ESCRITORES Y LECTORES EN MÉXICO: UNA RELACIÓN - ALTIBAJOS / ADÁN ECHEVERRÍA

Los hay que escriben para conseguir los aplausos humanos, 
gracias a las nobles cualidades del corazón 
que la imaginación inventa o que pueden poseer. 
Yo, por mi parte, me sirvo del genio para pintar 
las delicias de la crueldad. 
Lautréamont 


Sobre la poesía mexicana se han realizado diversos apuntes en los terrenos de lo estético, y pretendiendo abarcar toda la literatura se ha intentado contenerla planteando límites e imposiciones que sólo suman a la tradición lectora un poco del folclorismo de los diferentes 'críticos' y antologadores que se enfrentan a ella. Estos aparentes límites tienen mucho de visiones sociales, enfados políticos, y pretensiones de inclusión, y poco de valor más allá del aspirar a ser "geniales", o con el fin de agradar a un grupo con el que se comparten estéticas, pero poco funcional para llegar a un mayor número de lectores. Para crear clasificaciones e intentar separar "la paja" del "heno", siempre servirá el presupuesto, el mecanismo de los contactos sujetos en el tiempo, y las instituciones en que los críticos se demarquen. La poesía es mucho mayor —toda la literatura— a estos parabienes de autores y antologadores. Lo estético es apenas un sujeto comunicativo, reflejo de las lecturas y experiencias de cada autor. El avance tecnológico con fines de comunicación ha creado, desde los noventas del siglo XX, las posibilidades para que el alcance lector tenga solo una limitación: Las ganas de quien quiere buscar información; y su precaria conciencia de ¿qué literatura quiero encontrar y sobre cuál validar mis búsquedas?, donde todo lector, buscador de tesoros, planteará su conocimiento, creará su gusto literario, establecerá su propio canon. 



La poesía ha dejado de depender de los grupúsculos que quieran apropiarse las verdades absolutas. Las torceduras generacionales, y sus consabidas tomaduras de pelo, no son más que ejercicios superfluos, en los que las convenciones vigentes pretenden acomodarse de acuerdo a los muy diversos factores que representen a una generación: por edad, o por las décadas de su nacimiento, por las posibilidades y figuraciones de eventos o sucesos trágicos o mercadológicos; y desde esos nichos hablar de generaciones X, Atari, del Terremoto (en México el ocurrido en 1985), generaciones inexistentes, que solo ahondan en un folclorismo inane que a nadie le interesará con el paso de los años. Todas estas clasificaciones son inexactas, obsoletas, banales y al final, en esta vigencia de milisegundos en que habitamos el ciber espacio, han dejado de apuntar sobre el divergente discurso de la obra y los autores que se van leyendo y releyendo continuamente. Porque es en este releer los trabajos de los poetas mexicanos y los poetas extranjeros, afincados y editados en México, donde se puede reconocer si se está entrando o no a la tradición literaria de nuestro país: En el gusto de los lectores. Sólo el tiempo pondrá en su lugar a los poetas, artistas por extensión; y es ese mismo tiempo el que demostrará si un autor sigue en el gusto de los lectores, o solo fue el amanuense de un grupúsculo que creyó en él y apostó por su trabajo, su ingenio, sus buenas relaciones públicas. 
