Los hay que escriben para conseguir los aplausos humanos,
gracias a las nobles cualidades del corazón
que la imaginación inventa o que pueden poseer.
Yo, por mi parte, me sirvo del genio para pintar
las delicias de la crueldad.
Lautréamont
Sobre la poesía mexicana se han realizado diversos
apuntes en los terrenos de lo estético, y pretendiendo abarcar toda la
literatura se ha intentado contenerla planteando límites e imposiciones que
sólo suman a la tradición lectora un poco del folclorismo de los diferentes
'críticos' y antologadores que se enfrentan a ella. Estos aparentes límites tienen
mucho de visiones sociales, enfados políticos, y pretensiones de inclusión, y
poco de valor más allá del aspirar a ser "geniales", o con el fin de
agradar a un grupo con el que se comparten estéticas, pero poco funcional para llegar a un mayor número de lectores. Para crear clasificaciones e intentar separar "la paja" del
"heno", siempre servirá el presupuesto, el mecanismo de los contactos
sujetos en el tiempo, y las instituciones en que los críticos se demarquen. La
poesía es mucho mayor —toda la literatura— a estos parabienes de autores y antologadores. Lo
estético es apenas un sujeto comunicativo, reflejo de las lecturas y
experiencias de cada autor. El avance tecnológico con fines de
comunicación ha creado, desde los noventas del siglo XX, las posibilidades para
que el alcance lector tenga solo una limitación: Las ganas de quien quiere
buscar información; y su precaria conciencia de ¿qué literatura quiero
encontrar y sobre cuál validar mis búsquedas?, donde todo lector, buscador de
tesoros, planteará su conocimiento, creará su gusto literario, establecerá su
propio canon.
La poesía ha dejado de depender de los grupúsculos que
quieran apropiarse las verdades absolutas. Las torceduras generacionales, y sus consabidas tomaduras
de pelo, no son más que ejercicios superfluos, en los que las
convenciones vigentes pretenden acomodarse de acuerdo a los muy diversos
factores que representen a una generación: por edad, o por las décadas de su
nacimiento, por las posibilidades y figuraciones de eventos o sucesos trágicos o mercadológicos; y desde esos nichos hablar de
generaciones X, Atari, del Terremoto (en México el ocurrido en 1985), generaciones inexistentes, que solo
ahondan en un folclorismo inane que a nadie le interesará con el paso de los
años. Todas estas clasificaciones son inexactas, obsoletas, banales y al final,
en esta vigencia de milisegundos en que habitamos el ciber espacio, han dejado de apuntar sobre el divergente
discurso de la obra y los autores que se van leyendo y releyendo continuamente. Porque es en este releer los trabajos de
los poetas mexicanos y los poetas extranjeros, afincados y editados en México, donde se puede reconocer si se está entrando o no a la
tradición literaria de nuestro país: En el gusto de los lectores. Sólo el tiempo pondrá en su
lugar a los poetas, artistas por extensión; y es ese mismo tiempo el que demostrará si un autor sigue en el gusto de los lectores, o solo fue
el amanuense de un grupúsculo que creyó en él y apostó por su trabajo, su
ingenio, sus buenas relaciones públicas.
