OSCAR CRUZ





LA DERROTA


«Uno no se mata por el amor de una mujer»:
escribió Césare Pavese en su Diario, a manera
de adiós, después de llamar a varias putas.
uno se mata porque un amor, cualquier amor,
te revela tu desnudez, tu miseria, y tu nada.

horas después se suicidó, en la misma habitación
donde lloraba.
es esto lo que importa tal vez:
ni el mundo,
ni las putas,
lo recuerdan.


EL MAL Y LA MONTAÑA
(APUNTES PARA UNA TEORÍA DE LA INVASIÓN)

la Montaña
y todo lo que ella
representa.
la Montaña
tal y como fue: sin vacas
sin Reginos ni rebeldes.
la Montaña
que yo sigo y que me sigue
y que extiendo tras de mí
al caminar.
miro en dirección del Basurero
y sé que por allí se extiende
la Montaña.
es un privilegio haber nacido
y vivir en un lugar tan cercano
a la Montaña.
nada como un sitio
que cada día asciende un escalón
en el camino de su propia decadencia;
una región cada vez más provinciana,
gobernada por equipos sucesivos
de incapaces.
hace varios años subí a la Montaña.
vagando en sus praderas
conocí a tres o cuatro montañeses
que de tanto creer en la Montaña
perdieron el juicio y la vergüenza.
no hacían otra cosa que cagarse.
otros venían y enlataban y hacían
plusvalía aquella mierda.
hombres decididos a morir o prosperar.
juntos escribimos un poema
que describe el modus operandi
de ciertos cagadores encargados
del verdor en la Montaña.
el poema llegó hasta el despacho
de Magníficos Decentes
que pronto la tomaron con sus tropas.
el hecho trascendió como “La Toma
de la Montaña por los Decentes”,
un hecho que hace las delicias
de los críticos de hoy.
no se sabe qué pasó
con aquellos cagadores. lo cierto
es que cambió la concepción,
de pronto se veían en las calles
gordas vacas y tres o cuatro neorrebeldes
con los cuales compartí
aquel poema.
ahora sí da gusto ascender a la Montaña,
contemplarla como es, aunque sepas
que no es más
que una extensa mentira verde,
demolida y puesta a funcionar en el poema
una y otra vez.
pero
como el tiempo ha consagrado a la Montaña,
como el pueblo no podría
vivir sin la Montaña,
sería peligroso suprimirla de una vez.
dejemos de momento intacta a la Montaña,
solo con pequeñas correcciones.
no sea que por culpa de un poema
los Decentes nos ataquen
otra vez


LA MUJER DE MASOCH
O EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA

le pegaba
uno
dos
tres
cintarazos
y ella se reía.
le pegaba
uno
dos
tres
tironazos
y ella se reía.
de pronto se acercó y le dijo:
«hasta ahora todo va bien, pero
quiero que comiences, de cuatro en cuatro».


LA PLOMADA

un pájaro moteado
Cuá Cuá, venía cada tarde
a cantar en nuestro patio.
venía como suelen arribar
los pájaros, bendecido
por su porte y por el canto.

"canta bonito el desgraciado",
dijo mi amigo, "parece
un sucedáneo de Lezama.
estos pájaros cabrones comen
y viven de Lezama, viajan
y engordan por Lezama.
este pájaro moteado es un vividor.
Lezama, sin embargo, no viajaba
y pasó mucho trabajo".

pensé unos minutos
en las palabras de mi amigo
y noté que en su teoría,
como en todas las teorías,
había algo.

así que agarramos al pájaro,
le cortamos las patas, y colgamos
en su pecho una plomada.
apenas se podía levantar.

cantaba bonito el desgraciado.
solo que nunca más
volverá a posarse en nuestro patio.

                                            
LA CAMPAÑA

a mí tampoco me soportan las ratas.
mirándolas, no obstante, con perfecto
desprecio hacia ellas, uno descubre que
hay en sus miradas lugar para lo bello.
las ratas solo atacan cuando ven
prosperidad. he mirado con cuidado
los ratones literarios, y ninguno me
provoca semejante admiración. la fuerza
y el futuro está en manos de las ratas.

celebro sus notables cualidades. sentadas
en todas las mesas, probando todas las
comidas, mirando con pasión el noticiero
para ver en qué sentido batirán los vientos.
ratas de derecha y ratas
de izquierda, ratas que exageran el talento
de las ratas que desean. ratas que estarán
en el listado cuando sea necesario proteger
a las ratas.
siento por ustedes verdadera admiración.
sin embargo, ni yo mismo me comprendo.
a veces las escucho chillar en una trampa
y me deleito. otras, las pongo en una jaula
a merced de la candela. me gusta como
chillan sus hocicos. como andan por las
calles erizadas por el miedo. nadie como
ellas en el arte de soplar. nadie como ellas
cuando quieren su bocado.

dicen mis amigos que soy un asesino,
que no entienden cómo encuentro placer
haciéndole eso a nuestras ratas. ratas que
llevan una vida consagrada a la belleza.
ratas que llenan de prestigio y hermosura
a la ciudad. solo puedo adelantarles una cosa:
estad alertas.
no conozco el corazón del asesino.
conozco mi corazón y es horrible.


DE RIPOSTA

mirando una pelea
entre Antonio Margarito
y Manny Pacquiao, recibo
lecciones de poesía.
cada piñazo es un poema
colocado con precisión
en la cara del latino.
cada poema lleva dentro hematomas,
torsiones, cortaduras.
el poema como fiesta de los golpes.

más de media hora castigándose
en el ruedo frente a una multitud
que orgullosa los contempla.
cada detalle no persigue otro fin
que la belleza.

asimismo,
todo en su conjunto es hermoso.
pero es bueno que estemos advertidos:
sonríe el ganador, sonríe. sus poemas cortan.
sonríe el perdedor, sonríe. su sonrisa corta.
ambos llevan en sí la resistencia
de años enteros sin amparo.

es por esto
que los combates de boxeo y mis poemas
son lo mismo.
es por esto
que las putas prefieren al que gana.
yo, que soy un perdedor,
me subo cada día al encerado
en busca de placeres.
afuera, como siempre, una multitud
ansiosa de torsiones y hematomas
me contempla.
lo mío es hacerlos sonreír.
ellos, en su mierda, son hermosos.
qué importa vencedor o vencido.
al final de la velada, algún hijo de puta dirá
que fueron peleas deslucidas

LEZAMA / EL PACTO
y no es que deseche sus notables
instrumentos. es
que ahora, y aquí, mientras alzo
las vigas de mi propia Catedral,
los querría utilizables.
  

Oscar Cruz (Cuba, 1979). Sus últimos libros de poemas publicados son Las posesiones (Letras Cubanas, La Habana, 2010), Balada del buen muñeco (SurEditores, Madrid, 2012) y La Maestranza (Unión, La Habana, 2013).  Ha traducido a Georges Bataille: El pequeño (Editorial Santiago, Santiago de Cuba, 2010). Coedita la revista literaria La Noria.


Colaboración: José Antonio Íñiguez

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