CAROLINA ZAMUDIO

Teoría sobre la belleza 

La belleza no cabe
en un trozo de papel
sí en los ojos. Como ajustar
el enfoque de una lente
por detrás.
No en la punta de la lengua
más allá.
Cabe en el aire
al abarcar el ser.

Puede asirse la belleza
en silencio al reposar el cuerpo
desde atrás, en eso de ser
atesorar lo que haya sido
y bello es.

La belleza habita en la oscuridad
el don que nos fue dado oculto
la cáscara que se quita
lo bello es un fin vacío de principios
nace en el último tramo del próximo deseo.

La belleza abraza la luz de la muerte
o desata la nebulosa de la vida. 


Un trozo de vidrio 

Nada tengo
y todo al mismo tiempo.
Río de ideas
que se alimentan en algún arroyo
denso de infancia.
La copa en la mano
como toda medida del ahora.

Pasado y futuro no importan.

Intervalo fugaz
—ya no es—.
Aquí hay
un trozo de vidrio.

Atardecer de culto 

I
Las cosas bellas también se lacran. 
Cuando terminan pueden doler
como si algo se soltara. Pesar
como lo perdido.


II
Atardece. Un párpado a punto de cerrarse.
Un dios que no es mío
ofrece sus prodigios.
Artista solitario que golpea
justo a los vacilantes
guiña un ojo escondiendo un sol
y nada hay allí de culto. Todo
solo belleza que atardece.


Codicia

Hay reparo, avaricia en los bordes de la lengua
lo que se derrama todo inunda
un hueco de luz amanecido ancla
a una ventana la tarde
la frescura densa del agua
agita a lo lejos

por el ángulo de mis piernas sale el sol 

donde antes se escatimaba un cuento
fantástico relato delira jadeante
la magia que cabría a lo lábil del momento
en historias prestadas oscurece demente
no hay ahora, nunca, quien extraiga y cuente 
que dos cuerpos usados apenas improvisan.


Llorar

Llorar no es limpiarse
es mojar un vestido 
correr el maquillaje
ahuecar los surcos de la cara
como cauce de deshielo
es sangrar del color de la piel 
dejar algo esparcido
con anticipación, sobre la tierra. 

Limpiar los ojos sí.
Después de llorar 
lo que se ve recupera el foco
el paisaje es más claro 
la flor naranja, intensa
hasta el tacto más sensible.

Limpiar
es solo cosa del agua
quizá de la lluvia, que no es agua 
solo un rito que esclarece.

Las lágrimas son como de aceite 
deslizan aquello
que desde adentro
viscoso
no puede más que verterse. 


Inundación 

Hay un par de zapatos
jugando bajo tu cama.
Parece que también hay víboras
te atan a las sábanas.
Un cortocircuito, una historia rebanada
un trago áspero
tu alma en el espejo delineando sudor.
Parece que la inundación fue por tu llanto
no cesó ni en los paros
a los que se atrevió tu corazón.
Parece que el amor abrió
de golpe la ventana
y sin haberlo pensado hizo lo suyo
el suicidio mejor.
Hay una mujer amarrada a una cama
una historia en pausa

entre alambres de púa.


Cansancio

Deberíamos morir todos así, de golpe
y clava su lengua de acero recién afilado
justo en medio de la médula de mi noche.

Sostengo el cansancio entre temblores
y ella sigue cándida y cruel
tejiendo su día:
lo que queda de una enferma que aún respira
aunque quiera dejarse ir
que los restos de su madre sepultados años ha
deben ser cremados
que la muerte, la vida, la muerte.

Algo tenue, umbilical, nos mantiene 
mientras una voz frenética hila dentro mío
quien me dio la vida debería abstenerse 
de mezclar banalidad 
con cuestiones tan cruciales:
la noche y el cansancio.


Mis muertos

Llevo mis muertos vivos en mí.

Vienen de mañana a extasiarse en mi mano
cuando acarician luminosos
las frentes de mis hijas. Uno mira al espejo
en mis ojos
de un pardo más ocre que verdoso
asomando enigmático por los párpados caídos
de otro muerto que vive en mí
hasta que la muerte nos separe.


Carolina Zamudio (Curuzú Cuatiá, Argentina, 1973). Poeta y narradora. Periodista y Magíster en Comunicación. Publicó Seguir al viento, Ediciones Último Reino (Argentina), La oscuridad de lo que brilla, edición bilingüe español/inglés, Artepoética Press (Estados Unidos), Rituales del Azar, edición de Juan Manuel Roca (Colombia), Las certezas son del sol, Summa Poética, Vinciguerra (Argentina) y Teoría sobre la belleza y otros poemas, Ediciones de la Garza Mora (Argentina). Ganó el Premio “Universitarios Siglo XXI” del diario La Nación de Argentina. Residió en Emiratos Árabes Unidos, Suiza y Colombia, donde vive en la actualidad. Participó de festivales y encuentros de escritores en Argentina, Colombia, Cuba, Ecuador, Estados Unidos y Perú. Fue incluida en antologías de Argentina, Colombia, España y Estados Unidos. 

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