La multiplicidad de talleres literarios, de encuentros de
escritores, premios de literatura, ferias de libro y lectura, portales de
internet, blogs —bitácoras electrónicas— páginas en redes sociales, revistas
virtuales, bardas pintadas con versos, t-shirts y un sin fin de etcéteras, pueden ser ahora un medio para
que el lector se acerque a los autores. El fin siempre justificará los medios,
y desde cualquier medio uno se va enterando de las
producciones literarias, que han dejado de ser pocas. No nos damos abasto para conocer el sin fin de propuestas literarias que aparecen, surgen, se
crean por cada parte de un país tan vasto como México. Y esta misma vastedad de
espacio geográfico, sumado a los ya poco más de 200 años de imprenta en nuestro país, que para
este 2016, nos debe hacer reconocer que como lectores, investigadores,
escritores, estamos muy lejos de conocerlo todo, y nos impele a tener la mente abierta para no despreciar aquello que no conocemos, y que quizá
nos vaya superando. Hay que tener el sano juicio de entender lo que son los
presupuestos de cultura, los presupuestos para ediciones de libros en nuestro
país, y sumar estos parabienes al simplismo centralista en que como país aún
nos desenvolvemos. Dejar de pensar que sólo en la Ciudad de México (capital del
país), Guadalajara, Monterrey, son los espacios donde la literatura se
desarrolla y donde habitan y existen los verdaderos escritores (por evitar decir 'mejores' o 'únicos'), y ayudar a las empresas editoriales de amplio mercado a quitarse la venda; para que juntos viajemos a las diferentes regiones geográficas, ayudados por las
redes sociales, la internet, para recorrer los caminos de la literatura y descubrir aquellas "joyas literarias" esparcidas por esos
espacios de la geografía nacional. Justo es poner un ejemplo: En mayo de 2016 pude mirar en la ciudad de Ensenada, Baja
California, en el encuentro Mares de Tinta que cumplía 18 años de realizarse ininterrumpidamente, el homenaje que se rindió a la doctora Hilda Graciela Albert Palacios, por sus más
de 40 años de presencia literaria en esta ciudad bañada por el Mar Pacífico; homenaje de la
comunidad literaria de Ensenada por la formación de escritores que ha realizado para esta región, por haber dedicado cuatro décadas de su vida a trabajar con
jóvenes, a departir la literatura, a enseñar las letras a cuatro generaciones
de ensenadenses, y
que pudieron abrevar en la voz y creatividad de la Dra. Albert Palacios. Personajes como ella abundan en los 32 estados de la república mexicana, y no las
conocemos, no las leemos, no las publicamos, porque seguimos cerrando los ojos,
vendados en el centralismo.
En estos 206 años de un México independiente, el mismo
centralismo intenta reconocer el trabajo de apenas unos cuántos (ocultando el trabajo de otros). ¿Cuáles son los escritores de Oaxaca? Andrés Henestrosa es un cálido ejemplo. De Veracruz, podemos seguir
admirando autores de la talla de Jorge Cuesta (ensayo y poesía), Sergio Galindo
(novela y cuento) y a Rubén Bonifaz Nuño (poesía); a Gorostiza, Pellicer y Becerra por
Tabasco; Sabines y Bartolomé por Chiapas; Daniel Sada por Baja California,
Rafael Ramírez Heredia por Tamaulipas, Manuel Acuña y Julio Torri de Coahuila; Jorge Lara Rivera, Ermilo Abreu Gómez por Yucatán, entre tantos nombres que nos
haría falta espacio. Y seguimos empeñados en negarnos a mirar hacia las
periferias, en mirar únicamente los centralismos en los que nos hemos propuesto
documentarnos. Escritores buenos y escritores malos los hay en cada una de las
32 entidades federativas, porque muchos de los autores mantienen algunos
vicios, y presentan algunas de sus obras lejos de un valor literario. Muchos de dichos autores, aún con las publicaciones
corriendo por las librerías, nada tienen que ver con una construcción estética sino
con la simple banalidad que los rodea, un aura de gracia que se cae a pedazos al abrir las tapas de sus
publicaciones.
Alguna vez el escritor Francisco Hinojosa, quien fuera a
impartir unos cursos a la ciudad de Mérida, contó la anécdota de cómo llegó a
ser editado en grandes tirajes: "Había llegado a las Ediciones de la SEP, una mujer
que poco sabía de literatura, pero con una consigna 'rojilla y patriotera', y
al ver que en los llamados Libros del Rincón, solo había obras de Michael Ende, Collodi, Melville,
Singer, se enojó y puso a sus colaboradores a buscar a los escritores mexicanos
que escribían para niños. Yo apenas empezaba en esto de la literatura, y hacía
algunos cuentos, no para niños, pero cuando me avisaron que había que asistir a
esa reunión en la SEP, ahí en el Distrito Federal, decidí darme una vuelta. La mujer en cuestión expuso su necesidad de libros de historias
escritas por mexicanos, para la niñez mexicana; y claro, habría grandes tirajes
y buena paga por estos cuentos. Así que me puse a escribir para niños. Y así
comencé esta carrera en la literatura infantil".