La multiplicidad de talleres literarios, de encuentros de escritores, premios de literatura, ferias de libro y lectura, portales de internet, blogs —bitácoras electrónicas— páginas en redes sociales, revistas virtuales, bardas pintadas con versos, t-shirts y un sin fin de etcéteras, pueden ser ahora un medio para que el lector se acerque a los autores. El fin siempre justificará los medios, y desde cualquier medio uno se va enterando de las producciones literarias, que han dejado de ser pocas. No nos damos abasto para conocer el sin fin de propuestas literarias que aparecen, surgen, se crean por cada parte de un país tan vasto como México. Y esta misma vastedad de espacio geográfico, sumado a los ya poco más de 200 años de imprenta en nuestro país, que para este 2016, nos debe hacer reconocer que como lectores, investigadores, escritores, estamos muy lejos de conocerlo todo, y nos impele a tener la mente abierta para no despreciar aquello que no conocemos, y que quizá nos vaya superando. Hay que tener el sano juicio de entender lo que son los presupuestos de cultura, los presupuestos para ediciones de libros en nuestro país, y sumar estos parabienes al simplismo centralista en que como país aún nos desenvolvemos. Dejar de pensar que sólo en la Ciudad de México (capital del país), Guadalajara, Monterrey, son los espacios donde la literatura se desarrolla y donde habitan y existen los verdaderos escritores (por evitar decir 'mejores' o 'únicos'), y ayudar a las empresas editoriales de amplio mercado a quitarse la venda; para que juntos viajemos a las diferentes regiones geográficas, ayudados por las redes sociales, la internet, para recorrer los caminos de la literatura y descubrir aquellas "joyas literarias" esparcidas por esos espacios de la geografía nacional. Justo es poner un ejemplo: En mayo de 2016 pude mirar en la ciudad de Ensenada, Baja California, en el encuentro Mares de Tinta que cumplía 18 años de realizarse ininterrumpidamente, el homenaje que se rindió a la doctora Hilda Graciela Albert Palacios, por sus más de 40 años de presencia literaria en esta ciudad bañada por el Mar Pacífico; homenaje de la comunidad literaria de Ensenada por la formación de escritores que ha realizado para esta región, por haber dedicado cuatro décadas de su vida a trabajar con jóvenes, a departir la literatura, a enseñar las letras a cuatro generaciones de ensenadenses, y que pudieron abrevar en la voz y creatividad de la Dra. Albert Palacios. Personajes como ella abundan en los 32 estados de la república mexicana, y no las conocemos, no las leemos, no las publicamos, porque seguimos cerrando los ojos, vendados en el centralismo. 
En estos 206 años de un México independiente, el mismo centralismo intenta reconocer el trabajo de apenas unos cuántos (ocultando el trabajo de otros). ¿Cuáles son los escritores de Oaxaca? Andrés Henestrosa es un cálido ejemplo. De Veracruz, podemos seguir admirando autores de la talla de Jorge Cuesta (ensayo y poesía), Sergio Galindo (novela y cuento) y a Rubén Bonifaz Nuño (poesía); a Gorostiza, Pellicer y Becerra por Tabasco; Sabines y Bartolomé por Chiapas; Daniel Sada por Baja California, Rafael Ramírez Heredia por Tamaulipas, Manuel Acuña y Julio Torri de Coahuila; Jorge Lara Rivera, Ermilo Abreu Gómez por Yucatán, entre tantos nombres que nos haría falta espacio. Y seguimos empeñados en negarnos a mirar hacia las periferias, en mirar únicamente los centralismos en los que nos hemos propuesto documentarnos. Escritores buenos y escritores malos los hay en cada una de las 32 entidades federativas, porque muchos de los autores mantienen algunos vicios, y presentan algunas de sus obras lejos de un valor literario. Muchos de dichos autores, aún con las publicaciones corriendo por las librerías, nada tienen que ver con una construcción estética sino con la simple banalidad que los rodea, un aura de gracia que se cae a pedazos al abrir las tapas de sus publicaciones. 
Alguna vez el escritor Francisco Hinojosa, quien fuera a impartir unos cursos a la ciudad de Mérida, contó la anécdota de cómo llegó a ser editado en grandes tirajes: "Había llegado a las Ediciones de la SEP, una mujer que poco sabía de literatura, pero con una consigna 'rojilla y patriotera', y al ver que en los llamados Libros del Rincón, solo había obras de Michael Ende, Collodi, Melville, Singer, se enojó y puso a sus colaboradores a buscar a los escritores mexicanos que escribían para niños. Yo apenas empezaba en esto de la literatura, y hacía algunos cuentos, no para niños, pero cuando me avisaron que había que asistir a esa reunión en la SEP, ahí en el Distrito Federal, decidí darme una vuelta. La mujer en cuestión expuso su necesidad de libros de historias escritas por mexicanos, para la niñez mexicana; y claro, habría grandes tirajes y buena paga por estos cuentos. Así que me puse a escribir para niños. Y así comencé esta carrera en la literatura infantil". 
