Poemas inéditos
DIA
X MES X \ BUCLE INFINITO
Terminar
la jornada doméstica digiriendo
una
insípida ensalada mientras la televisión
emite
sus fantasías a todo volumen,
procurando
anestesiar esta desazón cíclica
-mi
nombre se repite
en
todas las listas de exclusión:
demasiada mala suerte-;
aprovecho
la soledad de los fines de semana
para
no pensar en lo que [me] destruye
duele
no ser como los personajes que saturan
la
pantalla, traficantes de falacias con las que comercian
por
una atractiva cifra con muchos ceros,
parásitos
alérgicos al trabajo mundano,
duele ser fiel a la herencia
de mis padres
-esta
forma de ser es un pasaporte directo al fracaso-
duele la vida honesta, sin
ambiciones.
Se
disipa el hambre -qué harta me tiene la dieta-;
me
embobo con la programación decadente,
abandono
mis neuronas al espectáculo circense
con
sus destellos de color y glamour de plástico,
que
ya no quiero lamentarme más por la falta de oportunidades,
por
la lucha permanente con candidatos más
aptos
o
porque no me puedo atiborrar de chocolate o whisky,
ignorar
a la filosofía, los principios, la desazón,
sorberme
las lágrimas y formar parte de la manada
de
borregos adictos a la felicidad artificial
hasta la madrugada que anunciará
el
retorno al desayuno frugal, a limpieza intensiva con lejía
de
los baños y a estudiar cursos para llenar mil currículos
que
no se leerá nadie.
EPISODIO REPETIDO
Llego
rota, sin ganas de comer;
otro
viernes taciturno
-preludio de un fin de semana gris-;
apareces
en ropa interior
me saludas con tu sonrisa
te
miro, divertida –te has vuelto a olvidar de que existen los peines-
me quedo atrapada en tus caderas,
en
tu ir y venir por la cocina y el comedor;
arrojo
la chaqueta vieja y las llaves de mi casa
al
sillón; extraigo libros
-ningún
poemario:
me
decanto más por el poema de tu espalda-
y
los dejo amontonados encima de la mesa;
te sigo, como un cachorrillo travieso,
hasta
tu habitación, con esa pegadiza banda sonora de fondo
-“Walk on by,
walk on by, foolish pride,
is all that have left so let me
hide,
the tears and the sadness you
gave me,
when
you said goodbye…”-
sabemos
que esto no es amor
ni
siquiera es algo parecido
que
soy culpable por demandar afecto tibio
en
tus besos alquilados y compartidos
eres bálsamo para el hastío, sí,
que
sólo se trata de carne resbalando
-“este corazón está encofrado”,
amenacé,
“demasiadas fisuras”-
que
madurar es engañarse, sobrevivir al desierto
abrazándose
a los espejismos,
[“valórate, sé
inconformista”: la sabiduría de mis padres
que
se derrama en el precipicio],
que
muy pronto te marcharás
(es
la ley que rige
el
temor a exponernos al otro)
que
tú no eres indispensable
nadie lo es
eso
he aprendido.
Llego
rota, sin ganas de comer;
sólo
quiero envolverme en una mentira cálida
asumir mi eterno papel de personaje secundario
en
esta serie tragicómica de bajo presupuesto,
lo que siempre ha sido mi existencia.
SIN GARANTIAS
No
nos engañemos:
la
vida no sería más simple
si
todos tuviéramos nuestro propio manual de instrucciones:
el
inconstante no estaría dispuesto a leer miles
y
miles de páginas que se reescriben una y otra vez
el
indeciso no se dignará en anotar
sus
impresiones en las hojas en blanco
el
conformista no se preocupará en averiguar
el
idioma [cifrado] del corazón
los
vagos buscarían rápido
la
infalible garantía de devolución
y lo más inquietante
los
desesperados acudirían nada más abrirlo al índice,
para
buscar el apartado de “uso apropiado del cuerpo”.
LA PUTA MANIA DE VALORARSE
MÁS CON ESTE INSTINTO DE PERRA ASTUTA QUE HA ARRAIGADO - HASTA LA MÉDULA – EN
MÍ “GRACIAS” A VOSOTROS, HOMBRES GRISES Y MUJERES AZULES
“Mi
cuerpo es una lista de heridas
colocadas
simétricamente”.
(Adrienne
Rich)
“La
soltera se afana en quehacer de ceniza,
en
labores sin mérito y sin fruto
y a
la hora en que los deudos se congregan
alrededor
del fuego, del relato,
se
escucha el alarido
de
una mujer que grita en un páramo inmenso
en
el que cada peña, cada tronco
carcomido
de incendios, cada rama
retorcida
es un juez
o es
un testigo sin misericordia”.
(Rosario
Castellanos)
Si
sabes, más que de sobra, que resguardo toda esta amargura
que
me arrasa las mejillas en incontables madrugadas,
¿para
qué preguntar si todo está perfecto?
[Soy una farsante. Lo sé].
Conocemos
las respuestas. Nos conocemos demasiado:
tú
finges conmigo porque no quieres te asusta cruzar la línea
-habiendo
miles de individuos e individuas desamparados,
repartidos
estratégicamente por este planeta:
¿por
qué yo, por proximidad, por
pereza, por aburrimiento?-
y yo soy una insoportable
coleccionista de heridas
[este pasado de hombres y mujeres
desleales que profanan mi corazón],
sin remedio
ni
tampoco necesito que alguien me rescate de esta soledad;
porque
tú no eres un superhéroe
(por
dentro eres el peor de los villanos: y lo sabes)
ni
sabes construir poemas sin palabras
(porque
las palabras son humo en boca de los poetas
y yo
detesto a los poetas, con todo mi estómago)
y
yo, soy una vulgar princesa con manos expertas en usar estropajo,
doloridas
por cargar con las bolsas del supermercado,
sin nada que ofrecerte.
Ana
Patricia Moya (España, 1982). Licenciada en Humanidades
por la Universidad de Córdoba. Autora de “Bocaditos de realidad”, “Material de
Desecho”, “Píldoras de papel” (poemarios) y “Cuentos de la carne” (relatos).
Sus textos han aparecido en diversas publicaciones literarias e impresas, de
Europa e Hispanoamérica, así como en antologías. Ha sido traducida parcialmente
a seis idiomas. Actual directora de Editorial Groenlandia (proyecto cultural
sin ánimo de lucro especializado en publicaciones digitales).