No estoy seguro si para la niñez mexicana era mejor tener a Francisco Hinojosa en los Libros del rincón, que a Melville, a Collodi, a
Singer, Barrie o a Michael Ende, pero agradecí la honestidad de
Hinojosa. Es bueno que haya historias contadas por mexicanos pero sería un
error sacar a los clásicos de la literatura infantil, por un acto 'patriotero'. Lo mejor es abogar por la convivencia de autores mexicanos, con ilustradores
mexicanos, junto con la presencia de las "plumas consagradas de la
literatura universal", que terminará por ser positivo para la niñez mexicana que
abreva de esos programas de lectura. La diversidad siempre es lo mejor.
En la literatura mexicana, en la poesía, el discurso
poético viene a ser lo que menos conoce la gente que gusta de leer poesía. Haga
usted este ejercicio: Hábleme del libro más importante de Julián Herbert, cuál
es la temática principal que Alejandro Tarrab sostiene en sus poemarios, o de Maricela Guerrero, Manuel
Iris, Nadia Escalante, Daniel Bencomo o en Daniel Saldaña Paris; cuáles son los
temas de Dolores Dorantes, Amaranta Caballero, Lucía Yépez, o Alexandra Botto.
¿Es posible agrupar las poéticas de Ángel Ortuño, Luis Alberto Arellano y
Álvaro Solís? ¿Cuál es el mejor poema que ha dado a la tradición Karen Villeda
o Paula Abramo?
¿Cuál es el estado de la poesía escrita por mujeres en las primeras dos décadas
del siglo XXI? ¿Cuáles pueden ser las preocupaciones de las poetas mexicanas en
esta actualidad, si con Susana González-Aktories señalamos que: 'es ya en si un hecho indignante que a
estas alturas de la historia literaria se sigan elaborando antologías
exclusivamente femeninas'? No hay que olvidar que en cuestiones de democracias
y presupuestos las antologías vienen a ser ese paradigma
que refleje el tiempo literario de una sociedad, una fotografía de las
preocupaciones de su tiempo. Toda literatura –lenguaje al fin- no deja de ser
un acto de comunicación.
Y es que a la poesía sólo se acercan los poetas (hombres
y mujeres), pero muchos de estos poetas se acercan más a otros poetas que a los
poemas que estos desarrollan, escriben y cantan. Los poetas no se acercan a la
crítica, la soslayan; no se dejan atrapar sobre ella, no se dejan recibir en
sus versos, no conocen las entrañas sensoriales de sus colegas, sino apenas sus
escándalos, amoríos, rompimientos, desfachateces, e incluso si son buenos para
la bebida, o pueden ser buenos padres, o si acaso tienen los contactos suficientes
y veraces que nos permitan acceder a dichos presupuestos que presumen detentar.
Los poetas no se acercan a sus fórmulas creativas ni de discurso, a sus
texturas, sus inclinaciones; no se preguntan ¿cuáles son y han sido sus
lecturas?, ¿cuál ha sido su evolución, desde aquel primer libro, al más
reciente libro que han sacado?; no saben si además de escribir poemas, trabajan
y entregan ensayos, cuentos, novelas. Los poetas de este año 2016, en México,
tienen cientos de contactos poetas en las redes sociales, muchos de ellos
becarios, premiados, editados en la enorme diversidad que existe, y ni aun así
se leen, ni escriben sobre sus obras nada más allá que unas palabras de
presentación de libro, las reseñas casi siempre halagadoras, y algunas diatribas si no congenian; pero pocos son los
estudios profundos sobre sus poéticas, sus visiones, posturas, y mucho menos
sobre aquellos que —quieran o no los académicos— forman parte de su misma
generación de escritores, porque conviven con ellos, se aman y se insultan,
toman partido por unos o por otros, están llenos de "gregarismos
presupuestales", y nunca a favor de estéticas ni de poéticas en las que puedan conciliar sus búsquedas. El tema de la poesía en
México es amplio y los textos pocos.
Desde 2009, los promotores culturales Rubén Falconi y Romina Cazón, lanzaron el Panorama de la Poesía Mexicana, donde agrupan la obra de 69 autores. Y en 2008 apareció el proyecto Del silencio hacia la luz. Mapa poético de
México, con la voz de al menos unos 600 autores publicados y
premiados en el país, ubicados por la entidad donde nacieron. En las páginas de estas dos obras, los temas son tan variados e incluyen temas que pueden causar escozor social, lo que habla de las
preocupaciones vigentes como de posturas críticas sobre la época en que
escribieron sus autores. Porque los autores siempre retratan ese fragmento social
que les toca mirar, pensar, criticar además de vivir; y esta diversidad
temática valida lo expuesto por González-Aktories:
"la poesía mexicana actual se ha vuelto inabarcable".