No estoy seguro si para la niñez mexicana era mejor tener a Francisco Hinojosa en los Libros del rincón, que a Melville, a Collodi, a Singer, Barrie o a Michael Ende, pero agradecí la honestidad de Hinojosa. Es bueno que haya historias contadas por mexicanos pero sería un error sacar a los clásicos de la literatura infantil, por un acto 'patriotero'. Lo mejor es abogar por la convivencia de autores mexicanos, con ilustradores mexicanos, junto con la presencia de las "plumas consagradas de la literatura universal", que terminará por ser positivo para la niñez mexicana que abreva de esos programas de lectura. La diversidad siempre es lo mejor. 
En la literatura mexicana, en la poesía, el discurso poético viene a ser lo que menos conoce la gente que gusta de leer poesía. Haga usted este ejercicio: Hábleme del libro más importante de Julián Herbert, cuál es la temática principal que Alejandro Tarrab sostiene en sus poemarios, o de Maricela Guerrero, Manuel Iris, Nadia Escalante, Daniel Bencomo o en Daniel Saldaña Paris; cuáles son los temas de Dolores Dorantes, Amaranta Caballero, Lucía Yépez, o Alexandra Botto. ¿Es posible agrupar las poéticas de Ángel Ortuño, Luis Alberto Arellano y Álvaro Solís? ¿Cuál es el mejor poema que ha dado a la tradición Karen Villeda o Paula Abramo? ¿Cuál es el estado de la poesía escrita por mujeres en las primeras dos décadas del siglo XXI? ¿Cuáles pueden ser las preocupaciones de las poetas mexicanas en esta actualidad, si con Susana González-Aktories señalamos que: 'es ya en si un hecho indignante que a estas alturas de la historia literaria se sigan elaborando antologías exclusivamente femeninas'? No hay que olvidar que en cuestiones de democracias y presupuestos las antologías vienen a ser ese paradigma que refleje el tiempo literario de una sociedad, una fotografía de las preocupaciones de su tiempo. Toda literatura –lenguaje al fin- no deja de ser un acto de comunicación. 
Y es que a la poesía sólo se acercan los poetas (hombres y mujeres), pero muchos de estos poetas se acercan más a otros poetas que a los poemas que estos desarrollan, escriben y cantan. Los poetas no se acercan a la crítica, la soslayan; no se dejan atrapar sobre ella, no se dejan recibir en sus versos, no conocen las entrañas sensoriales de sus colegas, sino apenas sus escándalos, amoríos, rompimientos, desfachateces, e incluso si son buenos para la bebida, o pueden ser buenos padres, o si acaso tienen los contactos suficientes y veraces que nos permitan acceder a dichos presupuestos que presumen detentar. Los poetas no se acercan a sus fórmulas creativas ni de discurso, a sus texturas, sus inclinaciones; no se preguntan ¿cuáles son y han sido sus lecturas?, ¿cuál ha sido su evolución, desde aquel primer libro, al más reciente libro que han sacado?; no saben si además de escribir poemas, trabajan y entregan ensayos, cuentos, novelas. Los poetas de este año 2016, en México, tienen cientos de contactos poetas en las redes sociales, muchos de ellos becarios, premiados, editados en la enorme diversidad que existe, y ni aun así se leen, ni escriben sobre sus obras nada más allá que unas palabras de presentación de libro, las reseñas casi siempre  halagadoras, y algunas diatribas si no congenian; pero pocos son los estudios profundos sobre sus poéticas, sus visiones, posturas, y mucho menos sobre aquellos que —quieran o no los académicos— forman parte de su misma generación de escritores, porque conviven con ellos, se aman y se insultan, toman partido por unos o por otros, están llenos de "gregarismos presupuestales", y nunca a favor de estéticas ni de poéticas en las que puedan conciliar sus búsquedas. El tema de la poesía en México es amplio y los textos pocos. 
