CIUDAD DE ESPECTROS
[Fragmento]
¿Quién dijo que no éramos de aquí? ¿Quién suprime
nuestros pasos lejos de este universo donde las piedras son el edificio de la
memoria?
¿Es aquella lápida
monumental donde arrojamos el tiempo, donde nos sepultamos con los escombros de
su falaz arquitectura buscando los recintos de un cielo que nos fue negado?
Yo hoy te nombro Ciudad de espectros:
piedra donde abandono mis huesos.
GIRASOL DE ESTRELLAS
Para nacer es preciso amarrarnos al
vértigo y la forma. La enconada lucha relucirá y nosotros seremos quienes
continúen la revelación transformadora de especies: somos protones lanzados en
la luminosidad de la noche, escorias y tiempo, capricho y huella que debemos
destruir. Pues para nacer tenemos que morir desde la soledad y el recuerdo,
desde la partitura yaciendo en la orfandad inversa a la naturaleza. Es
necesario replegar las alas y que uno de nosotros toque la inmanencia de un
tiempo subyugado.
La paralela línea del océano
habrá de remontar los corazones y el gastado amor que tuvimos
a mal engullir.
Y ya solos a la exposición u ocultismo,
la promesa del tranvía desencaja la muerte que no habrá de asirnos la vida. Ya
cuesta dividirnos como los tendones, como los cabellos y la hoja y la memoria,
solamente, para mirarnos por el retrovisor de un cristal profundo: imperecedero
riel que asigna por el mundo nuestro nombre.
Desmenuzar es volver a nuestro cuerpo.
Morir ya no significa terminar con todo: revertimos la imagen y la sal; por
daño o sentencia miramos el oxígeno que el hidrógeno ahonda en una respiración
exacerbada:
así morir
es dirigirnos a la muertevida
nacer
es reconstruirnos bajo la luz del sol.
*
Arriba aún descansa la memoria
y
yo vuelvo a los rompecabezas del día falciforme.
Toda la dura imagen de la tierra tiende a
devorarnos
como
aquellos vástagos que quisieron comerse la idea del mañana.
Ellos se aferran a la vida como una a mordaza
y nosotros solo esperamos la resurrección de
nuestros ojos.
No saben que despiertos vencemos a los
fantasmas de la muerte
a los insipientes fantasmas de la muerte
a los aglomerados fantasmas de la muerte.
ARQUITECTURA ORGÁNICA
[Fragmento]
I
Hablo
con la verdad que mis ventas ostentan
llevo
la palabra en las líneas perdurables de lo impío.
Me
presento y comulgo con el búlgaro
prensado
en viscosidad del alma
salitre
enmohecido en la movediza piel del pasado.
Y
aquí estoy
destruido en la querella sin nombre
arraigado
en el estrato
que
tiene por destino su caída.
NOSTALGIA DE LA
CIUDAD
Dijiste:
"Iré a otra ciudad, iré a otro mar.
Otra
ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo
esfuerzo mío es una condena escrita;
y
está mi corazón - como un cadáver – sepultado…”
Cavafis
Me dirijo hacia el punto más cercano de la ciudad.
Sintiéndome
ligero dejo que el viento sea quien me lleve a donde le plazca
que
él sea mi mentor durante este camino hacia alguna parte.
Dejo
todo en casa
y
salgo de ella sólo con mis vestimentas
con
el alma enteramente desnuda esperando encontrar algo en el camino.
Abro
mis ojos a todas las posibilidades
y
no me acuno al devenir de un destino por demás equívoco;
ya
no me desalienta un futuro: temo el presente.
Un
presente imperfecto que no me ha servido para nada
un
ahora que no pudo transformarse en la historia de mis manos
un
aquí simplista, monótono, etéreo sin nada más que fondo
negro,
inconcebible y falto de realismo.
Mis
ojos, también, son las puertas [¿hacia dónde?]
si
los abro
frente
a mí se dibuja una ciudad que lentamente es destruida.
En
cada parpadeo el todo y sus partes se desparraman en quién sabe qué cosas
pero
sufren y al igual que yo
somos
testigos, videntes de un presente no cabiendo por ningún lado.