¿Existen libros sobre la poesía mexicana? Claro que
existen. Existen libros, existen prólogos, artículos críticos, pero no son del
todo abrevados por los lectores de poesía, sino por el mundo de la
investigación académica. La poesía tiene otro mundo lector, el pueblo; que también
quiere saber de la poesía, que también puede validarla, valorarla, comprarla,
compartirla, hacerla suya, y en muchas ocasiones es en este mundo lector, hacia
donde muchos "poetas", no logran acceder: Son los poetas quienes no
logran contactar con los lectores, no los lectores los que no entienden su
poesía. Muchos poetas se conforman con ser leídos por sus pares,
y para la sobrevivencia económica (ya que no venden obra) persiguen la beca, el premio, los contactos, y de no
conseguirlo (los poetas son muchos, los presupuestos pocos) dan clase, son editores, redactores, promotores de
cultura, talleristas,
periodistas, columnistas, traductores, correctores de estilo, o tienen alguna
otra profesión, alejada del mundo literario. Pero seguimos pensando que la Poesía no se vende porque no hay
buenos lectores de poesía, diciendo que para leer poesía se necesita tener un
doctorado en semiótica y no sé qué tantos dislates. Lo cierto es que escriben
arreglitos de palabras para discutir con sus pares, y no poesía que pueda ser
abrevada ni por la tradición ni por la población.
Sobre ello se ha discutido mucho, y en México se ha llegado a una dicotomía en el gusto por la lectura y escritura de la poesía mexicana, estableciendo dos parámetros tan disímiles como adversos, Octavio Paz y
Jaime Sabines. Y la pregunta siempre será: ¿cercano a quien te
sientes? Si pensamos en Paz como el arreglo del lenguaje en la transmisión de
un conocimiento y una experiencia poética, o si abrevamos con Sabines ese diálogo visual con las historias cercanas a sus
personajes, y desde esa visión poética en que utiliza el leguaje. Tu trabajo poético ¿cercano a quien se encuentra? Entre Sabines y Paz hay un gradiente enorme, pero uno puede estar más
cercano a uno que a otro. No poder contestar, ni poder situar a un autor
mexicano, demuestras que la poesía y las poéticas de los autores mexicanos no se
difunden, porque ni se discuten ni se cuestionan. Son muchos los poetas, pocos los que
leen la obra, pocos los que critican con argumentos, los que profundizan, los que se acercan a estudiarlos de manera concienzuda, o simplemente a leerlos de manera constante.
Una de las formas de acercarse a la Poesía Mexicana,
considerando entonces el amplio número de obras, autores, premios, becas y
demás, es hacerlo por medio de las Antologías, ese retrato generacional que
ahorra presupuestos. Lo mismo pasa con una gran cantidad de músicos de la escena rockera de México, son muchos los acoplados de bandas, cantantes, y músicos, que rinden
homenajes a tal o cual artista, o se suman a festivales para poder grabar en conjunto y dar a conocer sus trabajos. No debemos
extrañarnos de que los poetas de este México actual apostemos por la antología,
de que las editoriales pretendan este tipo de agrupaciones, conjuntos de
poetas, compilaciones de poemas para generar un muestrario del cual los
lectores puedan escoger algún autor. Lo triste del asunto, es que en las antologías que cuentan con presupuestos oficiales se observe a los mismos autores, como si fueran los únicos, lo cual
ya está superado desde hace casi más de un lustro: Mapa poético de México,
Panorama de la Poesía Mexicana.
Las antologías que presentan la intención de poner
límites al congregar y retratar un espacio de tiempo de la creación poética son
las menos, las que sólo leen aquellos involucrados en las mismas, y algunos
estudiosos de la poesía mexicana, como es mi caso, pero el resto de la sociedad
no las acepta, nos las abreva, no las consulta, no accede a ellas, no tiene
interés siquiera en revisarlas. Aquellos que trabajamos con la poesía mexicana
las leemos como un acto de disciplina, y nos damos cuenta de sus carencias.