Desde 2009, los promotores culturales Rubén Falconi y Romina Cazón, lanzaron el Panorama de la Poesía Mexicana, donde agrupan la obra de 69 autores. Y en 2008 apareció el proyecto Del silencio hacia la luz. Mapa poético de México, con la voz de al menos unos 600 autores publicados y premiados en el país, ubicados por la entidad donde nacieron. En las páginas de estas dos obras, los temas son tan variados e incluyen temas que pueden causar escozor social, lo que habla de las preocupaciones vigentes como de posturas críticas sobre la época en que escribieron sus autores. Porque los autores siempre retratan ese fragmento social que les toca mirar, pensar, criticar además de vivir; y esta diversidad temática valida lo expuesto por González-Aktories: "la poesía mexicana actual se ha vuelto inabarcable".  
¿Existen libros sobre la poesía mexicana? Claro que existen. Existen libros, existen prólogos, artículos críticos, pero no son del todo abrevados por los lectores de poesía, sino por el mundo de la investigación académica. La poesía tiene otro mundo lector, el pueblo; que también quiere saber de la poesía, que también puede validarla, valorarla, comprarla, compartirla, hacerla suya, y en muchas ocasiones es en este mundo lector, hacia donde muchos "poetas", no logran acceder: Son los poetas quienes no logran contactar con los lectores, no los lectores los que no entienden su poesía. Muchos poetas se conforman con ser leídos por sus pares, y para la sobrevivencia económica (ya que no venden obra) persiguen la beca, el premio, los contactos, y de no conseguirlo (los poetas son muchos, los presupuestos pocos) dan clase, son editores, redactores, promotores de cultura, talleristas, periodistas, columnistas, traductores, correctores de estilo, o tienen alguna otra profesión, alejada del mundo literario. Pero seguimos pensando que la Poesía no se vende porque no hay buenos lectores de poesía, diciendo que para leer poesía se necesita tener un doctorado en semiótica y no sé qué tantos dislates. Lo cierto es que escriben arreglitos de palabras para discutir con sus pares, y no poesía que pueda ser abrevada ni por la tradición ni por la población. 
Sobre ello se ha discutido mucho, y en México se ha llegado a una dicotomía en el gusto por la lectura y escritura de la poesía mexicana, estableciendo dos parámetros tan disímiles como adversos, Octavio Paz y Jaime Sabines. Y la pregunta siempre será: ¿cercano a quien te sientes? Si pensamos en Paz como el arreglo del lenguaje en la transmisión de un conocimiento y una experiencia poética, o si abrevamos con Sabines ese diálogo visual con las historias cercanas a sus personajes, y desde esa visión poética en que utiliza el leguaje. Tu trabajo poético ¿cercano a quien se encuentra? Entre Sabines y Paz hay un gradiente enorme, pero uno puede estar más cercano a uno que a otro. No poder contestar, ni poder situar a un autor mexicano, demuestras que la poesía y las poéticas de los autores mexicanos no se difunden, porque ni se discuten ni se cuestionan. Son muchos los poetas, pocos los que leen la obra, pocos los que critican con argumentos, los que profundizan, los que se acercan a estudiarlos de manera concienzuda, o simplemente a leerlos de manera constante. 
Una de las formas de acercarse a la Poesía Mexicana, considerando entonces el amplio número de obras, autores, premios, becas y demás, es hacerlo por medio de las Antologías, ese retrato generacional que ahorra presupuestos. Lo mismo pasa con una gran cantidad de músicos de la escena rockera de México, son muchos los acoplados de bandas, cantantes, y músicos, que rinden homenajes a tal o cual artista, o se suman a festivales para poder grabar en conjunto y dar a conocer sus trabajos. No debemos extrañarnos de que los poetas de este México actual apostemos por la antología, de que las editoriales pretendan este tipo de agrupaciones, conjuntos de poetas, compilaciones de poemas para generar un muestrario del cual los lectores puedan escoger algún autor. Lo triste del asunto, es que en las antologías que cuentan con presupuestos oficiales se observe a los mismos autores, como si fueran los únicos, lo cual ya está superado desde hace casi más de un lustro: Mapa poético de México, Panorama de la Poesía Mexicana. 