Pero
me siento feliz caminando a través de la ciudad.
Observo
a toda aquella gente delineando su trayecto
tal
vez a casa, al trabajo o hacia alguna calle
donde
esperan encontrarse con ese algo aguardándolos impacientemente.
Padres
de familia,
empleados
de planta, empresarios autónomos,
estudiantes,
mendigos o suicidas
los
veo y los siento parte de mí:
yo
padre de familia [sin familia]
yo
empleado atado a un escritorio de una empresa privada o publica
yo
empresario o estudiante imberbe
yo
suicida aborigen, cuyos destinos son ir al mismo trayecto de los sueños
porque
sus sueños son dirigidos a mí.
Ciudad
de mi infancia: yo no soy un melindroso
dulce y afectuoso;
soy
quien pisó tu suelo y que por fuerza mayor tuvo que dejarte.
Yo
el graduado, el hermano, el hijo honroso, el nieto
volviendo
cada temporada a casa
el
amigo estimado y el amante ingenuo.
Vengo
hacia ti como si de pronto sintiera una atracción extraña:
cada
átomo de mi sangre es invocado, porque de ti
fui
formado de tierra, de aire, de sentimentalismos carnales.
Aquí
vi nacer a mis hermanos y, tal vez, vea morir a mis padres.
Conocí
a tantos amigos
amé,
maldije
dediqué
mis primeros poemas [y los maldije].
No
fuiste basta para que yo pudiera atarme como ellos.
Puse
mi esperanza en otras latitudes y viré mi futuro hacia un mar
que
habría de mostrarme tu mismo cielo real, inalcanzable y triste.
Aun
así dejé la casa lanzándome como un pez contra el precipicio.
Despotriqué
aquella suerte que no habría de
obtener
ni
en tus brazos ni en los brazos de nadie.
Yo
sería el transeúnte yendo de aquí a allá no planeando su futuro:
esperando,
esperando y esperando
a
que la moneda pudiera mostrarme un distinto rostro.
Añoré
ser para mí una ruleta para golpear de suerte
a quien la merece…
proveerme
de suerte porque yo la merecía.
Yo
lo supe. Siempre lo supe y aun así dejé la casa.
No
merecía. Nunca lo tuve.
Nunca
fui.
Y
ahora toda la juventud se me viene encima
y
de pronto me siento viejo. Cansado.
Comparándome
con el vecino yaciendo a la puerta de casa
ya
sin ninguna añoranza más que la de esperar su muerte.
Me
siento triste, tan realmente triste
de
pronto como él que si esperase algo del mundo
preferiría
ya no esperar nada del mundo.
Lo
que espero de mí, solamente, es la individualidad.
Así
el mundo seguirá su curso, el reloj marcará la hora
y
los árboles van a desprender sus hojas en alguna estación del año. Unas caerán
y
otras serán movidas hacia otros campos
pero
tarde o temprano caerán; en todo esto reside la existencia.
Sin
embargo, transito la ciudad no importándome cuántas veces
he
dirigido la vista al mismo espacio: cada vez lo percibo diferente.
Ella
es tan distinta a ella que yo prefiero recorrerla, andar la vida vendado
para
que no me duela ella ni su gente.
Temo
enfrentarme con el espejismo de mi propia imagen
con
la igual insistencia de existir y pensar que sigo existiendo.
Empero
prefiero recorrerla siendo guiado por sus pasos
quienes
no habrán de llevarme devuelta a casa. Temo regresar a casa.
Entre
sus cuatro paredes y dos plataformas, todo es Vacío.
Luis
Alberto G. Sánchez (Morelos, México, 1985). Ha
asistido a diversos talleres de poesía y narrativa de Quintana Roo y Puebla así
como en diversas mesas de lectura. Ha publicado en algunas revistas como Tropo a la uña, Salvo el crepúsculo, Palabra
ebúrnea y Hojas de Hierba.
Colaborador del movimiento cultural "Red
de la palabra aurea" realizando lecturas de poesía. Fue editor, junto
con José Antonio Íñiguez, de la revista digital “Salvo el crepúsculo”. Prepara su primer volumen de poesía.
Colaboración: José Antonio Íñiguez