EL TEMBLOR
La lluvia
como una lengua de prensiles
musgos
parece recorrerme, buscarme
la cerviz, bajar,
lamer el eje vertical,
contar el número de
vértebras que me separan
de tu cuerpo ausente.
Busco ahora despacio con mi
lengua
la demorada huella de tu
lengua
hundida en mis salivas.
Bebo, te bebo
en las mansiones líquidas
del paladar
y en la humedad radiante de
tus ingles,
mientras tu propia lengua me
recorre
y baja,
retráctil y prensil, como la
lengua
oscura de la lluvia.
La raíz del temblor llena tu
boca,
tiembla, se vierte en ti
y canta germinal en tu
garganta.
MATERIA
Convertir la palabra en la
materia
donde lo que quisiéramos
decir no pueda
penetrar más allá
de lo que la materia nos
diría
si a ella, como un vientre,
delicado aplicásemos,
desnudo, blanco vientre,
delicado el oído para oír
el mar, el indistinto
rumor del mar, que más allá
de ti,
el no nombrado amor, te
engendra siempre.
EL CÁNTARO
El cántaro que tiene la
suprema
realidad de la forma,
creado de la tierra
para que el ojo pueda
contemplar la frescura.
El cántaro que existe
conteniendo,
hueco de contener se
quebraría
inánime. Su forma
existe solo así,
sonora y respirada.
El hondo cántaro
de clara curvatura,
bella y servil:
el cántaro y el canto.
POETA
EN TIEMPO DE MISERIA
Hablaba de prisa.
Hablaba sin oír ni ver ni
hablar.
Hablaba como el que huye,
emboscado de pronto entre
falsos follajes
de simpatía e irrealidad.
Hablaba sin puntuación y sin
silencios,
intercalando en cada pausa
gestos de ensayada
alegría para evitar acaso la
furtiva pregunta,
la solidaridad con su
pasado,
su desnuda verdad.
Hablaba como queriendo
borrar su vida ante un
testigo incómodo,
para lo cual se rodeaba de
secundarios seres
que de sus desprecios
alimentaban
una grosera vanidad.
Compraba así el silencio a
duro precio,
la posición estable a duro
precio,
el derecho a la vida a duro
precio,
a duro precio el pan.
Metal noble tal vez que el
martillo batiera
para causa más pura.
Poeta en tiempo de miseria,
en tiempo de mentira
y de infidelidad.