Las antologías que presentan la intención de poner límites al congregar y retratar un espacio de tiempo de la creación poética son las menos, las que sólo leen aquellos involucrados en las mismas, y algunos estudiosos de la poesía mexicana, como es mi caso, pero el resto de la sociedad no las acepta, nos las abreva, no las consulta, no accede a ellas, no tiene interés siquiera en revisarlas. Aquellos que trabajamos con la poesía mexicana las leemos como un acto de disciplina, y nos damos cuenta de sus carencias. Sobre las antologías podemos leer que: "Los años más fecundos en la elaboración de antologías poéticas comienzan en la década de los setenta, con la publicación de treinta y seis antologías." como dice Susana González-Aktories; 36 antologías para la década de los sesenta, ese número ha crecido y cada año crecerá más; la ensayista intenta ser más clara y señala que Gabriel Zaid además de poner al día un ejercicio crítico-estadístico de poetas, desarrolla la "antolometría" es decir, "la evaluación de los poetas mediante estadísticas y taxonomías de diversos tipos." Cero profundidad sobre el pensamiento a través del tiempo que viven los autores. 
Malva Flores, en el prólogo de su libro de ensayos La culpa es por cantar (precisamente un libro en el que se busca discutir sobre poesía mexicana) nos recuerda que "Ser incómodo" ha sido la función de los poetas pero, además de pellizcarle el culo a la presentadora, o levantarse en el foro, y hacer el performance de tipo(a) rudo(a) "o de protagonizar escándalos en las ferias y pasillos literarios, los poetas eran incómodos porque eran críticos (no sólo de poesía). Eso también ya está pasado de moda, al menos en la forma como acostumbrábamos." Las lecturas de poemas vueltas espectáculo: 
- ¡Me desnudo y que me bañen con sangre! 
- ¿Escuchaste el poema? 
- No, pero qué cuerpazo tenía la chava. 
Recuerdo un encuentro de escritores en Mexicali; era el turno de leer al poeta Óscar David López, quien se levantó de la mesa, se acercó a una esquina del entarimado, sacó de una bolsa dos maracas, y comenzó a agitarlas mientras iba declamando los poemas del que era su más reciente libro. El compañero a lado mío se inclinó para decirme: "Supongo que las maracas vienen con el libro, para que tenga sentido el performance." Además del espectáculo de "clown", del "performance" a la hora de la lectura de las creaciones poéticas, el romanticismo del poeta-lector aún nos queda a algunos, y se nos tacha, como atinadamente define Malva Flores, de 'poetas de mantel': "poetas que no practican gimnasia en el escenario, no disponen de un aparato pictórico-esotérico- musical que los acompañe y leen sentados frente a una mesa cubierta con un paño verde o azul". Pero el escándalo ahí pervive. Las redes sociales han dado valor a los miles de millones de individuos 'e individuas' que leen poemas, y escriben textos para ponerse a discutir con los poetas. Y se acostumbran a decir: 
- No tengo por qué esperar que una editorial diga que soy poeta. 
- ¿Y dónde publicas tus textos? 
- En un blog que está súper genial, hay buenísimos poetas, excelentes; y mis textos gustan mucho. No creo necesitar el premio Aguascalientes, ni que me publique Tierra Adentro para saber que mis poemas son mejores que los de muchos que están antologados por todos lados. 
Y pretenden pensar y validarse en aquello del autodidactismo, pero de manera irresponsable: "Que flojera estar comprando libros en las librerías, si uno puede obtener lo que quiera del internet." O el post que recientemente leí en una red social: "Me dijeron que vaya a talleres de literatura, que tome clases de literatura, que busque becas y ganar premios; que sólo así se valida uno como poeta. Acá les dejo la carta de la editorial Por… que ha decidido publicarme sin todas esas tonterías que me dijeron que haga y no hice. ¿Cómo les quedó el ojo?". Y el muchacho (o muchacha) no cabe en el orgullo de haberlo logrado sin necesidad de otros poetas. Yo siempre le diré a los escritores que aplauden las autoediciones, o que pagan en las editoriales por la publicación de su obra: "para publicar un libro en papel, deja que alguien invierta en ti, no seas tan soberbio, que alguien valide tu trabajo: un jurado, un especialista, un editor, un grupo editorial". Pero en ocasiones me topo con personas que me callan diciendo: "T.S. Elliot, publicaba sus propias obras. No tiene nada de malo que tú mismo seas gestor de tu obra, y creador". Y tampoco que tú seas el único lector, añadiría.

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