Diversas teorías intentan explicar el surgimiento de la poesía, ese primer momento de emociones volcadas. Surge la poesía y la filosofía. O viceversa. Ambas, aunque desde enfoques muy distintos, la filosofía es pensamiento, razón; la poesía, en cambio, ilusión, engaño (Platón destierra a los poetas de La república porque hacen creer que la poesía dice la verdad), parecen tener el mismo origen. La poesía, coinciden filósofos y antropólogos, comenzó “cuando el mito y su bagaje simbólico se desplomó”, sus símbolos buscaron con sagacidad cómo sobrevivir. El mito se alimenta de poesía, pero cuando éste lo hace, la poesía ya ha pasado por una serie de transformaciones que la colocan muy lejos de la oscuridad.

Nos acercamos o nos alejamos de la poesía. Desde luego, hacer poesía (utilizo la palabra “hacer”, acaso erróneamente, como sinónimo de “vivir” y “escribir”), nos lleva a pensar inmediatamente en otro tipo de hombres gobernando nuestra patria. La poesía como revelación, o mejor dicho, como cosa palpable. Tocar la pobreza, la miseria, el dolor, el abandono; tocar la injusticia, la desigualdad, la corrupción; tocar el corazón de las víctimas para encadenar o desencadenas destinos limpios y transparentes.
Nos convertimos en marionetas de la debilidad. Lo que es inherente al ser (pienso por ejemplo en el instante preciso, maravilloso, en el que el infante reconoce el rostro de su madre o su padre), se apaga, se oculta. Dentro, un alma cerrada como nunca. ¿De cuántas imágenes somos testigos en Facebook, Twitter, Instagram, por citar algunos ejemplos? ¿Cuántos rostros, ciudades, calles, ojos, cuerpos, manos, compartimos diariamente? No miramos y si lo hacemos, nuestros ojos se clavan en la sombra.
Es difícil pensar que la poesía es sólo para unos cuantos como también pensar que sólo una mínima cantidad de personas puede escribirla. La poesía está en cada uno de nosotros. Es tiempo de descorrer las cortinas y mirar el frente o el revés de lo visible y lo oculto. En el acto de hacer la poesía, la comprensión de un futuro que siempre ha estado abierto.
Nadia Contreras