo Drakkar, colectivo multidisciplinario de Gestión Cultural, organizando anualmente eventos como Comagon (feria de arte gráfico/narrativo), Cronopia (encuentro de poesía y comic), entre otros. Actualmente trabaja en diversos proyectos de poesía en voz alta y artes escénicas. 

Colaboración: Jesús García Mora

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