Poema zombi
La belleza de los zombis
es abrumadora: apenas
un pedazo de carne moribunda,
alucinando en las calles
desiertas de Wisconsin
o Chimalhuacan
haciendo metástasis en el corazón
de las sociedades de consumo.
El zombi representa eso
la victoria de la putrefacción
sobre la vida;
el zombi es el acto de honestidad
necesario para los tiempos que corren.
La anhelada reconciliación del hombre
y la herida que abre su lenguaje
con el mundo.
Eso es un Zombi.
Un ser verdaderamente integrado
con su muerte.
Un tierno pedazo
de humanidad en bruto.
Costal de huesos y gusanos
royendo los restos
de la civilización moderna.
El profesor José María Martinelli piensa, otra vez, en el capitalismo.
Un día debería aceptarlo,
en el fondo soy
muy parecido a cualquiera;
un desheredado más,
un nombre dicho
como por descuido,
una conversación
acerca del clima
con un amigo
que está dejando de serlo;
un ser excitado por ideas confusas;
tal como el resto,
me quedé rumiando
mi mezquindad en una esquina,
con un dejo de amargura
y una costra de sal entre los labios.
sin duda,
lo más duro ha sido
tener la certeza
es sólo esto:
un desierto
con matinés los sábados.
Soy un hombre, dije,
como cualquiera,
tengo un hijo,
un divorcio,
un trabajo a cuestas
y un infierno
girando
en el centro
vacío de mi existencia.
Todo lo que odio,
me justifica.
Variaciones
No, no se llamaba Evangelina;
las huellas de sus pasos,
no eran tan esbeltas
como el rocío que se evapora
cuando el alba hunde sus dedos
en el límite indeciso de la madrugada
No, no se llamaba Evangelina.
Su cuerpo dejaba marcas
bien concretas en la memoria,
Sus pasos no estaban manchados,
su sombra no se confundía
fácilmente en las esquinas
ni su rostro quedaba deshecho
por el oscuro anonimato
de las calles. En efecto,
no se llamaba Evangelina,
pero iba por las aceras
cual una sombra sin dueño.
un parasol de invierno
desenfrenado sobre
dos haces de niebla,
un montón de hojitas secas
sobre un lecho de cal
y de mercurio.
Pájaro herido cuyo cuerpo
apenas rosa
la gravedad del suelo.
Cabellera de puentes
y dársenas marinas.
Antes
Antes, mucho antes…
Alí Chumacero
El tiempo lo destruye todo
David Lynch
Antes de que la noche luciera
su esqueleto sobre la superficie
de las pantallas más esbeltas.
Antes, mucho antes, cuando ni siquiera
la posibilidad del internet existía,
cuando todo el mundo hablaba
de los Simpson, recién caído el muro,
y escuchábamos a los Smashing.
En ese tiempo lejano, donde existíamos
casi sin darnos cuenta, sin saber
que aquello iba durar tan poco.
Antes de que eso y otras tantas cosas nos sucedieran,
Mucho antes, tú y yo,
ya estábamos perdidos.
Sin título
Toda palabra es una máscara vacía,
una fotografía oxidada
en Puerto Vallarta,
un miembro amputado
que todavía nos cosquillea;
una cámara de gases,
una declaración obtenida
bajo tortura:
como esas costras que nos
arrancamos con los dientes,
para que no sane nunca
la herida que nosotros
mismos provocamos
Axel Velasco: (1986) Es poeta y cuentista. Estos poemas forman parte del libro (inédito) Estrella de radiación variable.