Sobre las antologías podemos leer que: "Los años más fecundos en la elaboración
de antologías poéticas comienzan en la década de los setenta, con la
publicación de treinta y seis antologías." como dice Susana González-Aktories; 36
antologías para la década de los sesenta, ese número ha crecido y cada año
crecerá más; la ensayista intenta ser más clara y señala que Gabriel Zaid además de poner al día un ejercicio crítico-estadístico
de poetas, desarrolla la "antolometría" es decir, "la evaluación de los poetas
mediante estadísticas y taxonomías de diversos tipos." Cero profundidad sobre el pensamiento a través del tiempo que viven los
autores.
Malva Flores, en el prólogo de su libro de ensayos La culpa es por cantar (precisamente un libro en el que se busca discutir sobre
poesía mexicana) nos recuerda que "Ser incómodo" ha sido la función de los poetas
pero, además de pellizcarle el culo a la presentadora, o levantarse en el foro,
y hacer el performance de tipo(a) rudo(a) "o de protagonizar escándalos en
las ferias y pasillos literarios, los poetas eran incómodos porque eran críticos
(no sólo de poesía). Eso también ya está pasado de moda, al menos en la forma
como acostumbrábamos." Las lecturas de poemas vueltas espectáculo:
- ¡Me desnudo y que me bañen con sangre!
- ¿Escuchaste el poema?
- No, pero qué cuerpazo tenía la chava.
Recuerdo un encuentro de escritores en Mexicali; era el
turno de leer al poeta Óscar David López, quien se levantó de la mesa, se
acercó a una esquina del entarimado, sacó de una bolsa dos maracas, y comenzó a
agitarlas mientras iba declamando los poemas del que era su más reciente libro. El compañero a lado mío se inclinó para decirme: "Supongo que las maracas
vienen con el libro, para que tenga sentido el performance." Además del espectáculo de "clown", del
"performance" a la hora de la lectura de las creaciones poéticas, el
romanticismo del poeta-lector aún nos queda a algunos, y se nos tacha, como
atinadamente define Malva Flores, de 'poetas de mantel': "poetas que no
practican gimnasia en el escenario, no disponen de un aparato
pictórico-esotérico- musical que los acompañe y leen sentados frente a una mesa
cubierta con un paño verde o azul". Pero el escándalo ahí pervive. Las
redes sociales han dado valor a los miles de millones de individuos 'e
individuas' que leen poemas, y escriben textos para ponerse a discutir con los
poetas. Y se acostumbran a decir:
- No tengo por qué esperar que una editorial diga que soy
poeta.
- ¿Y dónde publicas tus textos?
- En un blog que está súper genial, hay buenísimos
poetas, excelentes; y mis textos gustan mucho. No creo necesitar el premio
Aguascalientes, ni que me publique Tierra Adentro para saber que mis poemas son
mejores que los de muchos que están antologados por todos lados.
Y pretenden pensar y validarse en aquello del
autodidactismo, pero de manera irresponsable: "Que flojera estar comprando libros en las
librerías, si uno puede obtener lo que quiera del internet." O el post que recientemente leí en una red social: "Me dijeron que vaya a talleres de literatura, que
tome clases de literatura, que busque becas y ganar premios; que sólo así se
valida uno como poeta. Acá les dejo la carta de la editorial Por… que ha
decidido publicarme sin todas esas tonterías que me dijeron que haga y no hice.
¿Cómo les quedó el ojo?". Y el muchacho (o muchacha) no cabe en el orgullo de
haberlo logrado sin necesidad de otros poetas. Yo siempre le diré a los
escritores que aplauden las autoediciones, o que pagan en las editoriales por
la publicación de su obra: "para publicar un libro en papel, deja que alguien
invierta en ti, no seas tan soberbio, que alguien valide tu trabajo: un jurado,
un especialista, un editor, un grupo editorial". Pero en ocasiones me topo con personas que me callan
diciendo: "T.S. Elliot,
publicaba sus propias obras. No tiene nada de malo que tú mismo seas gestor de
tu obra, y creador". Y tampoco que tú seas el único lector, añadiría.