VANESA ALMADA NOGUERÓN



fin de la cita

se vuelca todo
hasta la vereda se vuelca

le falta una palangana donde caerse muerta
otros pies que la sostengan
que no sean los mismos que se tragan todas las noches mis escarpines
que no vayan a ser

se vuelca todo / todo se vuelca
los techos
las ventanas
hasta la lluvia se vuelca

los ganchos de las cortinas
las plantas
las luces de los autos

les falta una zanja donde desaparecerse
les falta hundirse

y se vuelca todo

la furia de las máquinas se vuelca
los números en rojo de los almanaques
la vajilla
las hamacas de los patios se vuelcan
los balcones
los cierres de las valijas y de las braguetas
los barriles / las ropas / las prótesis capilares de las muñecas

las pieles de los mustélidos se vuelcan
los huecos
las colas de los leones sobre las teclas de los pianos

se vuelcan los lápices
las manchas
el humo de los sahumerios
los cajones de los muebles
las puertas / los pisos
las piedras
las cintas viejas del lado B de los cassettes
los mástiles

se vuelcan los atlas / los puestos de hamburguesas
las hormigas
los envases de litro y cuarto de Gini Cola
los jarrones
las muestras gratis de shampoo de los hoteles
las bicisendas

se vuelcan los nidos de los pájaros
los fuegos
los nudos de las gargantas
las revistas / los abanicos
las revistas que sirven de abanico

se vuelcan

les falta un punto donde poder terminarse
el margen de alguna foto que los amontone

se vuelca todo / todo se vuelca

me falta una aguja con qué despabilarme
me faltan el estuche /
las comillas

ya viene la tormenta y me falta un trueno
y no hago pie

me vuelco
quo vadis

de dónde sale el agua que respiran los vidrios los días de invierno
el hambre que nos causa la playa

adónde va el viento cuando deja de seguirnos
adónde las cartas
las tarjetas de cumpleaños que nunca fuimos capaces de mandarnos

adónde habría que reclamar las deudas que se tienen nuestros cuerpos
sobre qué otras desnudas criaturas
acomodan sus partes íntimas

adónde están los bordes que le fuimos recortando al camino
los cajones de manzana que no pudimos salvar

por dónde corre la sangre mojada
por qué sucias sábanas se revuelca su mancha

adónde van los libros prestados
(a veces leídos / siempre perdidos / nunca devueltos)
adónde sus notas al margen
sus índices manoseados
sus verdaderos padres

adónde duermen los peces cuando no están despiertos
cuando no ahogan sus cuerpos en ollas hirviendo
adónde van sus lágrimas
sus otras aguas

de dónde nacemos cuando ya hemos muerto
de dónde salen los otros
cuando los demás no nos piensan / ni nos adoran / ni nos fingen /
ni nos pueden alcanzar

adónde corren los verbos
y las formas de los signos
cuando no los podemos decir / ni atravesar / ni encender

de dónde sale el suelo cada vez que el infierno
quiere escaparse de los edenes

adónde esconden tu nombre
cada vez que el mío no se deja gritar
cada vez que nos deja el viento
cada vez que a los vidrios les empieza a faltar la respiración
después de la playa
en invierno

eslabones pie de atleta

desparramados sobre las náuseas huecas de los retratos del cuarto
y los rincones de los muebles
amontonaban los espejos sus gritos y circunferencias;

caen más globos hacia los techos
se aturden o se imantan los discos de pasta / las órbitas de los mandala /
las siliconas y los ojos de serpientes venenosas

los fondos de los vasos no pueden dejar
de vernos pasar

él imaginó un blíster de rostros gigantes en cuartos de gel sintética
un búnker de aros de espuma
donde apagarse las malas furias,
los blancos y los negros,
la sed que lleva adentro
cada burbuja desnuda
cada pedazo de algo en las paredes

escape en convoy

vuelve esa puerta a querer viajarnos el adentro y el afuera
el viento no alcanza nunca
ni para cerrarla ni para abrirla
ni para espesarle el cuerpo
ni para apedrearla

rojo el cielo de ese cielo hueco
el blanco de ese guante envuelto en manos
como roja la causa de toda fuga
de todo desplazarse

vuelve esa puerta a querer irnos
amontonarnos a los costados de los trenes
gritando andenes, pasajeros, vías férreas
donde aplastarnos el rojo de la impaciencia
los fuelles
de las últimas monedas vírgenes



Vanesa Almada Noguerón (Buenos Aires, Argentina, 1980). Tiene estudios en Letras y en Gestión Cultural. Obtiene en 2008, el 1º Premio en el Certamen Internacional Poesía de las Américas por su cuento corto “Final”. En 2012, es convocada por la Firma Editorial de los Cuatro Vientos para integrar la edición antológica Poetas y Narradores Contemporáneos. En Octubre de 2013, la Latin American Intercultural Alliance galardona su obra con el 1º Premio de su Certamen Anual de Literatura Internacional, en el Queens Museum of Art de NY. En 2015, es invitada por la Universidad de Sonora (México) como artista representante de la República Argentina en el XX Encuentro Hispanoamericano de Escritores. Actualmente, reside en Mar del Plata,  pertenece al equipo de redacción de revista cultural Poética e integra el staff artístico del ciclo Arte sin Aduanas. Parte de su labor en verso se encuentra también disponible en las revistas de creación literaria Desnuca2, La Avispa, Pangea (Ciudad de Salamanca) y Ergo (Universitat de València). Su libro Entre los ruidos (Baldíos en la Lengua, 2015) recoge algunas de sus más recientes producciones.

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